Culto

Cuando Violeta Parra le escribió a Víctor Jara tres villancicos navideños en una tarde

Cuando el asesinado cantautor era parte del conjunto Cuncumén en los años 50, le pidieron que corriera hacia donde Parra para solicitarle un par de villancicos para completar un álbum. La artista aceptó de inmediato: estaba convencida que Jara también poseía un talento mayúsculo.

Cuando Violeta Parra le escribió a Víctor Jara tres villancicos navideños en una tarde

Cuando la forma tradicional de celebrar la Navidad llegó a América en el siglo XVI, también arribó algo así como su banda sonora: los villancicos, un canto popular que celebraba la fiesta y el origen del niño Jesús.

En las distintas latitudes del continente, con las décadas los cánticos y las melodías fueron adoptando distintos rasgos según la geografía o la idiosincrasia. En el caso chileno, las piezas navideñas se acercaron a la tonada campesina.

Por eso, cuando a partir de los años 40 distintos recopiladores del folclor autóctono -partiendo por Margot Loyola y Violeta Parra- empezaron a nutrirse de las creaciones del Chile profundo, se toparon con muchas formas y dimensiones de villancicos.

De esa manera, el grupo Cuncumén, quizás la mayor institución folclórica surgida en el país a mediados de los años 50, cogió varios villancicos y los convirtió en un álbum bautizado simplemente como Villancicos chilenos, editado por Odeon en 1959. Posiblemente es uno de los primeros títulos de la música popular chilena consagrado al género, una veta popular que después explorarían figuras tan disímiles como Cecilia Echenique, Luis Jara o Américo.

Por esa fecha, Cuncumén estaba integrado por Helia Fuentes, Silvia Urbina, Nelly Bustamante, Adriana Ordenes, Alejandro Reyes, Juan Collao, Jaime Rojas y dos nombres que años después escalarían como integrantes medulares de la Nueva Canción Chilena, Rolando Alarcón y Víctor Jara.

Navidad en una tarde

Gran parte de ellos habían sido alumnos de los cursos de folclor que Margot Loyola dictaba desde 1949 en sus Escuelas de Temporada en la Universidad de Chile. Además, habían debutado como parte de la serie de discos El folklore de Chile que Violeta Parra había iniciado en 1956 en el sello Odeon bajo la dirección artística de Rubén Nouzeilles. O sea, tenían a Loyola y Parra como referentes absolutos de su proceso de origen, despegue y desarrollo.

Pero les había llegado el minuto de caminar de manera más independiente. De ese modo se decidieron lanzar a diseñar el álbum de villancicos: habían logrado acumular diez temas navideños; seis eran recopilaciones, de Margot Loyola, Violeta Parra y el propio conjunto, y cuatro originales, de la misma Loyola y de Rolando Alarcón, según describe el minucioso libro Víctor Jara. 150 canciones y un poema. Grabaciones 1957-1973, del periodista Jorge Leiva.

Sin embargo, en las sesiones de grabación se dieron cuenta de que era poco repertorio para cubrir los tiempos de un disco completo de poco más de 22 minutos por lado, por lo que necesitaban tres composiciones más. ¿Qué podían hacer? ¿A quién podían pedir ayuda?

El restringido tiempo que tenían para utilizar los estudios de grabación de la discográfica los obligó a decidir rápidamente y debieron recurrir a Violeta Parra para que escribiera los villancicos que faltaban, atendiendo a su talento torrencial para despachar canciones. Su genialidad, en rigor, era incuestionable.

Así lo relata el libro En busca de la música chilena, de José Miguel Varas: “Le pidieron entonces a Víctor, que era el único que podía ir de inmediato (porque tenía que ser ese mismo día), que fuera donde la Violeta y que le dijera que, por favor, compusiera tres villancicos urgentes para el Cuncumén, que estaba grabando. Víctor tenía dudas pero cumplió el encargo. Y Violeta Parra, sin vacilar, compuso esa misma tarde los villancicos que faltaban”.

Canto a lo divino

Con los años, algunos integrantes de Cuncumén han precisado que el proceso -y el arrebato- tuvo algo más de tiempo y que la cantautora demoró quizás entre un viernes y un lunes. Como fuere, el lapso fue tan veloz como la amabilidad de Violeta.

La artista por esos días tenía 41 años y en esa etapa estaba terminando su autobiografía en décimas y escribiendo Cantos folklóricos chilenos (1959), según detalla Leiva en su texto.

Así, los villancicos que la autora le pasó a Jara fueron Doña María le ruego, Entonces me voy volando y Décimas por el nacimiento. En el primero, Violeta pidió expresamente que Jara lo interpretara con su voz solista: lo admiraba desde sus años formativos y siempre fue la principal impulsora de su carrera. En una propia entrevista en El Siglo de dos años después lo dijo: “Dentro del Cuncumén hay un elemento masculino que interpreta las canciones folclóricas increíblemente bien, y que es Víctor Jara”.

Doña María le ruego retrata la imagen de los fieles a la puerta del pesebre llamando a María y José para que les permita ver al niño Jesús.

El libro de Leiva asevera: “En la canción habla un campesino que ha venido desde los campos de Niblinto, la localidad de Ñuble donde Víctor Jara pasó precisamente sus primeros años de vida”.

El otro villancico, Entonces me voy volando, es de tipo más festivo y Jara lo interpreta con otro miembro de Cuncumén, Alejandro Reyes, acompañados sólo con una guitarra.

Finalmente, en Décimas por el nacimiento, Jara recupera la voz solitaria y aquí se celebra la llegada de Jesús al mundo. Como su nombre lo dice, Parra al escribirla abrazó las décimas, la forma literaria que ocuparía en muchos tramos de su cancionero posterior.

Pero, por sobre todo, es uno de los tantos puntos que la conectó con Víctor Jara. Dos emblemas de la cultura popular chilena hermanados por el canto más insigne de la Noche Buena.

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