
La lucha por el poder que viene en Falabella, con la mira en 2026
El 1 de julio, Falabella ya no tendrá grupo controlador. Ese día concluye el pacto que unió por 22 años a las siete familias que al cierre de 2024 sumaban el 66,63% de la propiedad. Cada uno podrá comprar o vender acciones ahora sin restricciones. O buscar nuevas alianzas. No habrá otro pacto o subpacto por ahora. Pero las partes ya sacan sus matemáticas, con la mira puesta en abril de 2026, cuando deba renovarse el directorio. Los Heller perderían a su representante -en 2023 eligieron a Enrique Ostalé- y los nuevos accionistas, las familias Müller y Fürst, elegirán uno. Serán, estos últimos, la pieza clave para construir una mayoría.

Falabella tiene hoy un grupo controlador. La memoria del ejercicio 2024 explicita que, al 31 de diciembre, siete familias sumaban el 66,63% de la propiedad. Pero en dos semanas más, Falabella ya no tendrá un controlador. Sí seguirán estando las siete familias, pero con pesos muy distintos. Un pacto de accionistas firmado primero en 2003, cuando se produjo la fusión entre Falabella y Sodimac y congregaban el 88,72% de las acciones, y que fue renovado diez años después, en 2013, cuando tenían el 81,74%, vence el 1 de julio de 2025 y no será renovado. Las relaciones se enturbiaron los últimos años, tras los magros resultados de 2022 y 2023 y la lucha de poder que se dio en su interior, y las siete familias decidieron caminar separadas como accionistas, aunque juntas en su directorio.
La empresa creada en 1889 por Salvatore Falabella -entonces una pequeña sastrería en el centro de Santiago, hoy un gigante con presencia continental- tendrá varios meses de definiciones. La lucha por construir mayorías comenzará el 1 de julio, pero con la mira puesta más bien en abril de 2026, cuando deba renovarse el directorio de nueve integrantes que gobierna la compañía. Y se midan las fuerzas nuevamente.
Quién es quién
Para entender a Falabella, primero hay que describir quiénes son y cuánto tienen las siete familias.
Están los clanes tradicionales, los herederos de las tres hermanas Solari Falabella: Liliana, Teresa y Luisa, fallecida esta última en 2015. Está la rama fundada por el tío de las tres, Reinaldo Solari Magnasco, fallecido en 2021; y su sobrino, Juan Cuneo Solari, quienes hicieron dupla y agigantaron el tamaño de la compañía. A todos ellos se suma Sergio Cardone Solari. Y están los Del Río, quienes entraron al pacto controlador tras fusionar Sodimac con las tiendas por departamento Falabella, la cadena de supermercados Tottus y la red de malls Plaza.
Las posiciones eran las siguientes al cierre de 2024.
El grupo Auguri, formado por Cecilia Karlezi (61 años), hija de Luisa Solari, tenía el 12,73%. Karlezi es directora de Falabella.
Corso, la sociedad de Teresa Solari, tenía el 11,58%. Su hijo Juan Carlos Cortés (56) es vicepresidente de Falabella.
El grupo San Vitto, formado por los hijos de Reinaldo Solari, Carlo, Piero y Sandro Solari Donaggio, tenía el 10,92%. Carlo Solari (53) es director y fue presidente por 10 años de la empresa. Fue el último integrante de los clanes familiares en presidir la empresa.
El grupo Liguria, liderado por Juan Cúneo, tenía el 8,66%. Su hija Paola (60) es directora.
Bethia, la sociedad de Liliana Solari y sus hijos Carlos y Andrea Heller, tenía al cierre de 2024 el 5,98%. Hasta 2023, Carlos Heller fue director. Ese año salió y postuló a Enrique Ostalé (64), el presidente actual de Falabella.
Y el grupo Amalfi es liderado por Sergio Cardone Solari, con el 2,37%, quien estuvo en Falabella hasta 2023, cuando cambió la estructura de poder en Falabella.
El grupo Dersa, integrado por los siete hermanos Del Río Goudie, posee el 14,38% y en la elección de 2023, eligió a José Luis del Río (79) y un asesor de siempre, el exministro Alfredo Moreno (68).
Así, en la mesa hay hoy cinco integrantes de las familias controladoras. Los externos que completan la mesa de nueve son Enrique Ostalé, Alfredo Moreno, Germán Quiroga, propuesto por la alianza Solari Donaggio; Cortés y Karlezi, y el independiente Andrés Roccatagliata, electo por las AFP, que a mayo tenían un 8,03%.
El poder en veinte años se administró de forma colectiva y consensuada. El pacto ahora desechado permitía consensuar votaciones esenciales en juntas de accionistas, como aumentos de capital o política de dividendos, y la forma en que se elegirían los candidatos a directores y cómo se distribuían los votos. Aquello permitía maximizar la elección de directores: quienes tenían más acciones apoyaban a los que tenían menos. En la última elección, el pacto distribuyó equitativamente sus acciones en siete postulantes, 241 millones de acciones para cada uno, con el 9,62% por candidato. Un saldo de 60 millones se destinó al último postulante, cuya elección no era segura. En ese cupo entró Alfredo Moreno.
Al día siguiente de esa elección se produjo el golpe de timón. El directorio no renovó la última década de Carlo Solari al mando y designó por primera vez a un externo a las familias a la cabeza, el ex Walmart Enrique Ostalé. La votación fue dividida y se formaron dos bandos. Por un lado, Solari, Karlezi y Cortés, a quienes se sumó el director que apoyaron Germán Quiroga. Por el otro, los dos directores de los Del Río, Ostalé, el director apoyado por Heller y Sergio Cardone, y Paola Cúneo, quien se alejó por primera vez de sus familiares. Inclinó la balanza el director de las AFP, Andrés Roccatagliata. Y así salió Solari y subió Ostalé.
Fue, reconocen varios, una nueva mayoría circunstancial que inclinó la balanza para cambiar la dirección de la empresa, agobiada tras dos años de malos resultados. “Esto fue una guerra de poder”, dice un accionista que atribuye a las tensiones que se originaron entonces a la decisión de no renovar el pacto.
A los pocos meses, en septiembre de 2023, se anunció la salida del gerente general Gastón Bottazzini, quien hacía dupla con Solari, y poco después ascendió el CFO, Alejandro González, como nuevo CEO. Desde entonces, la acción y los balances se recuperaron. Pero aquello dio pie a una narrativa sobre estos dos últimos años en la que los bandos siguen divididos.
Los que promovieron el ascenso de Ostalé atribuyen a los cambios impulsados por el nuevo presidente la recuperación de la empresa y las ganancias obtenidas, la mejoría en la evaluación del mercado y el cambio de mirada de las clasificadoras de riesgo. La acción subió un 59,77% en 2023 y este año rentan más del 40,4%. Y la firma cerró con ganancias de US$483 millones el año pasado. El viernes cerró con una capitalización bursátil de US$13.169 millones. “Es la segunda empresa más valiosa de Chile”, dice alguien que suscribe la tesis del cambio estructural.
El relato opuesto dice que aquí no hubo un turn around, que Falabella no cambió su modelo de negocios y que la mejoría se explica por la recuperación de la demanda, por el regreso de una caja dañada por el Covid -US$1.700 millones congelados en inventarios frenados por la pandemia y provisiones bancarias por las altas tasas- y por la mejoría esperable de un negocio bancario centrado en personas, que aportó el 40% de las ganancias en 2024. Que la acción, que el viernes cerró en $4.935, está lejos del peak de inicios de 2018 y que sus competidores rentan lo mismo o más: Ripley sube un 50%, y Cencosud, un 42%. Sin haber hecho los cambios que, se supone, ha realizado Falabella. Por último, aquella narrativa acusa que Falabella perdió terreno frente a Mercado Libre y que haya bajado su inversión en tecnología.
La mayoría que giró la empresa en 2023 se pondrá a prueba en los próximos meses. Y en esa discusión un rol clave lo tendrá un nuevo accionista que promete ser el nuevo fiel de la balanza: la familia Müller que, junto a la familia Fürst, ya tienen el 8%. Y podrán nominar un nuevo director.
Quién inclina la balanza
El fin del acuerdo de accionistas creado hace dos décadas termina también con una camisa de fuerza invisible. El pacto que vence regulaba la compra de acciones de Falabella por parte de los integrantes del grupo controlador: sobre un determinado monto, el comprador debía dar aviso previamente a sus socios su intención de comprar acciones o, tras adquirirlas, ofrecerlas en venta a los otros miembros de pacto a prorrata de su participación. Nadie, así, podía despegarse del resto en sus participaciones. Aquello se termina el 1 de julio y varios creen que hay grupos que podrían intentar crecer, lo que podría poner presión al precio de la acción. O lo contrario, advierte otro: la libertad para vender acciones podría llevar a varias de las ramas a deshacer posiciones y aumentar la oferta de acciones, tirando su precio hacia abajo.
Todo dependerá de los deseos e incentivos de cada una de las siete familias. Hay ejemplos variados. Los hermanos Heller vendieron vía Bethia un 0,5% en $60.875 millones esta semana y pretenden vender otro 0,4% después del 1 de julio, para quedar en un exacto 5%. Pero sus fuerzas se dividirán: los hermanos Carlos y Andrea Heller y su madre Liliana se repartirán esas acciones en una separación que se gesta desde hace tiempo. Según personas que han escuchado sobre los cambios, Andrea Heller se quedará con poco más del 2% de Falabella, su hermano Carlos -quien mantendrá Mega, Ancali y Sotraser, con poco menos de un 1,5%, y su madre, con un porcentaje similar. Y los Bethia ya no serán un grupo que vote en conjunto.
Otros grupos podrían intentar acrecentar sus posiciones para asegurar la elección de directores a futuro, pero tampoco es seguro. Durante el último año estuvieron atados: el grupo había bajado de los dos tercios y si volvían a superar ese umbral podían verse forzados a tener que lanzar una Oferta Pública de Adquisición de Acciones (OPA). No pudieron comprar y desde el 1 de julio no habrá restricciones.
“El cheque ahora es muy grande”, opina alguien que estuvo ligado a uno de los grupos y que recuerda que garantizar un director exige tener al menos un 8%. “Un director vale US$1.000 millones”, dice alguien que sigue de cerca la empresa. Es lo que precisamente vale el paquete que han comprado los Müller -con un 5,5%- y los Furst -con un 2,5%- y que alienta las mayores preguntas sobre la lucha de poder que se activará en los meses siguientes.
Hay al menos dos. La primera es esta: ¿Se formará un nuevo pacto entre algunos clanes, reagrupando fuerzas e incluyendo a los nuevos accionistas? La respuesta inmediata de todos es negativa. No hay negociaciones y nadie está pensando en firmar pactos de nada en lo inmediato. Pero el futuro no está escrito. “Todo puede pasar en los próximos meses”, dice alguien involucrado en el juego de poder de Falabella.
La segunda es esta: ¿Los Müller y los Fürst se alinearán con algún bando? ¿Apoyarán la alianza Solari Donaggio, Karlezi, Cortés o se unirán a los Del Río y Cúneo? Gente que conoce a los Müller asegura que no tienen contemplado articular ningún pacto ni pretenden tener ningún compromiso con nadie. El tamaño de la inversión realizada no busca hacerle favores a nadie, dice un cercano, sino hacer un negocio rentable. “Quieren genuinamente ser independientes. No quieren estar en ningún pacto”, dicen cercanos al socio debutante de Falabella.
Sí reconocen otra cosa: las afinidades existen. Las familias Müller y Fürst son accionistas tradicionales y fundadores de Mall Plaza y han convivido por años con distintas ramas Solari, compartiendo directorio por años. Tomás Müller Benoit (52) y Paul Fürst Gwinner (58), sucesores naturales de sus padres, el exembajador en Inglaterra Tomás Müller Sproat y el recientemente fallecido Thomas Fürst, llevan 14 y 16 años, respectivamente, en la mesa de Plaza S.A. Carlo Solari, generacionalmente más cercano a ellos, comparte ese directorio desde hace 15 años. Pero hay quienes también recuerdan que Tomás Müller Sproat es cercano a Juan Cúneo y Sergio Cardone y conoce bien a Alfredo Moreno, el canciller que lo designó embajador. Lo que todos dan por seguro es que propondrán a la mesa de Falabella a Tomás Müller hijo, socio del banco de inversiones Altis, ex Bancard y ex Morgan Stanley. Müller dejó este año la mesa de Plaza y Fürst tampoco podría: es director del Banco de Chile y por interlocking no podría sentarse en la matriz del banco Falabella.
Los nuevos accionistas tampoco se matriculan con los dos relatos: asumen que parte de la recuperación obedece a decisiones que venían de la época de Carlo Solari; que otras tienen su origen en Ostalé; y que otras son exógenas, gracias a un contexto más favorable. Pero sí descreen de una parte de la narrativa que se asume victoriosa: ninguna empresa e este tamaño, concluyen, se da vuelta en 180 grados en menos de dos años.
Las matemáticas están siendo utilizadas las últimas semanas por todos los accionistas, que sacan cálculos preliminares para la medición de fuerzas de abril de 2026, cuando se realiza tradicionalmente la junta anual ordinaria de accionistas y corresponde, esta vez, renovar directorio después de tres años de la traumática elección de 2023. La mayoría admite que la convivencia en el directorio es buena, que las decisiones son por consenso y que las saludables ganancias han mejorado el ánimo de sus integrantes. “No hay un clima de guerra y no hay relaciones quebradas”, dicen desde uno de los antiguos bandos. Pero todos asumen que en abril habrá que contar votos y ver quién pesa más.
En esas matemáticas, la triada Solari Donaggio, Karlezi y Cortés suma un 35,2% de los votos y aseguran así cuatro directores de nueve. Las AFP eligen uno. Los Müller-Fürst, otro. Paola Cuneo, uno. Quedan solo dos cupos. Si hoy los Del Río Guodie tienen en la mesa a su hermano mayor y a Alfredo Moreno; y los Heller-Cardone, a Enrique Ostalé, uno de ellos inevitablemente perderá su cupo. “Esta es una historia que aún está por escribirse”, dice uno de los bandos amenazados.
Faltan meses todavía para mover piezas en la batalla que viene y varias cosas pueden pasar antes de abril de 2026. Entre ellas, que Carlo Solari y sus aliados construyan una nueva “mayoría circunstancial” como la que le quitó la presidencia. Pero algo tiene claro el director más joven de Falabella, según ha dicho Carlo Solari a personas que han hablado con él en estas últimas semanas: que no volverá a ser presidente de la empresa en la que es director desde 2011 y que su familia es accionista de largo plazo. Que por sus venas corre, en realidad, “sangre verde”.
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