
José Ángel Cuevas, poeta: “El rock es una vitalidad, una fuerza. Un movimiento alegre”
Canciones rock para chilenos, su poemario de 1987, está de vuelta en las librerías nacionales en una reedición donde agrega otros poemas de su trayectoria. En charla con Culto, Cuevas recuerda el momento en que escribió esos versos, su gusto por el rock y los Beatles, además de recordar a viejos amigos, como Jorge Teillier: “Era un gran poeta”.

Fue su cuarto libro y se transformó en un neoclásico. En 1987, el poeta José Ángel Cuevas publicó Canciones rock para chilenos, un poemario donde despliega una poesía urbana, callejera, popular, en la que habla de los bares y la música, sobre todo el rock. Todo en un tono algo melancólico a ratos, pero también lúcido y vital. Ahí cita, entre otros, a los Beatles. “Una lluvia de discursos a la ciudad / Dagoberto toma ubicación frente al piano con su flor / y toca Yellow Submarine que todos desde atrás / Here comes the sun / corean / y llevan con las manos / Oh! Querida”.
O “La casa se cubrió de lluvias / un enjambre de mujeres chasconas / empezó a barrer furiosamente / limpiar calles / soplar nubes / Árboles / edificios grasientos”. O también: “Desde allí sentado / con el fonógrafo a mis pies, en medio de la foto / los miro. / Todos ríen, saltan, beben”.
Por estos días, Cuevas ve cómo el libro ha tenido una nueva vida. Canciones rock para chilenos acaba de volver a las librerías chilenas bajo el sello Lumen y su prestigiosa colección de poesía. El volumen además antologa otros poemas del autor, por lo que funciona también como una especie de resumen de su trayectoria.

A sus 80 años, “Pepe” Cuevas, como es conocido en el mundo literario, rebobina el cassette y recuerda con Culto el contexto de vida en el que estaba sumergido cuando escribió el libro. “Estaba terminando la dictadura, y pensé ‘voy a escribir lo que yo quiera, no más’, aunque me metan preso. No era mi primer libro, pero había dejado de escribir un tiempo largo por el miedo a caer detenido [N de la R: desde 1983, con Contravidas]. De todos lados caían presos artistas y escritores. Me pegué el salto y escribí no más".
Canciones rock para chilenos se ha convertido en una obra de culto. ¿Qué cree que la ha hecho resonar tan profundamente con el público?
Este libro lo escribí hace 38 años. Hay dos cosas, por un lado, hay poemas relativos a lugares, hablar de los países; y otros son poemas más veloces que le dan una significación al libro. Yo creo que ha gustado porque en estos poemas hay un movimiento, se nota el sentido de la vivencia.
El título mismo ya es una declaración. ¿Cómo se gestó la idea de fusionar la poesía con la estética y el espíritu del rock en esta obra?
Tal como dices, estas son canciones rock. O sea, el rock es una onda norteamericana, y la novedad acá es que son canciones rock, pero para los chilenos. Es recoger el arte musical norteamericano y meterlo en lo chileno. Me gustaba mucho el rock n’ roll y bailaba Elvis Presley, Los Ramblers, “el mundial del 62” (canta). Todo eso.
Hay muchas referencias a los Beatles, ¿qué significaba esa banda para usted?
Eran una alegría, felicidad. Me volvía loco bailando, provocaba un goce. Habían muchas bandas, pero los Beatles eran los mejores.
En su poesía usted habla del mundo popular, cotidiano, callejero, los bares, ¿por qué le interesó incorporar eso a la poesía?
(Piensa) Déjame contestarlo de una manera. Cuando chico, yo vivía en la calle Rosas con Teatinos y al frente, había un bar. Entonces, cuando tenía 11, 12 años, me paraba, miraba hacia adentro y los gallos estaban hablando, cantando, conversando, se reía, echaban bromas. Me atrajo mucho eso. Cuando más grande, me metí en la música y en la cuestión social de todos aquellos que estaban cantando y riéndose en los bares.

Le dedica unos poemas “a los viejos rockeros de siempre”. ¿Usted ahora se siente un viejo rockero de siempre?
(Piensa largo) Algo así. Con la movilidad y todo el goce que provoca (el rock), la persona se siente feliz. Cuando chico mi papá tenía una chaqueta de cuero y yo se la sacaba a escondidas, habían varios que andaban en motoneta. Uno hacía las cosas que quería pero nadie andaba diciendo “soy rockero”. No. Rosquero tampoco. Además de salir a pasear por ahí, los gallos bailaban rock n roll, entonces los otros son los que dicen “esos son rockeros”.
En unos poemas del año 2000 habla de que el rock es una subversión, ¿aún lo cree?
No. Al contrario, es una vitalidad, una fuerza. Un movimiento alegre. Incluso el rock de los hippies que eran tan contestatarios. El rock es un goce del cuerpo, un goce musical.
En el libro también hay una nostalgia por los tiempos de la UP, ¿cómo mira ese proyecto político hoy?
Con mucha fuerza, porque fue la única vez que el pueblo se hizo cargo de la dirección de Chile. Con mucha belleza teórica y todo eso gobernó Chile hasta que fue golpeado, asesinado por la derecha, por los ricachones.

En su tiempo, los poetas solían reunirse en la SECH o en la Unión Chica, ¿extraña esos tiempos?
Yo no iba mucho, pero sí, recuerdo ambos lugares, tanto la Unión Chica como la SECH. Era bonito. Me juntaba con Jorge Teillier o Rolando Cárdenas.
Y, ¿extraña a algún poeta que haya partido?
(Piensa) A Hernán Miranda, murió hace poquito, aunque no éramos tan amigos. A Tristán Altagracia, a ese sí lo extraño, era bueno para el hueveo. A Jorge Teillier lo extraño, era un gran poeta, nos juntábamos a conversar en la Unión Chica.
Hay mucha caminata en estos poemas, ¿le gustaba caminar?, ¿qué sacaba de esa experiencia?, ¿sigue caminando hoy?
Sí, sigo caminando. Observo las cosas que van pasando al lado de uno, los lugares viejos, las casas. Uno se va metiendo en todos esos planos y después se va para otro lado.
¿Cómo ve a Chile hoy?
Creo que ha pasado por varias fases, una que fue muy dura, pero creo que el país se está levantando y puede volver a retomar un destino distinto. Me acuerdo del estallido social, eso estuvo bueno.

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