Política

Javier Sajuria: “Kast se parece más a los líderes de ultraderecha europea: más moderado en las formas, pero no en las posturas políticas”

Profesor de ciencia política en la Universidad Queen Mary de Londres, el académico enmarca el triunfo de José Antonio Kast en el contexto de auge de la ultraderecha en el mundo, así como en la ola anti incumbentes de América Latina. Admite errores del gobierno de Gabriel Boric, pero se pregunta: "¿Había alguna opción en la que no hubiera ganado Kast?".

Javier Sajuria: “Kast se parece más a los líderes de ultraderecha europea: más moderado en las formas, pero no en las posturas políticas”

Quince años cuenta Javier Sajuria viviendo en Londres. Profesor de ciencia política en la Universidad Queen Mary, durante ese tiempo ha observado el crecimiento de la derecha, y especialmente de las derechas más radicales en Europa. Bajo esa perspectiva, dice, el triunfo de José Antonio Kast no es una sorpresa.

-Yo creo que era un triunfo esperado -dice.

Doctor en ciencias políticas, Sajuria enmarca los resultados en la ola anti incumbentes que atraviesa América Latina, de izquierda a derecha y al revés: de Brasil a Bolivia y Argentina. Con bastante evidencia, la región parece atravesar un momento donde los incumbentes no logran mantenerse en el poder.

En el caso particular de Kast, precisa Sajuria, se añade el mencionado auge de la ultraderecha.

José Antonio Kast es un político tradicional que representa ciertamente a la derecha conservadora. Viene del tronco de la UDI. ¿En qué sentido se le puede considerar ultraderecha?

Uno enmarca a Kast dentro de la ultraderecha por posturas ideológicas y por sus conexiones. Primero hay que aclarar que el hecho de que un político venga desde un sector no quita la posibilidad de que se mueva. El caso más interesante es Viktor Orbán en Hungría: él entró al gobierno con Fidesz como un partido moderado, y fue moviendo su gobierno y su partido hacia la ultraderecha.

En el caso de José Antonio Kast, él ha hecho un ejercicio muy interesante respecto al aborto, la dictadura, las familias homosexuales. Él ha dicho que no ha cambiado de opinión, pero que se va a preocupar de otras cosas. Pero lo cierto es que mantiene esas posturas.

“Lo que unifica a la ultraderecha son el sentimiento antiinmigración y una postura ultraconservadora en términos valóricos, y Kast los tiene”.

De acuerdo con Sajuria, “lo que unifica a la ultraderecha son el sentimiento antiinmigración y una postura ultraconservadora en términos valóricos, y Kast los tiene abos”. Recuerda que el fundador del Partido Republicano fue hasta 2024 director de Political Network for Values, “una organización que va por el mundo promoviendo la penalización de la homosexualidad, la penalización del aborto, la reducción de los derechos reproductivos”. Además, dice, “Kast participa de una serie de redes internacionales como el CPAC, que tiene lugar en Hungría y en Estados Unidos, en las que se codea con Meloni, Orbán, Bukele, Trump”.

Particularmente, precisa, “Kast se parece más a los líderes de ultraderecha europea, y por eso no sorprende que se codee tanto con Meloni, por ejemplo: un poquito más moderado en las formas, pero no en las posturas políticas. No hay un consenso en Europa respecto a cuáles son las posturas económicas de la ultraderecha. En América Latina son abiertamente neoliberales. Y lo otro es que en América Latina la inmigración no es tema, salvo en Chile”.

Y lo es porque la inmigración parece desbordada, ¿no?

Chile creció en términos de tasa de inmigración de una manera vertiginosa en 12 años. Si vamos de censo a censo, entre el 2012 y el 2024, vemos un crecimiento que va desde el 2% a más del 9%. Eso es gigantesco, sobre todo cuando la población inmigrante en otros países de América Latina y en el mundo no supera el 3,5% o 4%. Chile está duplicado en ese sentido. Hay países donde la inmigración ha crecido y donde se ha logrado manejar, porque el Estado ha sido activo en promover la integración. Y yo siento que en Chile eso no ha ocurrido: ni en los gobiernos de Sebastián Piñera ni en el gobierno de Boric.

Javier Sajuria se pregunta: “¿Qué ha hecho el Estado para integrar a esas personas? Los inmigrantes —me incluyo entre ellos— no vivimos distribuidos en la población de la misma forma que se distribuye el resto de la población. En general, uno se siente más seguro vivir en espacios donde hay otros inmigrantes. Y eso presenta desafíos particulares a las comunidades escolares, a los servicios de salud, a los servicios públicos. Y en Chile no había un reconocimiento de eso, sino una lógica antiinmigración”.

“Creo que (en el gobierno) leyeron mal el resultado de la elección: lo leyeron como un mandato a mover al país hacia la izquierda o hacia un espacio mucho más progresista, en vez de leerlo como un rechazo a lo que representaba en ese entonces José Antonio Kast”.

En este sentido, ¿qué responsabilidad le cabe al gobierno en el triunfo de la derecha?

Hay una combinación de cosas. La pregunta contrafactual es: ¿Había algún escenario en el cual el gobierno de Boric podría haber logrado reelegirse, en un contexto en el que el país no ha logrado que ningún gobierno se reelija en los últimos 20 años y en la región donde la gente está frustrada con los gobiernos? Cuando uno dice: “Oye, ¿es culpa de este gobierno que haya ganado Kast?”, uno tiene que preguntarse: ¿Había alguna opción en la que no hubiera ganado Kast?

Dicho eso, yo creo que el gobierno sí tuvo errores. El tema de inmigración para mí es clave: no solamente en términos de no haber actuado con rapidez —y que no vi tampoco en el gobierno de Sebastián Piñera—, sino también caer en el mismo discurso que alimenta la ultraderecha respecto a la inmigración. Y esto no es un problema solo de este gobierno; también ocurrió en el gobierno de Piñera. Y el gobierno actual ha tenido un discurso bastante difícil de tragar, particularmente para las comunidades migrantes. Quizás esperaban que este fuera un gobierno más amigable y no lo ha sido.

Y ello, puntualiza, jugó a favor de la derecha: “Cuando estamos todos convencidos de que la inmigración es un problema, probablemente las personas van a preferir a los que siempre han identificado la inmigración como un problema para que lo solucionen, y no a los que recién ahora empiezan a hablar de esto como un problema”.

La misma lógica puede aplicarse para la crisis de seguridad:

-Cuando uno mira el registro legislativo, este es el gobierno más eficiente que ha habido en términos de elaborar leyes para entregarle más poder al Estado en seguridad. Cuando uno revisa los indicadores de crimen en Chile, es cierto que la delincuencia aumentó. Aun así Chile es uno de los 4 o 5 países más seguros de la región en términos estadísticos, pero es el país donde la gente vive con más miedo. Y uno se pregunta: ¿qué hizo el gobierno para ver eso? Debería ser una lógica de política pública no solo reducir el crimen, sino que la gente se sienta segura. Y eso no se ha hecho.

Sajuria agrega: “Ahora creo que el gran perdedor de estas elecciones no es el gobierno, sino la derecha tradicional. Y en ese sentido, yo creo que ellos son los que más van a sufrir y los que más les va a costar reconstruirse”.

Esa es una lectura, si bien es evidente que fue una derrota enorme para la izquierda.

Yo creo que uno podría hacer el mismo análisis de los últimos tres gobiernos, por distintas razones. En el caso del gobierno Boric, creo que se desinfló en el plebiscito constitucional. Y hay una responsabilidad que el gobierno tiene que preguntarse: cómo abordó ese proceso y qué fue lo que podría haber hecho distinto. Es un problema que viene desde el primer año de gobierno, del que nunca se pudieron recuperar.

Hay millones de temas. Creo que leyeron mal el resultado de la elección: lo leyeron como un mandato a mover al país hacia la izquierda o hacia un espacio mucho más progresista, en vez de leerlo como un rechazo a lo que representaba en ese entonces José Antonio Kast. Y creo que el riesgo que puede haber hoy es que, si bien es un golpe importante para la izquierda, lo lean como que el país se movió completamente hacia la derecha, en vez de leerlo como un rechazo a lo que representó el gobierno. Yo planteo que los perdedores más grandes son la centroderecha, y creo que es importante hacer este punto.

¿Por qué?

Durante la segunda vuelta del 2021, tanto la derecha tradicional como la socialdemocracia pusieron condiciones a Kast y a Boric para entregar sus apoyos. De hecho, Sichel no apoyó abiertamente a Kast, y hubo gente de la Democracia Cristiana que no apoyó abiertamente a Boric. Eso no ocurrió esta vez. En el caso de Jara pasó mucho antes, por una primaria. Pero en esta segunda vuelta vimos a la centroderecha entregando completamente todo el apoyo sin ningún tipo de condicionamiento a Kast. Y eso quiere decir que es una renuncia ideológica.

“¿Es más aceptable hoy apoyar a Kast que en 2021? Probablemente. Pero yo diría que no es porque Kast se haya “moderado”, sino porque la centroderecha ha renunciado a valores más democráticos".

¿Tendrá que ver también con el hecho de que lo que representaba Kast en el 2021 era más problemático que lo que representa hoy?

Yo creo que más que José Antonio Kast se moderó, se silenció en alguno de esos temas, porque no es que haya cambiado su postura. Y, por cierto, la derecha tradicional cometió el error que han cometido todas las derechas tradicionales: tratar de pelearle el espacio a la ultraderecha en su cancha.

Cuando al inicio de la elección se hablaba de armar cárceles en el desierto, la pelea entre Matthei y Kast era quién sacaba más cárceles en el desierto. Cuando se hablaba de Bukele, un gobernante que tomó un país con más de 100 homicidios por cada 100.000 personas al año… Chile, en su peor momento del 2022, tenía 6. Estamos hablando de una persona que tomó el país más peligroso del mundo y que rompió la democracia salvadoreña. Entonces, cuando uno escucha líderes de la centroderecha ocupar ese tipo de ejemplos quiere decir que la ultraderecha ganó en el discurso. ¿Es más aceptable hoy apoyar a Kast que en 2021? Probablemente. Pero yo diría que no es porque Kast se haya “moderado”, sino porque la centroderecha ha renunciado a valores más democráticos.

Dudas y alertas

José Antonio Kast no se parece a Bukele ni a Milei: es más bien un político institucional, que ha respetado los procedimientos democráticos. ¿No le parece?

Bueno, Bolsonaro sí era parte del establishment: fue diputado muchos años. Milei claramente no es el caso, y Bukele tampoco. El se parece mucho más a lo que hemos visto en Europa. Y es cierto que él hasta ahora tiene una formación quizás más institucionalista. Pero también los gobiernos no los hace simplemente el presidente. Y uno se pregunta: ¿dónde están las alianzas que él quiere hacer? O sea, la cercanía que ha mostrado con Orbán, o que mostró en su momento con Bolsonaro, no me da garantías de respeto institucional.

Sajuria apunta que “la cercanía con Venezuela o Cuba fue uno de los motivos de duda toda la campaña sobre las credenciales democráticas de Jeannette Jara. Ese mismo nivel de escrutinio no se ha hecho con José Antonio Kast”.

Añade:

-La pregunta que uno tiene que hacerse es: enfrentado a un estallido social como el que ocurrió en 2019, ¿José Antonio Kast se va a comportar como Piñera, o se va a comportar como nosotros pensamos que José Antonio Kast se va a comportar? Piñera fue un presidente que, con todas sus luces y sombras, privilegió el mantenimiento y la continuidad democrática durante un periodo crítico en Chile. Yo no estoy tan seguro de que José Antonio Kast tomaría una misma postura en una situación igual. Y eso, para mí, es la luz de alerta que uno tiene que tener.

Pero Kast no puede gobernar solo: va a tener que gobernar necesariamente con Chile Vamos. ¿Y eso, no generaría un contrapeso?

Puede ser. Estados Unidos quizá es un buen ejemplo: el Partido Republicano históricamente tuvo un ala moderada importante, y hoy día no tiene contrapesos a la fuerza de Trump. Entonces, sí: va a necesitar equipos, por cierto —tiene que llenar más de tres mil cargos en el Estado—. Pero eso no quiere decir que esos grupos vayan a tener acceso a los espacios más privilegiados de poder.

La idea de un gobierno de Kast que vaya a restringir libertades o dañar seriamente la democracia, ¿responde más bien a un temor que a evidencia real?

¿Qué evidencia sería suficiente? ¿Una declaración abierta de José Antonio Kast de que va a eliminar el aborto? ¿O que va a restringir las libertades de las personas? Es muy difícil. Quizás no acostumbramos a Trump, que llega y dice esas cosas: “voy a echar a los somalíes de no sé dónde”, o “voy a sacar a 300.000”… Hasta cierto punto Kast lo ha dicho con la idea de las deportaciones. Ojalá yo esté equivocado. Lo digo con absoluta honestidad: no existen democracias exitosas sin una derecha democrática, una derecha dispuesta a aceptar y respetar las instituciones democráticas a toda costa. Y una izquierda también.

Si José Antonio Kast se convierte en el ejemplo mundial de cómo llevar adelante un gobierno ultraconservador pero abiertamente democrático, y dispuesto a respetar la democracia a toda costa, va a ser genial. Pero hasta ahora lo que hemos visto es que él está mirando otros modelos que no van por esa dirección. Y eso alimenta mis miedos.

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