Opinión

Quieren reprogramar a la clase media

Si juzgamos la política chilena actual desde las emociones contingentes, parece haber consenso y paz: la disputa presidencial entre izquierdas y derechas se reduce a ver quién da más en seguridad, control migratorio y crecimiento. Esto ha hecho retornar la euforia tecnocrática. El último Enade se titulaba “Verba et facta”, pero su discurso era “Facta non verba”: basta de discursos y diagnósticos, ya estamos todos de acuerdo, manos a la obra.

Pero no hay grandes acuerdos. Sólo una pequeña tregua táctica. La estrategia de fondo adoptada por los sectores más radicales de la izquierda, desde Bachelet II en adelante, es incompatible con otra cosa, pues su objetivo es transformar por completo el país mediante la reprogramación cultural de las clases medias surgidas del proceso de modernización capitalista.

La izquierda chilena se divide en dos: unos sueñan con estados de bienestar europeos, y otros sueñan con un régimen clientelista donde las clases trabajadoras accedan a sus “derechos” según su lealtad al lote gobernante. Unos se imaginan un Estado profesional y eficiente, y otros, un Estado total y capturado por la élite del poder. Unos anhelan Alemania o Finlandia, otros, la Cuba castrista o la Argentina de los Kirchner.

¿Cuál de estas izquierdas lleva la delantera? El discurso de los derechos sociales impulsado desde Bachelet hacia la izquierda plantea que la única forma de vivir como ciudadanos, y no como “meros consumidores”, es que las necesidades básicas sean provistas bajo un régimen estatal. Y parte clave de este nuevo régimen es expulsar el copago y la selección. La idea es que nadie pueda mejorar su posición mediante algún tipo de esfuerzo individual. La noción de mérito, fundamento e inspiración ideológica de las nuevas clases medias es atacada sin piedad, especialmente en el ámbito educacional. Se premia el bullying al “facho pobre”.

¿Nos acerca esto a un Estado de bienestar europeo? No, porque la educación en la mayoría de dichos Estados es competitiva y selectiva. Basta considerar el caso alemán. La destrucción del ideal del mérito personal, en cambio, persigue una reprogramación de los valores de la clase media, una “pedagogía lenta” que pasa por someter a sus miembros a estructuras institucionales que supriman el mérito y premien, en cambio, la militancia y la movilización. Que no sea el código económico el dominante, sino el político. La destrucción de la educación selectiva a la que tenían acceso las clases medias, así como la banalización de los certificados universitarios, son parte de esta estrategia. Por algo la ultra hace arder los liceos de excelencia.

Por otro lado, el vínculo entre el ciudadano y el Estado en los Estados de bienestar modernos está mediado por aparatos burocráticos profesionales. No es el caso de Chile. Predomina en nuestra izquierda una fuerte resistencia a profesionalizar el Estado, al tiempo que quieren hacer ilimitado su poder. Y esto es porque se asumen dueños de ese Estado.

En simple, el objetivo ideológico dominante en la nueva izquierda chilena, hacia el cual derivan sus políticas públicas, es educar una nueva clase media que sea cliente de la clase política que domina el acceso a los servicios provistos por el Estado. Una variante del Estado peronista, donde se recibe según se “milita”, y no de los Estados de bienestar a los que varios de sus votantes y militantes aspiran. Esto no debería sorprender a ningún lector de Laclau y Mouffe, en todo caso.

Por lo demás, esta nueva clase dominante no sólo va por los servicios básicos. También se pretende el empresarial. El balón de gas rosado. Dicen que el empresariado chileno es rentista y cero aporte. Que el desarrollo de las fuerzas productivas demanda una estrategia industrial neocepaliana. Que el problema no es repartir a destajo títulos universitarios devaluados a estudiantes sin condiciones, sino que nuestra matriz productiva no puede absorber tanto genio egresado (que se niega a aceptar puestos afuera seguramente por patriotismo). Otro gallo cantaría, nos dicen, con un Estado empresario.

Ahí tienen, los tecnócratas optimistas, la verdadera facta. Ojalá no los deje sin verba.

Más sobre:Clase mediaIzquierdatecnócrataseducaciónFinlandiaCubacapitalismo

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

La mejor información para estas elecciones🗳️📰

Plan digital$990/mes SUSCRÍBETE