Sobre el arte de la monstruosidad: La comemadre del escritor argentino Roque Larraquy

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La novela -finalista del National Book Award de Estados Unidos y alabada por Ignacio Echeverría y Samanta Schweblin - llega a Chile bajo el sello Kindberg.


Dos partes: la primera en Temperley, provincia de Buenos Aires, en el lejano 1907; y la segunda en la capital del país, en 2009. Varios protagonistas: un grupo de médicos que inician un experimento de cortar cabezas, en 1907; y un artista contemporáneo que trabaja con partes amputadas del cuerpo humano, en 2009. Y un tono narrativo fino y a la vez abundante en humor negro.

Así va La comemadre, la novela de Roque Larraquy, (Buenos Aires, 1975), guionista y profesor de narrativa literaria y audiovisual, además de director de la licenciatura en Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes. Esta, su primera novela, fue publicada hace casi diez años en español y ahora, desde hace un tiempo, desde el empujón que recibió al ser nominada -por primera vez para una obra de lengua no inglesa- al National Book Award de Estados Unidos, tiene una segunda y tercera vida.

Y en tierras anglo no solo recibió aquel premio: la traducción al inglés, obra de Heather Cleary (también traductora de Sergio Chejfec y Oliverio Girondo), fue nominada al National Translation Awards 2019 en USA, y al International Dublin Literary Award 2020, Irlanda. También fue traducida al francés, y en breve se publican sus traducciones al portugués, árabe y griego. "Parece que La Comemadre yanqui tuvo buena sobrevida. La traducción de Heather y la nominación a ese premio ayudaron mucho a su difusión y recepción crítica", dice el autor. "Un detalle simpático es que la novela circula como perteneciente al género de 'horror', algo que no ocurrió en su vida en español; eso la hace llegar a un público juvenil inesperado".

-¿Qué es "comemadre"? El título llama la atención, tiene como una disonancia y como que suena fuera de lugar, en el buen sentido.

En la novela, comemadre es un organismo vegetal y animal que al reproducirse se come a sí mismo de adentro para afuera. Es también una palabra sin sutileza, un neologismo rústico. Sin artículo, comemadre podría ser una metáfora o cargar con una resonancia psicoanalítica. Para evitarlo, el artículo la señala como una cosa, algo concreto: la comemadre.

-Cuéntame un poco sobre el proceso de escritura: La comemadre tiene dos historias. ¿Pensaste una primero y la otra después o al mismo tiempo?

-Desde el inicio la idea fue componer un texto en dos partes autónomas pero parasitarias una de la otra. La primera parte, "1907", un relato articulado con conflictos fácilmente identificables (una historia de obsesión romántica, un experimento vagamente científico) y una curva narrativa clásica, en un mundo del pasado. La segunda parte, "2009", algo así como un "relato del yo" descentrado que funciona como apéndice o afloración tumoral de la primera parte, en un mundo contemporáneo. Quería que la novela tuviera dos cabezas, como le ocurre a uno de los personajes, o, dicho de otro modo, que la duplicación y la autofagia le dieran cuerpo y forma al libro. Con esa idea general, el libro se escribió de atrás para adelante, es decir, de 2009 a 1907.

-Usando el presente como lente para entender un pasado, y en el caso de esta novela, un pasado medio bizarro…

-Sí. Lo mismo pasó con mis otras dos novelas, (Informe sobre ectoplasma animal, de 2014, y La telepatía nacional, que se publica este año), que se escribieron para atrás. El punto de partida del proceso de escritura es un episodio cualquiera de la historia que necesita ser desplegado. Cada escena, cada acción de los personajes, plantea una pregunta sobre causas, motivos, antecedentes, y para responderla hay que ir hacia atrás. Ese retroceso va abriendo el mundo de la historia mientras se escribe.

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Roque Larraquy ha dicho que empezó a escribir esta novela (casi siete años de trabajo) cuando se encontró con una publicidad de esas que parecen bromas. Malas ficciones. Fue en la revista Caras y caretas, fecha 1907. En esta aparecía un doctor que decía curar el cáncer. Era una foto con unas enfermeras fuera de foco y un jardinero cavando un pozo.

Puede que esa imagen resuma el tono de esta novela que ha conseguido espaldarazos de críticos como el español Ignacio Echavarría ("rezuma inteligencia, humor, cinismo, crueldad"), así como de la escritora Samanta Schweblin: "¿Es humor? ¿Horror? ¿Se trata de arte? ¿Ciencias? ¿Filosofía? Una cosa es segura: este es el tipo de libro que querrás recomendar a tus amigos una y otra vez, y aquí estoy, haciendo eso mismo".

-José Donoso, también muy fan de lo monstruoso, decía que lo monstruoso es un rostro con el cual nos escondemos durante malos tiempos. ¿Qué es para ti lo monstruoso?, ¿por qué te interesa?

-El cuerpo aceptable, la conducta normal, el sentido común, la moral, son básicamente horribles por la aceptación sumisa de un estado de las cosas discontinuo y estanco, cuando todo indica que el humano funciona en la continuidad y el cambio. El monstruo trae consigo una apertura del mundo que denuncia y hace burla de la norma y lo normal. Como figura literaria tiene potencia política propia, y una tradición extensísima de uso, por eso en la novela aparece en el matiz de un monstruo ya integrado, asimilado, que juega en los parámetros de su flamante normalidad.

-Esta bien podría haber sido una novela, digamos, como victoriana, oscura, etc., pero hay una consciencia de distanciarse y como desgranar la realidad a través del humor, entre otros elementos, ¿no?

-Creo que mundo de esta novela corre mejor si se mantiene visiblemente artificial, como un dibujo animado. De ahí el uso del humor y la distancia afectiva con los horrores que se cuentan. Para mi sorpresa, muchas lecturas que recibió parecen tomarla en serio, como si fuera una novela de impulso realista.

-Hay dos esferas temáticas que alimenta el libro: arte y ciencia. Estas se consideran como lejanas, por lo general. Pero tu libro (me parece) intenta decirnos lo contrario: juega con la idea, en base al paralelismo, de que tal vez no son tan diferentes. ¿Hay algo de esto?

-El arte se vale de la ciencia como fuente de inspiración y materiales desde hace un buen rato; no sé si funciona a la inversa. Más allá de esto, como disciplinas articuladas, tienen en común un modo de expresarse, un tipo de discurso. En cierto punto, el arte debe demostrar que lo es, al igual que la ciencia, por medio de un discurso persuasivo, que incluye argumentación, presentación de antecedentes y estrategias de posicionamiento y legitimación. La ciencia de principios de siglo xx, que fallaba mucho más de lo que acertaba, se hizo ciencia por prueba y error, y por la seducción de su prédica. Esa seducción de la palabra me interesa como material narrativo.

-Cómo fue el proceso de traducción con Heather Cleary: ¿metiste mano o lo dejaste todo en sus manos?

-Heather tiene un conocimiento increíble del idioma y en particular del dialecto rioplatense. Tuvo la deferencia de compartir conmigo sus borradores de traducción, que eran buenísimos desde el principio, y charlamos juntos sobre algunas frases y palabras. Fue un hermoso diálogo de meses que permitió conocernos.

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