Poly, la hija de mi hija

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Elena, mi hija mayor, tiene casi cuatro años y muchos juguetes. A veces pienso que son demasiados, hasta que la veo armar espacios enormes y complejos, donde cada uno cumple un rol específico dependiendo del juego. A veces están en el colegio, a veces en el supermercado, otras veces en la plaza. Y así imagina distintos escenarios, hasta que se aburre. Pero la coprotagonista siempre es la misma: la Poly.

La Poly vendría siendo una suerte de nieta, porque es la hija de mi hija. Y es una relación que debemos tomarnos bien en serio. Hace algunos días, estando en cuarentena, Elena nos anunció que Poly iba a cumplir 18 años y teníamos que organizarle una fiesta sorpresa. No sé si fue porque nos estábamos aburriendo del aislamiento, pero con mi marido accedimos y decidimos planificar la celebración para ese fin de semana. Incluso invitamos a mi hermano, que llevaba un mes aislado en su departamento, para que el día se sintiera especial.

El día del cumpleaños, mi marido partió enmascarillado a comprar una torta -o pastel, si hablamos en la jerga mexicanizada de los niños que ven Youtube- y agrupamos a los peluches y muñecas en el sillón del living para esperar a la cumpleañera. Cuando Elena decidió que era el momento, entró con la Poly y todos gritamos: ¡Sorpresa! Y procedimos a cantar el cumpleaños feliz. A la festejada le gustó lo que preparamos, según nos comentó su traductora oficial.

Como mi hijo menor y Elena tienen dos años y medio de diferencia de edad, ella está acostumbrada a jugar sola y armar sus mundos entre cojines, sillones y mantas. Y la Poly es parte importante de todo, porque siempre la acompaña y participa de sus aventuras.

Lo divertido -y a la vez interesante de examinar- es que muchas veces mi hija replica nuestras conductas cuando se relaciona con su muñeca, lo que funciona como un espejo delator. Porque claro, a veces me enternece ver cómo cuida a la Poly, pero otras me sorprende con comentarios como: "Es que esta niña no para de llorar, se tiene que portar como grande".

En casa intentamos llevar una vida feminista. Muchas veces nos equivocamos y nos cuestionamos nuestras acciones, pero hacemos el intento. Por lo mismo, nos da igual si al menor un día le da por jugar con camiones y otro por ponerse un cintillo de princesa unicornio: estamos convencidos de que el género no va en los juguetes. Y es eso mismo lo que a veces me hace pensar que quizás no es tan bueno que la Elena tenga una muñeca favorita y que actúe como mamá con ella, pero luego me relajo al ver que no es, en lo absoluto, una imposición. Porque, aunque la Poly es su favorita, está el Guau, el Lobo de la UC, los dinosaurios, los camiones, los autos y las pelotas. Creo que ella elige a la que parece una niña porque ve en ella una amiga y una compañera de juegos.

De hecho, su visión de la relación madre-hija o padre-hija es esa: una amistad. Y ojo, que la Poly no es una niña indefensa. Muchas veces me la deja para que me cuide o me acompañe. Porque Elena entiende que aunque la Poly no necesite a nadie, podemos necesitarla a ella.

Actualmente es su Poly, su muñeca favorita, su hija. Es la niña de mentira que muchas veces tengo que cuidar porque se enferma, tengo que lavar porque se ensucia o porque le ponen crema para las coceduras en sus partes íntimas. Es parte importante del mundo que se crea mi hija todos los días y, por ende, también es parte del mundo en que vivimos, especialmente ahora que no salimos de casa. Es parte de la familia, tanto así, que una de las pocas palabras que dice mi hijo menor es su nombre.

La Elena va a cumplir cuatro años y no sé cuántos más la Poly la va a acompañar. No sé si va a ser su muñeca regalona y la va a tener cuando sea grande como un lindo recuerdo de la infancia o si en seis meses más la va a olvidar. Lo que sí sé es que nosotros no nos vamos a olvidar nunca de ella, como no nos hemos olvidado de sus peluches de apego ni de los juegos que alguna vez fueron sus favoritos. No vamos a olvidar la ternura con la que la trata ni los cuentos que le cuenta. Espero que en el futuro todos estos recuerdos sean una linda herencia para Elena de la niña que alguna vez fue. Y de la muñeca que alguna vez quiso, según ella, como a su propia hija.

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