
El silencio de los inocentes, Hannibal Lecter y el regreso de un portento con el miedo como eje
En las pantallas de Mubi acaba de llegar la recordada cinta de 1991 dirigida por Jonathan Demme. En sus roles estelares, se lucieron Jodie Foster y Anthony Hopkins, y entre ambos se generó una curiosa dinámica durante el rodaje. Esta es la historia.

Cuando la joven aspirante del FBI Clarice Sterling camina por un pasillo de la cárcel en busca del Dr. Hannibal Lecter, siente los ojos de los reclusos sobre ella. Cualquier cosa podía pasar, y esa inquietud e incomodidad la acompañaron paso a paso. 30 años después, la actriz que le dio vida, Jodie Foster, continuaba recordando esa escena.
“Fue un escenario tan inquietante. Todos los presos diferentes, todos muy oscuros y de mal humor, y de repente llegamos a Lecter: es muy brillante y una especie de iluminación fluorescente y bidimensional”. Es que, como veremos, el papel de Hopkins fue abrumadoramente real.
Lecter era interpretado por un monumental Anthony Hopkins, en el papel que se lleva las miradas de El silencio de los inocentes, la inolvidable cinta de 1991 dirigida por Jonathan Demme y que acaba de volver al streaming por las pantallas de Mubi.

Sterling busca la ayuda de la brillante (y macabra) mente de Lecter -un antiguo psiquiatra forense- para que le ayude a dar con un asesino en serie -quien se hace llamar Buffalo Bill- que asola al país. Este, suele dejar una particular “firma”: una crisálida en las gargantas de sus víctimas, generalmente mujeres jóvenes, además de arrancarles la piel. Esto desconcierta al FBI. Lecter accede a cooperar, pero a cambio, exige a Clarice un quid pro quo, es decir, le dará la guía que necesita sobre Buffalo Bill por el trueque de detalles de su vida personal. Clarice, incómoda, acepta. No tiene otra opción.
Foster se encontraba en estado de gracia. Acababa de ganar, en 1989, un Oscar a Mejor Actriz por interpretar a Sarah Tobias en The Accussed, una mujer víctima de una violación pública y cuyo testimonio es puesto en duda por la justicia estadounidense. Por su lado, Hopkins, era un actor reconocido pero al que le faltaba el gran salto. Y al leer el guión supo lo que tenía entre manos.

“Recuerdo que estaba en Londres en 1989, haciendo una obra de teatro llamada M. Mariposa. Mi agente envió un guión. Él dijo: ‘¿Por qué no lees esto? Se llama El silencio de los inocentes. Dije: ‘¿Es un cuento para niños?’. Era una calurosa tarde de verano, llegó el guión y comencé a leerlo. Después de 10 páginas, llamé a mi agente. Dije: ‘¿Es esta una oferta real? Quiero saber. Este es el mejor guión que he leído’“, recordó en una entrevista años después.
“Leí el resto del guión y Jonathan vino un sábado por la tarde y cenamos. Y dije: ‘¿Esto es real?’ Y él dijo: ‘Sí’. Dije ‘Ok’. Era un tipo maravilloso con quien trabajar. No podía creer mi suerte", y a renglón seguido reconoció que también “tenía miedo” de hablar con Foster. “Ella acaba de ganar un Oscar”.

Así comenzó el rodaje, pero entre esas extensas horas de filmaciones y pausas se generó algo muy particular entre ambos protagonistas. “Entonces hicimos toda la película, él estaba detrás de esos bloques de vidrio cuando estaba en su celda, y como las escenas eran largas lo encerraban al inicio de día y se quedaba ahí -recordó Foster-. Y al día siguiente él estaba del otro lado y yo aquí. Llegamos al final de la película y nunca tuvimos una conversación”.
“Nunca hablé con él. Daba miedo. El primer día tuvimos una lectura de guión, yo llegué temprano, después fui al baño y cuando volví estaban todos sentados. Hicimos la lectura de la película y al final no quise hablar con él nunca más. Estaba petrificada”; recordó Foster en una entrevista posterior.

El miedo es quizás el eje central de la película, esa capa subterránea que se insinúa pero que no se ve. Y Foster no fue la única que lo sintió. Así lo recordó en una entrevista posterior. “En el último día (de rodaje) estaba comiendo un sandwich de atún, y él (Hopkins) se me acercó. Se puso cerca y le dije: ‘Te tenía mucho miedo’, y él me dijo: ‘¡Yo te tenía miedo a ti!’ (ríe). Fue gracioso porque, ¿quién me podría tener miedo? “.
De alguna forma, la subjetividad que logra el filme -que interpela al espectador- se logró gracias a una técnica que trabajó Demme. “Muchas de las escenas de El silencio de los inocentes fueron hechas a la cámara, que es una técnica rara con la que salió Jonathan Demme, que era una técnica de Hitchcock -recordó Foster-. La mayor parte del tiempo cuando él (Hopkins) decía sus líneas no me miraba a mí, sino que miraba directo a la cámara. Yo estaba atrás, en algún lugar donde no me podía ver”.
Según recoge Variety, Hopkins se basó en dos fuentes para construir su interpretación de Hannibal Lecter. La primera, HAL 9000, la antagonista robótica de 2001: Una odisea del espacio. “Es como una máquina -dijo Hopkins sobre Lecter- Simplemente aparece como un tiburón silencioso”; y la segunda, una persona real, no un asesino ni un caníbal sino Christopher Fettes, un mordaz profesor que le dio clases a Hopkins en la Real Academia de Arte Dramático. “Tenía una voz mordaz y te hacía pedazos. Su análisis de lo que hacías era tan preciso; es un método que me acompañó toda la vida”.

Para el crítico de cine de La Tercera, Rodrigo González, Hopkins es la clave del filme. “Buena parte del éxito de El Silencio de los Inocentes es porque retrata de manera fascinante al antagonista, Hannibal Lecter. Me parece que las mejores películas tienden a tener un gran villano en vez de un gran héroe, desde El Padrino a La Guerra de las Galaxias. Los minutos en pantalla de Darth Vader son 8, pero ¡qué minutos! Los de Hannibal Lecter en El Silencio de los Inocentes son 15. Hay un gran preámbulo antes de que aparezca el psiquiatra caníbal y eso le agrega más tensión a la trama, define mejor el magnífico personaje de Clarice Starling, que es una agente del FBI un poco enigmática. No es de la elite, tiene un origen social humilde, pero es esforzada y es la mejor alumna en su generación. Esos flancos son percibidos con astucia por Hannibal Lecter, que le hace notar sus debilidades desde el primer encuentro, como si un tiburón detectara sangre".
“La película juega en ese nivel, el de la relación entre Clarice y Hannibal, y al mismo tiempo, por si fuera poco, nos cuenta el pesadillesco secuestro perpetrado por Buffalo Bill, el sociópata con su presa en el sótano. Es decir, El Silencio de los Inocentes nos golpea con información por todos lados, prefigurando el camino de filmes similares como Los Siete Pecados Capitales (1995), Los Desconocidos de Siempre (1995) o Zodíaco (2007)“.

González también destaca otro aspecto de la producción: “La música de Howard Shore, muy reconocible, nunca deja de asediar, sobre todo en ese constante uso de las ominosas cuerdas bajas y de los bronces, que retratan al perturbado Hannibal Lecter. De más está decir que las actuaciones de Anthony Hopkins y Jodie Foster están a la altura. O sobre ella, mejor dicho”.
“Jonatan Demme, el director, no era un genio ni un autor, pero sí un tipo sensible que sabía aunar diferentes talentos (actores, guionistas, compositores, directores de fotografía) para crear auténticos trabajos de equipo. Sus películas no tenían nada que ver entre sí, pero todas rompieron moldes dentro de la industria. Luego lo haría con Filadelfia, su siguiente cinta, otro clásico noventero”.
El silencio de los inocentes ganó los cinco Óscar principales: mejor película, mejor director (Demme),mejor actor (Hopkins), mejor actriz (Foster) y mejor guion adaptado (Ted Tally).
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