¿Debemos escuchar a la cabeza o al corazón?




Todos los días, desde que nos despertamos hasta que nos dormimos, estamos constantemente eligiendo. Desde si comeremos fruta o cereales en el desayuno, hasta decisiones más trascendentales, como aceptar un trabajo o comenzar una relación. Cada una de estas, en su justa medida, implica una pérdida y por ello al momento de tomarlas influyen muchos factores. “Escucha a tu corazón, él sabe lo que es mejor para ti”, es un consejo que nos suelen dar cuando la indecisión nos embarga, pero ¿es realmente el corazón el único que tiene la razón?

La psicóloga Loreto Vega explica que no hay una respuesta absoluta a esta interrogante. “Es cosa de pensar en las veces que hemos seguido nuestro corazón o nuestra intuición. Tal vez hubo ocasiones en las que dejamos la razón de lado, permitimos que la emociones fueran más determinantes y todo salió bien. Pero es probable también que la misma cantidad de veces el resultado haya sido opuesto”. Es difícil llevar esa estadística, porque las personas tendemos a recordar los eventos distintivos en nuestras vidas, particularmente aquellos que fueron agradables. “Incluso los recuerdos traumáticos tienden a desvanecer con el tiempo’', agrega la experta.

Un artículo publicado en Psychology Today confirma esta idea y dice que estamos programadas y programados para seguir lo que dice nuestro corazón. En él explican que es muy probable que las personas no recordemos los momentos en que seguimos la lógica, porque pueden no haber sido tan memorables. Y es que lo que suele ocurrir cuando prevalece la razón, es que optamos por no hacer algo y por tanto hay menos cosas que recordar. Y ponen un ejemplo sencillo: Entras a la página web de tu tienda favorita y estás dividida entre dos opciones, una más arriesgada y la otra segura. La arriesgada te atrae a hacer una compra rápida en línea. Aunque sabes que es más de lo que puedes o debes gastar, el tiempo de la disponibilidad de ese artículo se está acabando. El sitio te está diciendo exactamente cuántos quedan. No estás completamente segura si encajaría en tu clóset, pero como solo quedan dos, te imaginas que debes darte prisa. Tu corazón está gritando un claro ‘sí’, diciéndote lo bien que te verás en él y lo feliz que te hará. Tu cabeza grita un ‘no’ tan fuerte, que te indica que dejes de lado esa prenda y ahorres tu dinero.

Si pensamos en las veces que hemos estado enfrentadas y enfrentados a esta disyuntiva, lo más probable es que recordemos sólo aquellas en que decidimos hacer la compra, porque esas prendas están en nuestro clóset. No recordamos las cosas que no compramos –cuando ganó la razón–, ni pensamos en la deuda que tendríamos si los hubiésemos comprado. Un ejemplo de algo cotidiano, pero que se torna más crítico cuando se trata de elegir si nos involucramos en una nueva relación de pareja o en un proyecto laboral, ya que en esos casos la decisión puede afectar no solo el bolsillo sino que el bienestar general.

Vega aclara que el hecho de no recordar las decisiones racionales, no implica no considerarlas, al contrario, el ejercicio debería apuntar a ser conscientes también de ellas. Además, algunos estudios han demostrado que bajo presión de tiempo somos más propensas y propensos a tomar decisiones arriesgadas guiadas por nuestro corazón y que con tiempo ilimitado para pensar, justamente nos guiará más lo que diga nuestra mente. “Ese equilibrio es importante. Y si consideramos que el pensamiento rápido se ve más afectado por el estado emocional que el pensamiento lento, entonces quizás esa es una buena herramienta para determinar que cuando se trata de decisiones importantes, debemos darles más tiempo”, dice la psicóloga. Y concluye: “Está claro que escuchar el corazón nos puede llevar a tomar determinaciones que nos lastimen, pero no por eso debemos volvernos seres racionales, porque el corazón también nos conecta con la intuición”.

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