De la palabra al trazo: exhiben obras visuales de Juan Emar y David Rosenmann-Taub

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Uno de los autorretratos presentes en la muestra del poeta y que aparece en su libro Jornadas (2018).

Dos muestras, en el Centro Cultural Las Condes y la Biblioteca Nacional, respectivamente, sacan a la luz la faceta artística de ambos autores chilenos.


Sin advertirlo quizá, esos dibujos estuvieron siempre en las portadas de sus libros o ilustrando alguno que otro texto. ¿Qué hace un escritor cuando las imágenes vienen a su cabeza y no las pone en palabras? Las convierte en trazos capaces de traducir visualmente lo que las mismas palabras no pudieron.

El caso de Alvaro Yáñez, más conocido como Juan Emar (1893-1964), es claro ejemplo de lo anterior: tras casarse con una prima suya en 1918, se instaló en París, donde tomó clases de pintura y dibujo en la Academia de la Grande Chaumiére, en Montparnasse. A su regreso a Chile durante los años 20, el autor de Miltín y Ayer incursionó en la crítica de arte en el diario La Nación: allí tomó la expresión gala "j' en ai marre" (estoy harto), que pronto devino en su inmortal seudónimo.

Emar absorbió en su paso por Europa varias de las tendencias vanguardistas que años después defendió en sus columnas y críticas de arte, incluyendo a los entonces desconocidos artistas Pablo Picasso y Georges Braque, y sumando, entre sus coterráneos, a nuevos nombres como Julio Ortiz de Zárate, Camilo Mori, Luis Vargas Rosas y Vicente Huidobro, quienes habían fundado en Chile el Grupo Montparnasse, en 1923.

Influenciado por el surrealismo, futurismo, cubismo y dadaísmo, el escritor nunca cesó en sus dibujos y pinturas, en los que experimentó con la tinta y la técnica gouache sobre distintas superficies. Ahora, 45 de sus obras, resguardadas por quien fuera su pareja, Alice de Martinière, se exhiben bajo el título El surrealismo de Juan Emar, muestra curada por los investigadores Juan Pablo Rojas y Alejandro Canseco-Jerez que hasta el 22 de julio estará en el Centro Cultural Las Condes.

Más desconocida aún resulta hoy la faceta artística del poeta y músico chileno de origen judío David Rosenmann-Taub (1927). Radicado en EEUU desde 1985, más de 25 títulos suyos, del laureado Cortejo y epinicio (1949) a La enredadera del júbilo (1952), han sido publicados tanto en Chile como España, Francia, México e Italia, entre otros países. "En todos, y por petición explícita de David, hay alguno de sus dibujos", explica Virginia Sarmiento, presidenta de la Fundación Corda y quien está a cargo de difundir la obra de Rosenmann-Taub.

Incluso en la portada de su más reciente libro, Jornadas, editado en Chile por Lom y en que el autor de 91 años revisa su trayectoria poética, se ve uno de sus autorretratos hechos a mano y que ahora son presentados por primera vez al público local en la muestra Artista en tres dimensiones, que hasta el 14 de julio se exhibe en la Galería de Cristal de la sala América de la Biblioteca Nacional.

Más de diez pantallas, incluida una táctil, además de una docena de auriculares, ayudan a trazar el recorrido de la muestra, donde se aprecian, además de fotografías, cartas y manuscritos, varios de los dibujos que el autor ha producido desde hace más de medio siglo. También, advierte Sarmiento, "nuestra idea era, obedeciendo al título, que el público pudiera oír y conocer el proceso de composición de varias de sus piezas musicales", incluido el solo para piano En un lugar de la Sangre, de 2013, uno de sus más recientes. "La realidad me habla -ha dicho Rosenmann-Taub- y yo tengo que atender y entender su lenguaje. ¿Cómo lo transmito? Mediante poesía, música o dibujos".

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