Por Pablo Retamal N.La historia del olvidado y polémico rol de Argentina en la Guerra del Pacífico
El rol crucial que garantizó la victoria chilena en 1881 se gestó cuando Argentina renunció a la alianza con Perú y Bolivia. Su neutralidad, motivada por la debilidad militar y el temor a la escuadra chilena, culminó con la firma del Tratado de Límites que definió la frontera en la Patagonia.

La historia pudo ser diferente. Durante los primeros meses de 1873, una oferta llegó al gobierno de la Argentina: unirse al Tratado de Alianza defensivo que suscribieron Perú y Bolivia en febrero de ese año. El famoso Pacto Secreto. Seis años después, este se activó y se desencadenó la Guerra del Pacífico.
Pero entre esos seis años, entre que fue invitada a suscribir el Tratado y el inicio mismo del conflicto, Argentina terminó por sellar cuál sería su rol en el futuro conflicto, fuera de bando aliado. Pasó de una simpatía por los peruano bolivianos, a una neutralidad en los hechos, y posteriormente, la firma del Tratado de Límites de 1881 con Chile, en el que nuestro país cedió la Patagonia.
El rol que tuvo el país trasandino en la Guerra del Pacífico acaba de quedar relevado en el volumen Argentina en la Guerra del Pacífico (Legatum), del abogado Carlos Vásquez. Contactado por Culto, comenta que allende Los Andes efectivamente había una idea de sumarse al pacto Perú-Bolivia. Tanto es así que la idea fue aprobada por la Cámara de Diputados de la Argentina.
“Una vez que el gobierno argentino decidió adherirse al tratado de alianza con Bolivia y Perú, lo debió someter al pronunciamiento del congreso. Ahí fue aprobado por gran mayoría en la cámara de diputados, pasando luego al Senado”, dice Vásquez. Pero algo pasó, y la iniciativa no avanzó: “En este último, la tramitación se entrampó y se optó por postergar su discusión, producto de dificultades políticas de índole interna y conflictos con el poder ejecutivo. El tratado no fue rechazado por el Senado, lo que permitía la reanudación de su tramitación en cualquier momento”.

Pero aún falta una pregunta ¿Por qué Perú y Bolivia quisieron sumar a la Argentina al Tratado? Vásquez afirma: “Quisieron aprovechar la difícil coyuntura diplomática que se vivía entre Chile y Argentina durante ese período, producto de la falta de delimitación entre ambos países y las respectivas pretensiones acerca de la totalidad de la Patagonia, incluyendo al Estrecho de Magallanes. Con la unión y presión de tres países aliados, las posibilidades de Chile de alcanzar alguna solución favorable a sus intereses se verían ostensiblemente reducidas”.
¿Un dato curioso? Al momento de que el Congreso trasandino negoció el Pacto con Perú y Bolivia, Argentina era gobernada por el Presidente Domingo Faustino Sarmiento, un político, escritor y docente, que había residido...¡en Chile! exiliado entre 1831-1836 y 1840-1851 huyendo de la dictadura de Juan Manuel de Rosas. En nuestro país fue director de la Escuela Normal de Preceptores, la primera institución latinoamericana especializada en preparar maestros; y miembro fundador de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

Al momento de estallar la Guerra del Pacífico, Argentina mantuvo una neutralidad en los hechos, siendo que la opinión pública apoyaba al bando aliado. Fue entonces que el Presidente Aníbal Pinto nombró a José Manuel Balmaceda como ministro plenipotenciario ante el gobierno argentino con un objetivo claro: evitar como fuera que los trasandinos se sumaran al bando peruano-boliviano. Como fuera.
“La principal misión de Balmaceda al llegar a Buenos Aires al comienzo de la Guerra del Pacífico fue el obtener una declaración de neutralidad de Argentina así como evitar que, mediante los esfuerzos conjuntos de Bolivia y Perú, ese país se adhiriera efectivamente a la alianza y participara en la conflagración que ya se iniciaba -dice Vásquez-. Lamentablemente no pudo obtener un abierto compromiso de neutralidad por parte del gobierno argentino, ya que una declaración de esa naturaleza le acarrearía una fuerte oposición de la opinión pública, que abiertamente manifestaba sus preferencias por los países aliados. Ello era comprensible, si se recuerda que unos pocos meses antes – entre noviembre y diciembre de 1878 – Chile y Argentina habían estado al borde de la guerra".

¿Qué había ocurrido? Vásquez hace referencia al famoso Incidente del Devonshire en 1878, que mantuvo tensas las relaciones entre ambos países. “Fue la captura por la corbeta chilena Magallanes en octubre de ese año del barco Devonshire, que estaba cargando guano al sur de la desembocadura del río Santa Cruz, que se justificó invocando un permiso otorgado por autoridades argentinas. El gobierno chileno había declarado años antes que ejercería plena soberanía sobre todo el territorio ubicado al sur de ese curso fluvial, por lo que solo las autoridades chilenas podían autorizar actividades económicas en la zona y la Devonshire estaba infringiendo esa disposición, siendo requisada. El gobierno argentino ordenó la movilización y partida hacia el área de sus escasos medios navales, a los que ordenó que tomaran posesión de ambas riberas de la desembocadura del río Santa Cruz incluso por la fuerza si se encontraban con la escuadra chilena. El gobierno chileno se limitó a enviar a la escuadra hasta Lota, a fin de aprovisionarse de carbón. Además, envió a Arturo Prat como agente confidencial y al mayor de ejército y ex gobernador de Punta Arenas, Diego Dublé Almeyda para confirmar la presencia de los argentinos en Santa Cruz”.
Así, Balmaceda avanzó en una solución. “Finalmente, se firmó el acuerdo denominado ‘Fierro-Sarratea’ – por el ministro de RREE de Chile y el representantes de Argentina, respectivamente – que estableció un modus vivendi pero pese a hacer sido aprobado por el congreso chileno, fue rechazado por el argentino en junio de 1879″.
Hay que destacar que Chile siempre estuvo al tanto de lo que planeaban los vecinos gracias a una ayuda inesperada: la de embajador de Brasil en Santiago, Juan do Ponte Ribeyro. “Brasil representó un papel muy importante. Do Ponte Ribeyro fue el embajador en Santiago desde diciembre de 1873 y habría sido quien entregó una copia del texto del tratado secreto de 1873 al canciller Adolfo Ibáñez. Sin embargo, quien había podido conseguirlo fue el embajador de Brasil en Lima, Pereira Leal, el que lo envió a su cancillería y luego esta, le habría dado instrucciones a Do Ponte Ribeyro de compartirlo con Chile”, dice Vásquez.

“No fue esta la única vía por la cual se conoció la existencia del tratado. El representante de Chile en Bolivia, Carlos Walker Martínez ya tenía información a su respecto e incluso hay cartas del embajador de Chile en Francia, Alberto Blest Gana, anteriores a la suscripción del tratado por Perú y Bolivia, donde se menciona el establecimiento de una alianza tripartita en contra de Chile. También el representante de Chile en Buenos Aires, Guillermo Blest Gana, estaba recabando información. De esta forma, lo más lo relevante del tratado no era su carácter de secreto si no que el objetivo declarado en su negociación entre Perú y Argentina, que era imponer a Chile los términos de los aliados en sus diferendos limítrofes”.
Finalmente, Chile logró el objetivo estratégico de mantener separada a la Argentina de Perú y Bolivia, y en 1881 se firmó el Tratado de Límites de 1881, que definió finalmente la frontera de la Patagonia, cediéndola a la Argentina. ¿Por qué los trasandinos aceptaron firmar un tratado y no intervenir a favor de los aliados en la Guerra del Pacífico? Responde Vásquez.
“Porque su posición negociadora no mejoraba al involucrarse en la guerra. Ya tenía claridad de que en Chile la Patagonia no era considerada como un territorio de algún valor y menos que fuera a hacer algún esfuerzo por hacer una posesión efectiva. A Chile solo le interesaba el estrecho de Magallanes y una pequeña franja de seguridad para su colonia de Punta Arenas, lo que para Argentina era absolutamente aceptable. El gobierno argentino pensaba que Chile saldría muy debilitado después de la guerra con Bolivia y Perú, pero luego de la caída de Lima en enero de 1881, pudieron confirmar que ello no había ocurrido, sino que por el contrario, contaba con las fuerzas armadas más poderosas del subcontinente”.

Este último factor, según Vásquez era crucial. Argentina no tenía una flota naval de guerra como sí la tenía Chile. Ello influyó de manera decisiva. “La escuadra argentina en la época era de carácter fluvial, cuya función principal era proporcionar un medio de defensa al río de La Plata, lo que pone de manifiesto el gran esfuerzo argentino que implicó el operar a fines de 1878 en el Atlántico sur con medios no aptos para ello. Recién a fines de 1881, se incorporaría la primera unidad propiamente naval argentina como sería el blindado Almirante Brown, buque de que podía rivalizar con uno de los blindados chilenos (Almirante Cochrane o el Blanco Encalada) pero no con toda la escuadra operando de manera coordinada, (integrada además por el blindado Huáscar, corbeta Magallanes, O’Higgins, Chacabuco y otras unidades menores), y menos con tripulaciones entrenadas y fogueadas en la guerra con Perú y Bolivia”.
“Si bien el estado de guerra de Chile con Bolivia y Perú se mantendría por los siguientes tres años, había virtualmente concluido en sus operaciones de envergadura tras la toma de Lima en enero de 1881, por lo que Chile no sufrió presión alguna para firmar el tratado de límites de julio de ese año, el que solo vino a confirmar aquello a lo que tanto Chile como Argentina aspiraban, dejando de lado cualquier título o derecho que pudiesen esgrimir en un arbitraje que nunca se produjo”.
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