
Crítica de discos: Led Zeppelin es leyenda, Slipknot es brutal y Suede ríe al último
Las novedades discográficas de los últimos días se tornan gigantes, con nombres mayúsculos de sus respectivos géneros: Led Zeppelin, Slipknot y Suede siempre tienen algo que decir. Y lo dicen fuerte.

*Suede - Antidepressants
Inmersos en una trilogía iniciada con Autofiction (2022), a concluir antes del cierre de la década, este segundo capítulo bautizado Antidepressants confirma a Suede en un periodo de creatividad atípico para una banda de su trayectoria.
Si en el título anterior el pulso bordeó una aceleración punk, ahora se internan en el siguiente ciclo creativo del rock de las islas británicas, de contornos góticos. Las guitarras históricamente dominadas por una amalgama entre la batuta de Mick Ronson decorando al Bowie glam y el cortinaje de Johnny Marr, esta vez indagan en el post punk en la clave de Keith Levine en PIL, y una alternancia de texturas cristalizadas y otra crujientes propias de los ochentas, condensadas en el corte homónimo.
El trabajo en las seis cuerdas, antes monopolizado por Richard Oakes, ahora dialoga con Neil Codling, el tecladista que progresivamente se desdobló en guitarras, todo en notorio beneficio compositivo que brilla, por ejemplo, en Sweet kid. El bajo de Matt Osman continúa en faenas sigilosas de sinuosos dibujos, pero roba cámara en Trance state, inspirado en leyendas como Simon Gallup y Peter Hook. El drama convertido en magnificente balada, una de las especialidades de la casa, se renueva en Somewhere between an atom and a star con un filo más rockero. En la saga del Britpop, Suede definitivamente sigue siendo aquel que ríe al último.
*Slipknot (25th anniversary edition)
El debut de Slipknot aún azota como una implacable tormenta con permanentes ráfagas de desquiciamiento y violencia inusitada.
En este primer paso oficial, el nü metal de los enmascarados de Des Moines exhibe una debilidad flagrante por los primeros discos de Korn -la razón de la convocatoria de Ross Robinson como productor-, pero también propone un elemento diferenciador: la velocidad suicida y la estética del terror asociada al thrash y el death metal.
El primer tercio entre (sic) y Spit it out, involucra una escalada de guturalidad y rabia insólita propulsada por la batería inconfundible del difunto Joey Jordison, brutales y precisas percusiones azotando fierros y tambores, tornamesas chirriantes, y un juego de guitarras que ataca en modo dron monstruoso, sin posibilidad de escapatoria. Hay algo claustrofóbico en la intensidad -¿cuánto más se puede gritar desaforado en un disco?-, que a la vez contribuye a la entereza artística del álbum como una oda al desborde mental.
La edición aniversario contempla las habituales y saludables mejoras en el sonido de esta clase de lanzamientos, numerosos demos, y mezclas alternativas de piezas claves como el single Wait and bleed a cargo de Terry Date (Soundgarden, Pantera), que solo palidece ante la artesanía de Ross Robinson para armonizar la blitzkrieg de Slipknot, donde cada miembro no se contenta con menos que vaciar el cargador.
*Led Zeppelin - Live EP
Esta selección de cuatro cortes en vivo celebra el medio siglo de Physical graffiti, el único álbum doble de Led Zeppelin en estudio ajeno a la concepción tradicional de una obra de tales características, en una mixtura de nuevas canciones y material de archivo que merecía la luz.
Las piezas del lanzamiento no son precisamente una novedad, ya contenidas en el DVD de 2003, que resume distintas etapas en directo durante una década. In my time of dying y Trampled under foot corresponden a los conciertos de 1975 en Earl ‘s court, cuando la banda era lo más grande que existía en el planeta, mientras Sick again y Kashmir pertenecen al triunfal regreso de 1979 en Knebworth.
El grupo enfilaba a los 80 con nuevos bríos, hasta que la muerte de John Bonham puso la lápida a la historia del cuarteto. Aunque las interpretaciones son fieras, en el show de Knebworth se percibe que Led Zeppelin, lejos de resentir las consignas en contra por encarnar a dinosaurios del rock, se expresaba monumental y majestuoso acorde a su estatura, consciente de haber encarnado la década del setenta como ninguna otra propuesta.
Robert Plant está en mejor forma vocal asumiendo que los alaridos quedaron atrás, y lo mismo el resto de la banda, con John Paul Jones en un virtuoso rol orquestal entre bajo y teclados, Jimmy Page más focalizado y con menos chamuyo en los solos, y Bonham clavando el golpe de un gigante.
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