"En los últimos meses Dilma perdió la conducción del país"
En su búsqueda de alianzas para potenciar el rol de las universidades estatales en Chile y América Latina, Ennio Vivaldi, rector de la Universidad de Chile, conoció a Marco Antonio Zago, rector de la gigantesca universidad de Sao Paulo que visitó Chile para inaugurar el año académico de la casa de Bello. Zago conversó con Qué Pasa sobre la receta del éxito de la universidad paulista, gratuidad, equidad en el acceso y el delicado momento político que vive su país.

Cuando Marco Antonio Zago (1946), rector de la Universidad de Sao Paulo, destacado científico y miembro de la academia brasileña de ciencias, tenía 24 años había un tema que lo obsesionaba. Recién graduado como médico, especializado en genética, había empezado a investigar sobre el origen del cáncer, la leucemia y, particularmente, de la anemia hereditaria, que no lograban determinar cómo había ingresado al país.
Zago, estudioso de la historia de Brasil, sabía que la respuesta venía de África. Durante el siglo XIX llegaron más de 4 millones de negros como esclavos, tres veces más de lo que llegó a Estados Unidos.
El hoy rector sabía que aquí había una conexión y, junto con convertirse en un pionero de la investigación usando material de ADN, logró también mezclar su investigación con antropólogos, generando un trabajo multidisciplinario que hasta hoy defiende en la formación de habilidades blandas.
— Con esto pudimos esclarerer que las poblaciones negras que llegaron a Brasil vinieron de regiones muy diferentes de las que llegaron a Estados Unidos. Lamentablemente, hoy mucho tiempo para estudiar no tengo-cuenta en el lobby del hotel San Francisco, donde se hospeda como invitado principal de la inauguración del año académico de la Universidad de Chile.
Y claro, el tiempo no le sobra. Es rector de la universidad iberoamericana mejor posicionada en los ránkings internacionales (ocupa el lugar 101 en el ránking de la Universidad de Shangai) y también de la más populosa de Brasil, con 75.000 alumnos. Una universidad estatal, gratuita, reconocida por formar a la elite intelectual del país, con una decena de ex presidentes egresados, como Fernando Henrique Cardoso.
—La Universidad de Sao Paulo se ha situado como una de las mejores de la región desde que comenzó su mandato. ¿Cuáles son las claves de este éxito?
—Desde hace, por lo menos, 25 años, recibimos aportes suntuosos del gobierno federal de Sao Paulo, que tiene como política ayudar a sus universidades estatales.
—¿Esto pasa en los otros estados? ¿Es una política nacional?
—No. Es una política exclusiva del estado de Sao Paulo. El segundo motivo de éxito es la valorización de los aspectos de mérito y calidad para ascender a los cargos superiores en las carreras. En las carreras los docentes de la universidad tienen varios niveles. Los más elevados son alcanzados a través de concursos muy disputados donde deben mostrar sus cualidades, producción científica, patentes y actividades científicas y técnicas que garanticen su calidad.
—¿Y el tercero?
—El tercer motivo es que calidad trae calidad. Es un ciclo virtuoso, donde los mejores estudiantes del país quieren entrar en la universidad y a su vez los mejores profesores quieren venir. Acabamos atrayendo a las mejores cabezas de Brasil.
—El discurso que dio en la inauguración del año académico de la Universidad de Chile se llama "Los retos de las universidades en Latinoamérica". ¿Cuáles son para usted esos retos?
Yo diría que las universidades de América Latina sufrieron un crecimiento muy grande en los últimos cincuenta años. Tanto las públicas como las privadas. El crecimiento de las universidades privadas ocurre en varios países más, particularmente en Brasil.
—¿A qué se debe ese crecimiento?
—Mi interpretación es que se debe a la incapacidad de las universidades públicas de acomodarse a la demanda. En muchos países como Brasil y Chile, los estudiantes de clase alta tienen muchas facilidades para entrar a la universidad. De tal manera que las mejores universidades acaban funcionando como un sistema elitista. Uno de los retos importantes en esto momento es no tanto la expansión, sí la equidad del acceso: evitar que estudiantes que por motivos financieros o étnicos sean excluidos de la posibilidad de estudiar.
—En ese sentido, ¿es partidario de la gratuidad en la educación superior?
—Sí, las universidades del estado deben ser predominantemente gratuitas. En Brasil es por definición constitucional. Y ahí aparece el desafío de la equidad en el acceso.
—El segundo desafío era promover la universidad como un centro importante de investigación y de educación, de calidad y que la investigación, la educación y la transferencia de conocimiento haga cosas relevantes para la sociedad. Porque la agenda de temas de investigación de la universidad no siempre coincide con las necesidades más relevantes de las industrias.
El tercer desafío es reafirmar la participación de las universidades en los procesos de emprendimiento y de innovación, ya sea de las empresas públicas o privadas. La actividad empresarial de innovación en América Latina es muy reducida comparada con los países más desarrollados, y es un tema central en el crecimiento social y económico de la región.
Para alcanzar estas metas hay dos estrategias muy importantes.
—¿Cuáles?
—La primera es desarrollar actividades multidisciplinarias, porque respetamos demasiado los límites tradicionales de las divisiones económicas. Las universidades sobreclasifican las actividades y colocan profesores en cursos demasiado específico. En la vida uno trabaja con personas de diferentes sectores y áreas del conocimiento. Hay que promover este tipo de actividades.
El segundo componente es la colaboración que debe existir entre las universidades de diferentes países, porque tenemos problemas comunes y es más fácil resolverlos entre varios.
—¿Qué problemas en común ve con la Universidad de Chile?
—En todas las áreas tenemos problemas comunes. Por ejemplo, relacionados con la innovación o el emprendimiento, o la protección del medioambiente. En este momento en Brasil tenemos una explosión epidémica del virus Zica que va a llegar a todos los países tropicales. Tenemos que juntar los conocimientos. También tenemos que pensar colaboraciones regionales. Dentro de Chile nos gustaría tener una red de universidades con un portafolio de investigación más amplio juntando nichos específicos, de tal manera que nos podríamos convertir la competición que existe entre las universidades en colaboración.
—En Chile, al momento de instalar la gratuidad, muchos dijeron que al facilitar el acceso, la calidad de las universidades estatales iba a bajar porque llegarían peores alumnos. ¿Cómo se garantiza la calidad? Su universidad es un buen ejemplo.
Mi universidad no es el mejor ejemplo. ¿Por qué? Porque la Universidad de Sao Paulo atrae una cantidad muy grande de candidatos. Tenemos un examen de selección en el que participan 130.000 estudiantes y acaban siendo admitidos cerca de 11.500 por año, menos del 10% consigue entrar. Y esto a través de un examen bueno, pero muy clásico. De test de conocimientos de física, química, biología, y que no es obligatoriamente la mejor manera de seleccionar estudiantes.
—¿Por qué?
Primero porque es muy dependiente del conocimiento adquirido y ese conocimiento adquirido es el que está influenciado por la desigualdad social. A veces un estudiante que no tiene todas las competencias y conocimientos pero sí cualidades personales puede ser exitoso. Estamos formando a los profesionales de los próximos 15 o 20 años. En un mundo que no sabemos cuál será, ni cuáles serán las profesiones que van a existir. Por eso, buscamos formar estudiantes que sean útiles para la sociedad, entrenándolos en actividades muy básicas. Por ejemplo: capacidades de comunicación, de trabajar en equipo, de liderazgo, de ser liderados, el respeto, la ética, al medio ambiente. Este tipo de educación que es mucho más importante trata de aprender a enfrentarse a los problemas con un método científico de análisis. Son las habilidades más básicas y más importantes. Y un test apenas de física, química, no selecciona a los mejores. Por eso le digo que no tenemos un sistema de selección pero no es el mejor ejemplo.
"Las medidas para que Brasil vuelva a la senda del desarrollo son muy dolorosas"
—En Chile vivimos una crisis de confianza severa contra los políticos debido a la aparición de múltiples casos de corrupción en los que se han visto envueltos. ¿En Brasil la situación es similar socialmente?
—Yo diría que la situación es mucho peor. Estamos en un proceso de destitución de la presidenta de la República. Casi todos los miembros del poder ejecutivo y legislativo están involucrados en denuncias de escándalos, de corrupción. La mayor empresa brasileña, Petrobras, está teniendo enorme problemas de imagen por corrupción. Estamos en una crisis y vivimos, por tanto, una crisis de desconfianza. Sobre todo de los jóvenes hacia los políticos. Ahora, no en relación al servicio público. No con el servicio de salud, de educación, aún la gente confía en estos servicios. Se valorizó el poder judicial, también. Esto no ignora la importancia del sector privado y la necesidad de tender puentes y relaciones entre ambos.
—¿Cuál es su posición respecto al impeachment?
—No tengo. No puedo manifestarme sobre eso por mi puesto.
—En Qué Pasa publicamos una columna que habla de que los brasileños están más tristes, a diferencia de su alegría histórica. ¿Usted lo ve así?
—No sé si más triste, lo que veo entre los jóvenes es un grado de desilusión. Porque hace tres años teníamos un país que estaba en un proceso de crecimiento franco, los ingresos de las familias estaban bien, un crecimiento de la clase media, incorporación de muchas personas a este grupo, mucha gente que comenzaba a viajar en avión por primera vez. Había esta sensación de bienestar y crecimiento. Ahora tenemos una sensación totalmente contraria. Y muchos jóvenes que asumieron que los próximos cinco, diez años, tendrían una vida de éxito creciente, hoy están muy preocupados por su futuro.
—Claro, hace unos años Brasil era considerado un monstruo emergente, parte de los BRIC. ¿Cree que el país pueda retomar esa senda en el corto plazo?
—Tengo certeza de que lo retomaremos. Estoy convencido. Pero no será en el corto plazo.
—¿Y qué tiene que hacer para volver?
—Primero necesitamos un gobierno que recupere la conducción del país de manera clara. Necesitamos un gobierno eficiente, capaz de encaminar soluciones, porque hoy no hay soluciones para la crisis económica.
—¿A Dilma se le fue de las manos?
En los últimos meses Dilma alcanzó a preocuparse apenas de su futuro político, por tanto perdió la conducción del país. Está todo paralizado en el país. Entonces, o ella permanece y recupera el control de facto de la Cámara, del Senado, el tránsito político, la capacidad de encaminar leyes y soluciones o entonces un nuevo presidente tendrá que hacerlo. Porque las medidas económicas para colocar al país de vuelta al desarrollo son dolorosas.
—¿Cuáles serían?
—Pasa por corte de gastos del gobierno, de sueldos, de las inversiones estatales, eventualmente una reforma al sistema presidencial. Medidas todas muy impopulares y que van a encontrar resistencia en las clases organizadas como sindicatos, que verán esto como un retroceso político.
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