Las leyendas y las mil vidas de Luis Sepúlveda, el escritor que murió de coronavirus

Tras permanecer internado desde el 29 de febrero, el autor de Un viejo que leía novelas de amor murió hoy en España, a los 70 años, producto de las complicaciones del coronavirus. Detenido tras el golpe de Estado y exiliado en los 70, vivía en Gijón hace 23 años. Admirador de las épicas revolucionarias y de Salvador Allende, dejó una obra de vocación popular donde resuenan las heridas del pasado, las violaciones a los derechos humanos y la conciencia ecológica.


A Luis Sepúlveda le atraía la épica de las batallas y las utopías latinoamericanas. Ex miembro del GAP, título que le gustaba lucir, el escritor chileno que residía en Gijón era parte de la generación que militó en el sueño revolucionario en los años 70. Una de sus últimas columnas publicada en Le Monde Diplomatique, dedicada a su esposa Carmen Yáñez, se titula Mujeres de mi generación, y en ella anota: “Fueron estudiantes, mineras, sindicalistas, obreras, artesanas, actrices, guerrilleras, hasta madres y parejas en los ratos libres de la Resistencia. Porque las Mujeres de mi generación sólo respetaron los límites que superaban todas las fronteras”.

Nacido en Ovalle en 1949, Luis Sepúlveda perdió hoy su última batalla. Ingresado el 29 de febrero en el Hospital Universitario Central de Asturias, el autor murió producto de las complicaciones del coronavirus a los 70 años. Tras participar en el festival literario Correntes d’Escritas, celebrado en Póvoa de Varzim, en Portugal, se sintió mal y fue el primer caso diagnosticado en Asturias.

Durante el período que permaneció en la UCI, el autor tuvo varios momentos críticos, de acuerdo con información de sus cercanos. Luego de un ligero repunte a inicios de esta semana, ayer su estado se agravó.

La familia dio a conocer un comunicado, firmado por su esposa Carmen Yáñez y su hijo mayor, Carlos, en el que agradece “de todo corazón” al equipo médico-sanitario del HUCA “su gran profesionalidad y entrega”, así como “las muestras de cariño recibidas durante estos días”.

Carmen Yáñez viajó con Sepúlveda a Portugal y estuvo internada bajo sospecha de coronavirus. Fue dada de alta el 18 de marzo y confiaba en la recuperación del escritor: "Le están probando un medicamento nuevo; ojalá tenga suerte”, decía entonces.

“Luis Sepúlveda recorrió desde muy joven casi todos los territorios posibles de la geografía y las utopías, y de esa vida inquieta supo dar cuenta, como dotadísimo narrador de historias, en apasionantes relatos y novelas”, dijo la editorial Tusquets en un comunicado.

Desde la publicación de El viejo que leía novelas de amor, en 1988, Sepúlveda desplegó una obra cruzada por las leyendas, que alcanzarían incluso a su propia vida. Apegado a su memoria y atraído por las historias de viajes, así como por los personajes perdedores o en lucha contra el sistema político y económico, Sepúlveda logró una amplia audiencia de público, especialmente en Europa.

Formado en los discursos anti imperialistas de los 60 y 70, Sepúlveda era autor de frases de resonancia popular: “América Latina limita al norte con el odio y no tiene más puntos cardinales”, decía.

Algunas de las historias que solía contar y que han comenzado a reproducirse en los obituarios, chocaban con la realidad. Eran parte de la leyenda que él mismo se construyó.

Mitos y fantasmas

Las historias de piratas y bandidos, las épicas revolucionarias y los relatos de exploradores estimulaban su imaginación. Esas narrativas inspiraron su obra y le otorgaron un sentido a su propia vida, que él solía definir como “la biografía de un fugitivo”.

Luis Sepúlveda tuvo mil vidas, todas cruzadas de un aire de leyenda: su historia cuenta que a los 16 años se empleó en un barco ballenero; que aprendió literatura haciendo mistelas en casa de Pablo de Rokha; que después hizo teatro con Víctor Jara y que fue guardaespaldas de Salvador Allende. Tras el golpe militar fue detenido y torturado y en el exilio vivió con los indios shuar en la Amazonia y participó en la Revolución Sandinita.

Su historia literaria mencionaba también que su primer libro obtuvo el Premio Casa de las Américas de Cuba en 1969 y que nueve años más tarde logró el Premio Rómulo Gallegos, 20 años antes que Roberto Bolaño. Los datos de la realidad, en cambio, dicen que el premio cubano de 1969 lo obtuvo Antonio Skármeta, y que en 1978 el Rómulo Gallegos no se entregó.

De cualquier modo, Sepúlveda era un fabulador y en sus relatos solía fundir historia y ficción, mitos y realidad.

Luis Sepúlveda y su esposa Carmen Yáñez.

Las vidas de Luis Sepúlveda le dieron forma a su narrativa: su paso por la selva amazónica inspiró El viejo que leía novelas de amor, publicada en 1988; su viaje en el barco ballenero sería la base de Mundo del fin del mundo, y una visita a Tierra del Fuego, siguiendo los pasos de Francisco Coloane, fue la base de Patagonia Express. También incursionó en el romance policial con Diario de un killer sentimental y en la narrativa infantil de resonancia ecológicas con Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar.

Autor de un estilo llano y poco sofisticado, de trazos gruesos, en su obra las secuelas asociados al golpe de Estado y las violaciones a los derechos humanos fueron un tema recurrente. "Un escritor siempre está con sus fantasmas y, cuando comienza a escribir, estos, por supuesto, salen a la luz, para bien y para mal”, decía.

Polémicas

Escritor de carácter, mantuvo una áspera polémica con Enrique Lafourcade y Jorge Edwards en 1998 con motivo de la detención de Augusto Pinochet en Londres.

En una columna, Edwards escribió que “el episodio del general Pinochet en Londres ha provocado un remezón de la memoria y a la vez una fijación y una vuelta de imágenes que parecían enterradas". Sepúlveda le respondió con un artículo donde lo acusaba de rasgar vestiduras y en el que sostenía que hay dos Chiles, el de los vencedores y victimarios y el de las víctimas. De paso, criticó duramente Lafourcade por su novela Salvador Allende.

“El compañero presidente, su integridad política y humana no precisan de ninguna defensa, pero yo, que sí lo conocí porque me honro de haber participado en su escolta personal, los temibles, terribles, sanguinarios, antropófagos GAP, según la histeria pinochetista y el autor de marras, me rebelo contra la basura que pretendió ensuciar su nombre y su memoria”, escribió.

No fue la última de sus polémicas: más tarde sostendría una controversia con Roberto Bolaño. “Sepúlveda debería pedir perdón de rodillas en una plaza pública por lo mal que escribe", dijo el autor de Los detectives salvajes.

En el año 2002, incursionó en el cine como director, con Nowhere, un filme con gran elenco, encabezado por Harvey Keitel, y discretos resultados. Su argumento era muy fiel al imaginario del escritor: la historia de un grupo de revolucionarios custodiados por militares.

Una de sus últimas columnas en Le Monde Diplomatique la dedicó al estallido social en Chile. Allí anotó: “La paz del oasis chileno estalló porque las grandes mayorías empezaron a decir no a la precariedad y se lanzaron a la reconquista de los derechos perdidos. No hay rebelión más justa y democrática que la de estos días en Chile. Reclaman una nueva Constitución que represente a toda la nación y su diversidad, reclaman la recuperación de cuestiones tan esenciales como el agua y el mar también privatizado. Reclaman el derecho a estar presentes y a ser sujetos activos del desarrollo del país”.

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