SEÑOR DIRECTOR

El plan de vacunación chileno ha sido mundialmente exitoso. El gobierno supo anticiparse. Y se pudo ejecutar gracias al sistema público de salud y a la atención primaria municipal, ambas fortalecidas en los gobiernos democráticos. Sin ellos no habría existido la logística para llegar con vacunas a cada rincón de Chile.

Si fuimos capaces de estar entre los mejores en vacunación, ¿por qué no podemos impulsar con similar energía otras iniciativas?

Dos son esenciales para atacar temas urgentes.

La primera es articular un gran plan digital público-privado que garantice al más breve plazo acceso a banda ancha y disponer de equipos suficientes para que todos los niños estudien en sus casas. No se conoce bien lo que se está haciendo, no hay un responsable, no es una misión nacional que comprometa a todos los actores públicos y privados, familias, escuelas y alumnos.

Una segunda iniciativa es lanzar rápido un programa contundente de erradicación progresiva de los 1.000 campamentos, donde sobreviven tantas familias vulnerables, y un plan de reducción del déficit de viviendas que se ha empinado sobre 600.000, el más alto desde el retorno a la democracia. Algo se está ejecutando, pero es insuficiente y no es una meta prioritaria ni pública.

Si no se actúa con fuerza, tras la emergencia sobrevendrá más desigualdad, los niños más pobres quedarán atrás, con menos aprendizajes, y el mayor hacinamiento deteriorará la calidad de vida de más familias. Ambos fenómenos elevarán la tensión social y socavarán la frágil legitimidad democrática.

El gobierno puede y debe hacer más en los 10 meses que le quedan, y dejar encaminadas acciones que pueda proseguir un próximo gobierno.

En tiempos de penuria los gobiernos débiles sucumben a la inmediatez. Para salir adelante es necesario mirar más lejos y despertar esperanza. ¿Podría este gobierno dejar otro legado, además de la vacunación? Supongo que alguna energía le queda.

Sergio Bitar