“Era el más alegre de los tres”: el retrato de Neil Armstrong a Michael Collins en su biografía

Edwin "Buzz" Aldrin, Neil Armstrong y Michael Collins, en 1969. (AP Photo/File)

En el libro que mejor detalla la vida y trayectoria del primer hombre en pisar la luna, se describe a Collins -quien falleció hoy a causa de un cáncer a los 90 años- como un tipo bromista y culto, quizás la contraparte de un Armstrong de personalidad mucho más sombría.


A todo hombre que hace historia se le adhieren leyendas y etiquetas que el tiempo sólo se encarga de amplificar. “El hombre más solo de la historia”, fue el apodo que usó la NASA para ilustrar en términos simples la contribución del astronauta Michael Collins a la misión del Apolo 11 que el 20 de julio de 1969 pisó la luna: mientras él permaneció en órbita en el módulo de mando, sus colegas Neil Armstrong y Edwin “Buzz” Aldrin se llevaban la atención de la Humanidad completa al caminar sobre el satélite natural.

“Collins era el más alegre de los tres”, es la definición aún más cercana y coloquial que se puede leer en El primer hombre, la biografía acerca de Neil Armstrong de James R. Hansen editada en 2005, quizás la más detallada en torno al hombre que marcó el siglo XX y donde, por supuesto, hay menciones frecuentes a su relación con Collins.

El texto subraya una y otra vez que Armstrong estaba feliz de compartir la misión más trascendente de su vida con Collins, lo que equilibraba cierto recelo y lejanía que sentía hacia Aldrin, de personalidad muy diferente.

De hecho, según desliza el libro, es posibe que Armstrong haya visto a Collins como su contraparte más luminosa: ahí donde él asomaba como un hombre introvertido y sombrío, su camarada brillaba como alguien más pagano y con un palpitante sentido del humor.

Parte de una familia de militares -su padre fue general en la Primera Guerra Mundial y su hermano fue jefe de operaciones de un batallón de artillería en la Segunda Guerra Mundial-, los primeros años de la vida de Collins tuvieron una naturaleza nómade y cambiante. “Al ser hijo de militar, Mike se mudaba a menudo de un estado a otro”, cuenta El primer hombre.

Después sigue: “Sin embargo, pese a los frecuentes traslados, siempre fue popular entre los demás niños y los profesores. Era un líder nato y tenía la habilidad de llevarse bien con los demás, pensar con claridad y expresarse adecuadamente”.

Collins murió este miércoles a los 90 años. (AP Photo/Charles Krupa)

En torno a su vida profesional y personal, en 1956 ya estaba en la Fuerza Aérea y formó parte de un escuadrón de cazas F-86 destacado en Francia, mientras que un año después se casó con una joven de Boston llamada Patricia. En 1966, participó en la misión tripulada espacial Gemini 10, su primer vuelo de tal envergadura, para después alistarse para integrar el módulo de mando del que sería el Apolo 8. Sin embargo, debido a una operación en la columna vertebral, fue sustituido por Jim Lovell. Gracias a su pronta recuperación, fue emparejado con Armstrong y Aldrin para el Apolo 11. Y, en rigor, para la leyenda.

“En menos de ocho años, Collins pasó de ser un aviador de cazas de combate con problemas para acceder a la escuela de pilotos de pruebas, a convertirse en el piloto del módulo de mando del primer alunizaje. A Neil le caía bien, pues era animado y bromista, y por otro lado también era dado a la reflexión, elocuente y culto. Mucho después de la misión del Apolo 11, Mike comentaría: ‘Me habría parecido más normal una relación más estrecha, aunque desde luego no es necesaria para el éxito o la finalización satisfactoria de un vuelo espacial. Aún reconociendo que soy una persona solitaria, me parece extraña nuestra tendencia como tripulación a transferir sólo información esencial en lugar de ideas o sentimientos”, cuenta el libro.

Pese a ello, a Armstrong nunca se le borró la sonrisa: siempre estuvo feliz de tener cerca a Collins cuando mencionó aquello de “este es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”.

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