Wormwood: Sabor amargo, pero del bueno

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Wormwood




Paula.cl

A quienes les gusta la no ficción, los relatos que cuentan historias reales, creo no equivocarme al decir que se vuelven aún más adictos a ellas cuando, a pesar de ser reales tienen una cuota de irrealidad o enredo que llega a ser inentendible. ¿Cómo cuentas una historia real cuando raya en lo irreal? ¿Cómo transmites eso: el enredo? ¿Desde dónde cuentas ese relato? ¿Dónde quieres que se pare quien sigue esa historia para que no la abandone a medio camino y que, al contrario, se vuelva a adicto a ella? A mí modo de ver, es un acierto cuando un narrador logra situarte en el enredo. En la tormenta de viento: en ese lugar de espectador donde no sabes dónde estás parado ni para dónde va la historia.

Esa es la gracia de Wormwood, la serie documental estrenada hace un par de meses en Netflix que cuenta la vida de Frank Olson, un bioquímico de la CIA que según las versiones oficiales de la época se suicidó la madrugada del 28 de noviembre de 1953 tras lanzarse del décimo piso del hotel Statler (hoy el Pennsylvania) de Manhattan. La historia tiene su primer quiebre cuando 22 años más tarde se revela que en realidad Olson fue expuesto, sin saber, a dosis de LSD por sus propios compañeros de trabajo en la agencia de inteligencia, como parte de un proyecto llamado MK Ultra, que investigaba mecanismos de control mental a través de drogas químicas. El antecedente abre una nueva interrogante: ¿Habrá sido eso lo que lo llevó a Olson a lanzarse por aquella ventana? La pregunta lleva a que el caso pase a ser investigado como homicidio.

Y entonces se abre un abismo en la historia de su viuda y sus hijos: ¿Fue un accidente como se lo catalogó en ese momento? ¿Fue un suicidio inducido por experimentos con LSD como se indicó en 1975? ¿Fue un asesinato como se dijo tras la exhumación del cadáver en 1994? ¿O fue una ejecución con aprobación de las más altas esferas institucionales como siguen denunciando los familiares?

Azotados por lo que parece una tragedia propia de la literatura antigua, dentro de la familia de Olson, es Eric, uno de sus tres hijos, quien se obsesiona por seguir el caso de su padre y se entrega a develar la verdad, sin saber que le tomaría los siguientes 60 años de su vida.

Es la batalla de ese hijo la que toma como hilo principal el documentalista y director de la serie Errol Morris y la cuenta en seis capítulos de una hora. Para hacerlo, lo más fascinante es cómo urde largas horas de entrevista a Eric Olson y las va ligando a los testimonios de quienes investigaron el tema: abogados, sicólogos e incluso Seymour Hersh, periodista de The New York Times y ganador del premio Pulitzer, quien investigó el caso y décadas más tarde se vuelve clave en el desenlace de la historia narrada por Morris. Todo eso, entrelazado con infinito material de prensa y archivos de las distintas épocas sobre las sucesivas investigaciones ordenadas por varios presidentes y por el Congreso estadounidense y recreaciones de hechos reales (en realidad, de las especulaciones acerca de ella) que se manejan en la investigación, protagonizados por un conmovedor Peter Sarsgaard, además de Molly Parker, Tim Blake Nelson y Bob Balaban.

Como leí por ahí: Un thriller paranoico de la vida real. Un patchwork visual. Un collage estilístico. Un documental imperdible para quienes deliran viendo historias sin respuesta que son parte de la vida real. Una serie que, en todo caso y casi sin escapatoria, tiene un sabor amargo. Pero por su calidad, amargo del bueno.

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