Alberto Acosta, presidente de la Asamblea Constituyente de Ecuador en 2008: “Fue clave que la Asamblea asumiera plenos poderes”

El economista ecuatoriano Alberto Acosta tuvo una participación clave en el gobierno de Rafael Correa, como ministro de Energía y Minas. En 2008 se transformó en el titular de la Asamblea Constituyente, aunque a poco andar presentó su renuncia porque lo presionaron para que cumpliera el plazo. En conversación con La Tercera relata este proceso.


¿Qué llevó a Ecuador a tener una nueva Constitución?

Había un proceso de deterioro social, económico y político masivo que exigía cambios. Un intento de hacer un ajuste con una Asamblea Constituyente y eso exigía un nuevo proceso constituyente que se plasma ya como reclamo ciudadano en el 2005. Ese fue el punto de partida para el gobierno de Rafael Correa, que ofreció que su segundo decreto sería una convocatoria a una Asamblea Constituyente. Una Asamblea Constituyente para que tenga éxito tiene que tener una base social y política. No puede esperar una autorización, no puede esperar una partida oficial impulsada por un gobernante o por una fuerza política que esté consolidada.

¿Quiénes participaron?

Todo el mundo pudo participar: partidos políticos y movimientos sociales. Un ciudadano, una ciudadana, un voto. No hubo eso sí una participación que garantizara la representación de grupos étnicos. Se establecieron ciertos mecanismos para que hubiese la mayor equidad posible. Uno fue el tema de financiar a todas las candidaturas por igual. Un segundo punto importante fue que se hizo realidad la ley de cuotas, o sea equilibrio entre mujer y hombre. En la práctica no hubo un equilibrio total, 45% de mujeres de un total 120 asambleístas. Nosotros abrimos la puerta para que existiera la posibilidad de que la gente inscribiera candidaturas, como los movimientos políticos o sociales o ciudadanos, recogiendo una cantidad determinadas de firmas. Sí podía haber otras candidaturas. El mismo movimiento Alianza País que impulsaba la candidatura de Rafael Correa y después de los asambleístas, por ejemplo, yo fui el primero en la lista nacional. Tuvimos que recoger listas para inscribirnos.

¿Cómo fue el proceso de redactar la nueva Constitución?

Nosotros tomamos ciertas precauciones a partir de nuestra experiencia. Muchas Asambleas Constituyentes, siempre fueron asambleas en las cuales se elegía a las personas que iban a redactar la Constitución y era el último contacto directo con el pueblo, por decirlo de una manera. Nosotros hicimos dos cosas: una vez aprobada la Asamblea Constituyente se convocó a un referendo, para que el pueblo ratifique o no la Constitución y segundo, abrimos la puerta al debate. Fue un asunto importante porque la constituyente tiene que unir desde abajo las ideas, las tesis y las propuestas, que tienen que surgir desde la sociedad. La Asamblea se dividió en 10 mesas constituyentes que trabajaban en Montecristi, un pequeño pueblo en la provincia de Manabí. Es un proceso muy complicado. Aprendimos esa experiencia de la constituyente colombiana de 1991, de la cual se puede aprender mucho. Otro asunto que hicimos clave fue que asumimos los plenos poderes. En concreto, no puede funcionar una Asamblea Constituyente mientras esté el poder constituido, el Congreso Nacional. Nosotros cesamos al Congreso Nacional, dejamos la oportunidad de que si el pueblo no aprobaba en las urnas, volvía a funcionar el mismo Congreso Nacional, pero en la Asamblea Constituyente al asumir los plenos poderes también asume el Poder Legislativo. No nos concentramos mucho en las leyes, pero teníamos una mesa dedicada a procesar algunos cambios legales.

¿Por qué es necesario hacerlo?

Porque sino va a haber pugna. Porque los unos van a tratar de frenar a los otros. El poder constituyente no puede tener ninguna interferencia.

¿Qué lecciones se pueden sacar de este proceso?

Tener un plazo suficientemente largo para que no sea una camisa de fuerza. Nosotros tuvimos seis meses previstos y dos meses de prórroga más. Quizás fallamos un poco en la planificación de los debates, porque yo valoraba mucho hablar con la gente, tener a la gente ahí presente. Y eso al final nos pasó factura. Una segunda cosa, es que hay que garantizar la mayor participación posible de la gente. Hay que escuchar a todos los sectores, por más que se tenga mayoría. Una Constitución tiene que incorporar las voces de todos los sectores. Ahora, al final se va a imponer la mayoría. Pero tiene que incorporar a todos los sectores, para que la Constitución sea eso: un proyecto de vida en común, elaborado participativa y democráticamente.

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