Sor Juana Inés de la Cruz, la monja poeta
Excluidas, silenciadas e invisibilizadas, las mujeres históricamente encontraron en la escritura un refugio para desarrollas sus ideas feministas y reflexiones sobre la sociedad. Historias de novelistas, poetas, dramaturgas y cuentistas que podrás conocer en revista Paula.
Cuando en la historia, el futuro de las mujeres era decisión de hombres y su rol en la sociedad estar en la casa al cuidado de los hijos, muchas buscaron en la escritura una manera de expresar su descontento frente a un sistema que las oprimía. Así, encerradas en sus piezas o conventos religiosos escribieron en sus diarios íntimos reflexiones sobre su cotidiano, sus amores prohibidos e ideas rupturistas. Un trabajo autobiográfico que algunas decidieron esconder bajo un seudónimo masculino y otras revelar sin miedo.
La mexicana Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1651) fue una de esas mujeres. Hija de una madre criolla analfabeta y padre militar español, aprendió a leer a los tres años siguiendo a su hermana mayor a la escuela de lectura para niñas. Así lo reveló la poeta en su texto Respuesta a sor Filotea de la Cruz en el que cuenta: “No había cumplido los tres años de mi edad, cuando enviando mi madre a una hermana mía, mayor que yo, a que se enseñase a leer en una de las que llaman amigas, me llevó a mí tras ella el cariño y la travesura; y viendo que le daban lección, me encendí yo de tal manera en el deseo de saber leer, que engañando a mi parecer a la maestra, le dije que mi madre ordenaba me diese lección”.
A los ocho años, ya soñaba con ir a la universidad, derecho vedado para las jóvenes de finales del siglo XIX. En su intento desesperado por seguir educándose, le pidió autorización a su padre para disfrazarse de hombre y así ser aceptada en la universidad. Sueño que su papá truncó enviándola como dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Luego de vivir en la corte y darse cuenta de que su único destino sería el matrimonio e hijos, Sor Juana decidió entrar a un convento y hacerse monja para así poder seguir estudiando y escribiendo.
Durante años logró vivir rodeada de libros, aparatos científicos e instrumentos musicales. Sin embargo, fue objeto de muchos reproches por su afán de escribir y considerarse poeta. Bien lo ejemplifica el romance Respondiendo a un caballero del Perú, en el que Sor Juana le contesta a un anónimo que le sugería que “si escribía de poesía, antes debía cambiar de sexo”.
Desde que consagró su vida a las letras y el conocimiento, su celda se transformó en el centro de reunión de poetas e intelectuales; y también, el espacio donde recibía la visita de los virreyes y mecenas, Tomás Antonio de la Cerda y su esposa, María Luisa Gonzaga Manrique de Lara. Con esta última, Sor Juana Inés de la Cruz entabló una estrecha amistad y sentimentos de amor que plasmó en gran parte de su producción literaria.
Una historia de amor platónico
Desde que la virreina María Luisa Gonzaga de Lara se convirtiera en la protectora de Sor Juana Inés de la Cruz, comenzó entre ellas una estrecha relación a través de cartas. En esas correspondencias la escritora fue plasmando su admiración y amor platónico a través de poemas, que con ingenio literario, ocultaban sus reales sentimientos. Uno de los poemas que ilustran ese amor es Yo adoro a Lisi (uno de los nombres con que se refería a la virreina): “Yo adoro a Lisi, pero no pretendo que Lisi corresponda mi fineza; pues si juzgo posible su belleza, a su decoro y mi aprehensión ofendo. No emprender, solamente, es lo que emprendo; pues sé que a merecer tanta grandeza ningún mérito basta, y es simpleza obrar contra lo mismo que yo entiendo. Como cosa concibo tan sagrada su beldad, que no quiere mi osadía a la esperanza dar ni aun leve entrada: pues cediendo a la suya mi alegría, por no llegarla a ver mal empleada, aun pienso que sintiera verla mía”.
Otro de los poemas en el que Sor Juana habla de sus sentimientos hacia su protectora, es Divina Lisi mía, en el que escribe: “Perdona si me atrevo a llamarte así, cuando aun de ser tuya el nombre no merezco… Así, cuando yo mía te llamo, no pretendo que juzguen que eres mía, sino solo que yo ser tuya quiero”.
Son alrededor de 50 los poemas que la poeta le dedicó a la virreina a lo largo de su obra. Escritos que por más de tres siglos fueron publicados de manera dispersa para ocultar la relación platónica entre ambas. Así, lo cuenta el escritor mexicano Sergio Téllez-Pon, quién en 2017 lanzó el libro recopilatorio Un amar ardiente. Poemas a la virreina de editorial Flores Raras. “Fue una relación intensa pero casta, y más cercana a un amor platónico. Creo que ellas se enamoraron intelectualmente, pero se enamoraron al fin".
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