SEÑOR DIRECTOR:

Chile ha dejado de ser un territorio de paso para convertirse en un espacio de operación del crimen organizado. Lo que antes parecía un fenómeno lejano hoy se encuentra instalado en barrios, ciudades y avanza con fuerza hacia las instituciones del Estado. La reciente detención de suboficiales del Ejército por vínculos con el narcotráfico no es un hecho aislado, sino una señal más del avance sostenido de la criminalidad organizada.

Frente a este escenario, Chile no puede seguir improvisando. El crimen organizado representa una amenaza, quizás la más grave, que debilita la democracia, captura territorios, corrompe instituciones y pone en riesgo la seguridad nacional en su conjunto.

El nuevo Ministerio de Seguridad Pública y la formulación de una Política Nacional de Seguridad Pública representan una oportunidad histórica para construir una estrategia de Estado, con principios rectores claros, evaluación continua basada en evidencia y liderazgo político del más alto nivel. El país necesita una hoja de ruta ambiciosa, que articule a las instituciones, integre inteligencia estratégica, coordine respuestas multisectoriales y fortalezca la cooperación territorial bajo objetivos comunes. Si no se actúa con decisión, el crimen organizado no solo se tomará nuestras calles, sino también el corazón del Estado.

Francisco Alcorta

Investigador del programa Política y Sociedad Civil LyD