Las historias chilenas que hicieron eco en la pantalla grande de Qatar
Enmarcado en el proyecto Years of Culture 2025, el Doha Film Festival dedicó un espacio a producciones de Chile y Argentina, donde cuatro cortos nacionales mostraron cómo la ciudad, la migración y la diáspora dialogan con una audiencia a miles de kilómetros. Aquí hablan representantes de tres de las producciones.

La agenda cultural que ha unido a Chile y Qatar durante 2025 sumó un nuevo capítulo. En estas semanas, la pantalla grande se volvió a encender en Doha, con cuatro producciones nacionales que destacaron en la programación del Doha Film Festival, impulsada por Years of Culture 2025.
Entre salas de cine, conversaciones en los pasillos y funciones que reunieron a públicos de diversas partes del mundo, el evento abrió con una selección especial de cortometrajes de Chile y Argentina que abordan, cada uno desde su vereda, cómo el territorio configura identidades que se mueven, tensan y transforman.
Ciudades, diásporas y encuentros inesperados
Con “Al sol, lejos del centro”, Pascal Viveros y Luciana Merino eligieron mirar Santiago desde el ángulo de la ternura. La idea nace el 2019, en tiempos del estallido social, cuenta Viveros. “Así, como todo el mundo salió a la calle a exigir nuevas y mejores formas de vivir, empezamos a imaginar cómo sería la ciudad que queríamos habitar”, apunta. Ese gesto derivó en una búsqueda por volver a mirar lo cotidiano con más calma, distancia y afecto.
Su trabajo se construye a partir de planos generales recorridos en un zoom digital y que los directores usaron para huir de los formatos más habituales: “Queríamos que tuviese la sensación de cuando recién conoces a alguien, paseando, enamorándote, sintiendo que todo es nuevo”.

Ya en Doha, y donde estuvo hasta hace unos días, esa sensibilidad encontró un cruce curioso, pero reconoce que es imposible comparar ambas ciudades. El creativo comenta que la arquitectura y los códigos de convivencia se viven de forma muy distinta en Santiago. “Existe una gran conexión entre la población de Qatar y los latinoamericanos en la forma de ser, mucho más que con los europeos o personas de otras partes del mundo”, plantea.
Ese cruce entre territorios también está al centro de “Baisanos”, de Andrés y Francisca Khamis que se adentra en la identidad palestina en Chile a partir de la barra del Club Deportivo Palestino.
“El estadio de La Cisterna aparece como un ambiente idóneo para hacer un retrato no solo de la diáspora palestina, sino también de la relación entre estos dos territorios tan distantes”, comenta Andrés, sobre el recinto que visitaron desde pequeños junto a su padre. Sobre esto, dice que el club funciona como un archivo vivo en donde los símbolos nacionales de Palestina circulan desde 1920 como un puente entre generaciones.

La narrativa del corto une las voces de Muhammad Odeh, exentrenador del equipo Tulkarem, y la de la escritora Lina Meruane. “Esto nos permitió personificar la relación entre dos lugares muy distantes, pero que, de algún modo, se buscan mutuamente”, explica el director. La referencia a Darwish, Said y la carta de Yaser Arafat de 2003 añade otro nivel al diálogo.
En Qatar, la recepción fue especialmente viva entre el público joven, dice Khamis. “Muchos se sorprendieron al ver cómo un club deportivo puede transformarse en un puente simbólico entre dos territorios distantes”, señala, y recalca que, de esta manera, el festival abrió un espacio para conversar sobre memoria, pertenencia y comunidad más allá del deporte.
Infancia, frontera y migración en movimiento
“Atardecer en América”, dirigido por Matías Rojas Valencia y producido por Françoise Nieto-Fong, llegó a Doha para mostrar sus contrastes. La obra se sitúa en la frontera entre Chile y Bolivia, instalando el foco en la espera. “Narrar lo que ocurre en la ruta migratoria del Altiplano Andino durante el día, cuando los migrantes no están transitando”, explica, argumentando que en esos paisajes tranquilos se esconde otra historia y que resulta profundamente dura.
La voz protagonista del corto es una niña de 13 años que cruzó la frontera en la madrugada. “La infancia permite ver la migración no sólo como un hecho social complejo, sino como una experiencia emocional donde conviven miedo, asombro y esperanza”, dice Rojas. Esa perspectiva repara en detalles que los adultos, sugiere, tienden a omitir y que contrasta con la mirada pública que suele reducir la migración a cifras. “Las personas migran por diferentes razones, y muchas de ellas —y ellos— son niños”, recuerda el director.

Para el productor Françoise Nieto-Fong, el diálogo del corto con Doha fue inmediato. “Los países árabes tienen muy presente, más que en Latinoamérica, que las fronteras artificiales creadas por intereses externos dividieron pueblos ancestrales y alteraron la dinámica de comunidades nómadas”, explica.
En Qatar, el tema es parte de la realidad diaria, sea por migración interna o por los flujos laborales del Golfo Arábigo. Esa cercanía facilitó que el corto conectara. “Con Doha hemos iniciado un puente de colaboración creativa y de sensibilidad artística y profesional”, dice, y luego añade: “Comprender a personas de culturas diferentes y construir amistades es también un camino hacia la paz”.
La experiencia en el festival también fue una oportunidad concreta para los equipos participantes. “Esperamos que esta experiencia sea una oportunidad para acercar ‘Atardecer en América’ a nuevos territorios y conectar con públicos muy distintos al nuestro”, afirma Nieto-Fong.
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