El regreso de aquellos Buenos Muchachos

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Ray Liotta, Robert De Niro, Paul Sorvino y Joe Pesci en Buenos muchachos (1990), de Martin Scorsese.

Imitada hasta la saciedad y referente del género gangsteril, la película de Martin Scorsese llega en copia restaurada el 8 de junio. A diferencia de El padrino, retrató a la mafia desde la cotidianeidad.



Sus frases y diálogos son explosivos. Cada cierto tiempo alguien nuevamente los copia, los tributa o hace una parodia de ellos. Es lo que pasa con los clásicos. Expresiones como "Desde que tengo memoria siempre quise ser un gángster" o "Acaso piensas que soy gracioso" (pero mejor "You think I'm funny", en el inglés original) le dieron a Buenos muchachos (1990) aquel clima familiar y al mismo tiempo violento que la diferenció de El padrino (1972), el otro gran clásico americano de la mafia.

A 29 años de su estreno, el filme de Martin Scorsese llega a las pantallas chilenas con una copia restaurada en el sistema 4K que se estrenará el 8 de junio en cuatro salas santiaguinas y cinco de regiones del complejo Cinemark. Se trata de la versión realizada a propósito de los 25 años del filme y que en su momento se exhibió en el Festival de Cine de Tribeca del 2015.

Elegida ese mismo año como la mejor película de Scorsese sobre Taxi driver y Toro salvaje por los lectores de la revista Rolling Stone (aunque, al revés, los críticos del mundo privilegiaron estas dos últimas en la célebre encuesta de Sight and Sound en el 2012), Buenos muchachos es una película infaliblemente influyente y entretenida.

De la misma manera que El padrino sembró la mitología en torno a la figura del gángster patriarcal y con códigos de honor, Buenos muchachos estableció el ADN del mafioso hiperviolento y charlatán, capaz de hacer chistes y matar al mismo tiempo. En ese sentido, el personaje de Tommy DeVito (Joe Pesci) es antológico.

La lista de películas y series de televisión que nacieron bajo la sombra de los personajes de Buenos muchachos da para mucho, pero es probable que la nómina de filmes formateados a imagen y semejanza de su estilo nervioso y fracturado sea aún mayor. Las huellas de sus voces en off, sus tomas congeladas, sus zooms imprevistos, sus actores hablando a la cámara o su banda sonora pop se hallan ya en Pulp fiction (1994) de Quentin Tarantino -que parte por la mitad, igual que Buenos muchachos- y Los sospechosos de siempre (1994) de Bryan Singer, dos obras con diálogos chispeantes en boca de criminales con verborragia.

En los últimos años, aquella influencia fue descaradamente evidente en Escándalo americano (2013) de David O. Russell y Black mass (2015) de Scott Cooper, ambas con delincuentes carismáticos, informantes de la mafia y soundtracks sacados del rock y pop de todos los tiempos.

Sin embargo es posible que el mejor apóstol de Buenos muchachos haya sido Los Soprano (1999-2007), la serie que al igual que el filme de Martin Scorsese bajó a los gángsters del pedestal y los puso en contacto con la cotidianeidad. Su creador, David Chase, siempre reconoció la influencia y, es más, 27 actores de Buenos muchachos terminaron actuando en la recordada serie, empezando por Lorraine Bracco, la psiquiatra de Tony Soprano, y siguiendo con Frank Vincent, apuñalado en la maleta de un auto en Buenos muchachos y antagonista de Tony en la serie.

Historia de un delator

Los gángsters de Buenos muchachos no son arquitectos del crimen organizado como Michael Corleone, sino que apenas sobrevivientes. El más listo es el que llega más lejos y en esa carrera hasta la delación vale, algo que jamás habría sido perdonado en El padrino.

A la larga, el más despierto es Henry Hill (Ray Liotta), que es apadrinado de pequeño por Jimmy Conway (Robert de Niro) y Paul Cicero (Paul Sorvino). También es muchacho cuando da a conocer su famoso manifiesto de vida: "Para mí, ser gángster era muchísimo mejor que ser presidente de los Estados Unidos". Y sobre los 40 y tantos años, decide olvidare de los buenos muchachos para salvarse el pellejo, transformándose en informante del FBI.

Otra vez surge la comparación pertinente con El padrino: la película de Francis Ford Coppola se basó en un bestseller de ficción; la de Scorsese en Wise guy, libro de Nicholas Pileggi, un periodista que conocía de primera mano las grandezas, pero sobre todo las miserias del hampa neoyorquina. El título lo dice todo ("Tipo listo") en una obra que es el testimonio de vida de un hombre sujeto al programa de protección a testigos.

Buenos muchachos ganó el León de Plata a Mejor director en el Festival de Venecia de 1990 y luego fue nominada a seis premios Oscar, de los que sólo obtuvo el de Mejor actor secundario para Joe Pesci por el irascibe Tommy DeVito. Los Oscar a Mejor película y director fueron para Danza con lobos y su realizador Kevin Costner, grandes triunfadores de aquella velada.

No era la primera vez que el realizador ítaloamericano perdía con filmes menores. Ya le había pasado con Toro salvaje, que en 1980 fue pasada por alto ante Gente como uno, de Robert Redford, otra cinta de un actor-director-debutante que se llevó el doblete Mejor película y Mejor director.

En 1995 Scorsese trabajó otra vez con Nicholas Pileggi en el guión de Casino (1995), reuniendo por tercera vez desde Toro salvaje a De Niro y Pesci. La película era más ambiciosa que Buenos muchachos, aunque apenas logró postular infructuosamente al Oscar a Mejor actriz para Sharon Stone.

Pero Martin Scorsese es más listo que el resto, igual que sus protagonistas. Obtuvo el Oscar a Mejor director en el 2007 por Los infiltrados (2006), con Leonardo DiCaprio y Jack Nicholson, como policía y capo mafioso respectivamente.

Este 2019, para seguir haciendo el cine que quiere y no renunciar a sus estándares, logró el apoyo de Netflix: le financió The irishman, otra gran producción del hampa, de nuevo con De Niro y Pesci, seguramente a estrenar en septiembre en el Festival de Venecia. Es el regreso de aquellos buenos muchachos.

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