Tres episodios cruciales en la historia de Ucrania

Tanques rusos en 27 de enero 2022.

Tal como en 2014, cuando Rusia se anexó la península de Crimea, en el territorio ucraniano soplan vientos de guerra. En las últimas semanas Moscú ha enviado miles de tropas a la frontera ante la “amenaza” que supone una “occidentalización” perdurable de Ucrania. Expertos sostienen que Vladimir Putin ve a su vecino como un obstáculo político e ideológico. Las pugnas entre ambas partes se remontan a comienzos del siglo XX y a la era soviética.


La OTAN “está preparada para lo peor”. Así de claro y enfático se mostró el miércoles el secretario de la Alianza Atlántica, el noruego Jens Stoltenberg, al sintetizar la creciente tensión debido al despliegue de tropas rusas en la frontera con Ucrania. Ese mismo día, Moscú advirtió que tomará “medidas de represión rápidas” si Washington y sus aliados rechazan sus exigencias de seguridad e insisten en sus políticas “agresivas”. ¿Cómo se traduce todo esto? Ocurre que Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, teme que la Rusia de Vladimir Putin esté planeando invadir Ucrania, tal como ocurrió en marzo de 2014 con la “anexión” de la península de Crimea.

También el miércoles, cuando al Presidente estadounidense Joe Biden le preguntaron si a modo de castigo su país consideraría imponer sanciones económicas a Putin, respondió: “Sí, lo revisaría”. No obstante, luego matizó que no tiene intenciones de enviar soldados norteamericanos o de la OTAN a Ucrania, al menos por el momento. De todos modos, la semana pasada el Pentágono puso en alerta a 8 mil tropas para un eventual despliegue europeo.

“Lo que Estados Unidos está tratando de hacer es disuadir a Rusia y potencialmente imponer altos costos a este país ante una eventual invasión, brindando asistencia de seguridad a Ucrania y probablemente implementando sanciones económicas devastadoras que hundirán la economía rusa. Invadir es, por lo tanto, una maniobra increíblemente arriesgada para Vladimir Putin”, explica a La Tercera Max Bergmann, miembro de Center for American Progress.

Rusia ha negado una y otra vez estar planeando un ataque, pero en las últimas semanas ha acumulado nada menos que 100 mil soldados cerca del territorio ucraniano. Entre bambalinas, lo que realmente teme Occidente es que Putin tenga en mente una incursión militar, pero a una escala aún mayor respecto a lo ocurrido en Crimea hace ocho años. Aunque el Presidente ucraniano Volodymyr Zelensky -un ex comediante de 44 años que para sorpresa de muchos ganó las elecciones de 2019- ha dicho que no hay motivo alguno “para el pánico”, las filas de tanques rusos avanzando hacia la frontera sorteando la nieve han provocado gran temor. Una preocupación similar han generado los seis buques rusos con capacidad para trasladar vehículos militares y tropas, que avanzan raudos hacia la zona del potencial conflicto.

Putin quiere restaurar el imperio ruso/soviético en el que Ucrania es central. Por lo tanto, quiere asegurarse de que el Kremlin controle Ucrania. Pero ese país ya no quiere tener nada que ver con Moscú después de la invasión rusa de Crimea en 2014. La única opción que Putin tiene ahora para controlar Ucrania es invadir

Max Bergmann, miembro de Center for American Progress.
Soldado ucraniano en la ciudad de Luhansk (Vadim Ghirda/AP Foto).

William Alberque, director de Estrategia, Tecnología y Control de Armas en el Instituto Internacional de Asuntos Estratégicos, con sede en Londres, plantea a La Tercera vía Zoom que “Rusia tiene una técnica de conducir la guerra desde lo más mínimo hasta lo más extremo en el momento que sea. Esto significa que pueden simplemente generar presión política y económica, pero también llevar a cabo una invasión armada en cualquier segundo”.

¿Por qué la tensión no decae? Putin se ha negado durante años a que Ucrania se acerque a Europa y entre de lleno en la esfera de influencia de Occidente. Desde 2008 Kiev aspira a sumarse a la OTAN y además ahora Moscú denuncia que el territorio ucraniano se ha convertido en una suerte de base militar encubierta de la Alianza Atlántica, debido al envío y a la venta de armas al gobierno de Zelensky. Pero el tema de fondo es que desde la caída de la Unión Soviética en 1991, Rusia ha observado a Ucrania como un espacio geopolítico clave y más aún, como parte de su esfera de influencia.

“Putin quiere restaurar el imperio ruso/soviético en el que Ucrania es central. Por lo tanto, quiere asegurarse de que el Kremlin controle Ucrania. Pero ese país ya no quiere tener nada que ver con Moscú después de la invasión rusa de Crimea en 2014. La única opción que Putin tiene ahora para controlar Ucrania es invadir”, señala Bergmann.

1. Caída de la URSS

De todas las repúblicas soviéticas y sin considerar a Rusia, Ucrania era la “joya de la corona”. No sólo por sus enormes y ricas tierras de cultivo -que producían parte importante del trigo que se consumía en la URSS-, sino que también por su industria de armamento. Hoy, según Bloomberg, el país tiene un mercado potencial de tierras cultivables de más de 40 millones de hectáreas, un área casi del tamaño de California.

En la era soviética, Ucrania también se convirtió en un territorio clave en la exploración nuclear, con Chernobyl como el epicentro atómico. A fines de los 80, la población ucraniana sobrepasaba los 50 millones .

Pero también está el componente geográfico. Al situarse entre el borde extremo del este de Europa y territorios soviéticos como Georgia, Ucrania actuó como “una especie de amortiguador entre las potencias europeas y el interior de Rusia”, como describió días atrás The Wall Street Journal. Además, el territorio ucraniano colinda con el Mar de Azov y el Mar Negro, este último clave para la flota rusa.

“A diferencia de otros países que se encuentran claramente en un lado u otro de la línea divisoria entre Europa y el corazón del antiguo Imperio Ruso, Ucrania se ubica a ambos lados de esas fronteras. Sus fronteras actuales tomaron forma durante las convulsiones del siglo XX y, en particular, la redistribución masiva de territorios y pueblos que llevó a cabo la URSS tanto antes como después de la Segunda Guerra Mundial”, explica Keir Giles, del Centro británico de Investigación de Estudios sobre Conflictos.

Ucranianos en la puerta de la sede del Partido Comunista en Kiev el 25 de agosto de 1991, cuatro meses antes de la caída de la URSS. (Foto de Anatoly Sapronenkov/ AFP).

La historia entre Kiev y Moscú ha estado entrelazada durante décadas, y no siempre para bien. De hecho, en el inconsciente colectivo ucraniano aún está presente la hambruna que devastó al territorio a comienzo de los años 30, como parte del proceso de colectivización de tierras ordenado por Stalin. Se estima que al menos un millón de ucranianos perecieron en ese contexto. Algunos historiadores consideran que tanta muerte en realidad tenía como objetivo la “rusificación ucraniana”, supresión del idioma incluido. Durante la Segunda Guerra la rusificación fue interrumpida cuando las fuerzas del Eje lideradas por Hitler ocuparon grandes porciones del territorio del país, pero aquello no acalló en ningún caso el nacionalismo ucraniano ni tampoco el sentimiento favorable a Moscú. En esa guerra, más de siete millones de ucranianos perdieron la vida, entre civiles y militares.

En su libro Hambruna Roja, la guerra de Stalin contra Ucrania, la historiadora Anne Applebaum va incluso más atrás y apunta a que la animosidad contra Ucrania comenzó durante la Guerra Civil rusa (1917-1923), cuando el país era un dolor de cabeza para los bolcheviques debido a la resistencia de la población a los rebeldes liderados por Lenin. Todos estos elementos históricos dejaron una herida abierta tras la disolución de la Unión Soviética hace 30 años. Esto, a pesar de que en 1994, Kiev, Moscú, Washington y Londres firmaron un pacto para garantizar la integridad de Ucrania.

2. De la Revolución Naranja al Maidán

A juicio de Applebaum, Putin ve a Ucrania como un obstáculo político e ideológico. Por lo mismo, los problemas para el gobernante ruso aumentaron de tono durante la Revolución Naranja (2004-2005), que nació bajo el alero de las masivas protestas ciudadanas en el contexto de las presidenciales de noviembre de 2004, las cuartas elecciones desde el derrumbe soviético.

En un primer momento se declaró ganador a Viktor Yanukovich, aliado de Putin. Sin embargo, ante denuncias de fraude electoral y ante las masivas manifestaciones, los comicios debieron repetirse y ahí terminó imponiéndose Viktor Yushchenko (2005-2010). Durante la contienda, Yushchenko fue envenenado y su rostro se desconfiguró. “Putin jamás logrará poner de rodillas a Ucrania”, solía decir en esa época.

Las demandas de Rusia no son nuevas, sino que forman parte de un conjunto más amplio de agravios y narrativas autoconstruidas que alimentan su política exterior desde el final de la Guerra Fría. Con Ucrania en particular, el liderazgo ruso existe en un espacio mental irracional cargado de emociones y sentimientos viscerales que son difíciles de comprender para los políticos occidentales

Mathieu Boulègue, investigador del centro de análisis Chatham House.

Pero luego tuvieron lugar las elecciones de 2010, en las que el prorruso Yanukovich (2010-2014) logró ser electo Presidente. En ese contexto, comenzó otra revuelta civil -de carácter europeísta y nacionalista-, que en febrero 2014 derivó en el derrocamiento del mandatario, todo un golpe para Putin. Con el argumento de “proteger las vidas amenazadas de los ciudadanos rusos”, Putin autorizó en marzo el ingreso de sus tropas al territorio ucraniano, que tuvo como consecuencia la anexión de Crimea y la ciudad portuaria de Sebastopol. Occidente observó impotente la maniobra del líder ruso.

Protestas y barricadas en las calles de Kiev en febrero 2014, durantes las masivas manifestaciones ciudadanas.

“Creo que Putin decidió invadir Crimea impulsivamente, con la esperanza de convertir la derrota en victoria. Un gobierno prorruso en Kiev acababa de ser derrocado por una revolución, en la que la cuestión clave era si Ucrania debía mirar al oeste hacia Europa o al este hacia Rusia”, comenta a La Tercera Daniel Treisman, cientista político de la Universidad de California.

Para Moscú, en cambio, se trató de un triunfo histórico. Esto, porque una abrumadora mayoría de los rusos ve a Crimea como un territorio ancestral ruso y a Putin como su héroe. Según el gobernante ruso, la península volvió así a su “puerto de origen”.

3. Vientos de guerra

“Las demandas de Rusia no son nuevas, sino que forman parte de un conjunto más amplio de agravios y narrativas autoconstruidas que alimentan su política exterior desde el final de la Guerra Fría. Con Ucrania en particular, el liderazgo ruso existe en un espacio mental irracional cargado de emociones y sentimientos viscerales que son difíciles de comprender para los políticos occidentales”, dice Mathieu Boulègue, investigador del centro de análisis Chatham House.

De acuerdo con el Carnegie Endowment for Internacional Peace, “Putin está obsesionado con Ucrania: quiere desmembrar el país a toda costa. En julio, publicó un artículo que subraya la unidad histórica de los pueblos rusos y ucranianos. La incesante propaganda de los medios controlados por el Estado ruso añade otra apuesta a la impresión de que ‘Ucrania no es un país real’. En el apogeo de su carrera, a Putin le gustaría ser recordado como un ‘unificador de las tierras rusas’”.

Sin embargo, uno de los grandes problemas es que ahora el Ejército ucraniano no es lo que era cuando las fuerzas especiales de Moscú anexaron Crimea. En todo este tiempo, Ucrania ha debido hacer frente a las milicias prorrusas en la frontera este del país. No por nada, a partir de 2020 Kiev dedica un 4,13% de su PIB a defensa (un incremento de 2,2 puntos en una década) y posee más de 200 mil tropas activas (las rusas se encumbran a casi un millón).

Soldados ucranianos en la ciudad de Luhansk el 28 de enero 2022. (AP foto/Vadim Ghirda)

Mientras la tensión escala cada vez más, el presidente de Ucrania, reclama ayuda de sus socios occidentales para armar al ejército y mejorar su entrenamiento. Por lo que ahora Estados Unidos, Reino Unido y los países bálticos aprueban entregar armas a Kiev. A diferencia de Alemania que declara mantenerse al margen.

“No pueden detener una invasión rusa, pero pueden hacer que una invasión sea más costosa para Rusia. La esperanza es que armar a Ucrania haga que Rusia se lo piense dos veces”, Bergmann.

“Con el reciente preposicionamiento de tropas cerca de la frontera con Ucrania, Rusia ahora puede moverse fácilmente en tres direcciones amplias: desde el Distrito Militar Occidental y Donbas ocupado, desde Bielorrusia y desde Crimea, con el apoyo de operaciones navales en el Mar Negro y el Mar de Azov”, concluye Boulègue.

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