Meses antes de que en nuestro país el rumbo de la historia virara violentamente, moría Pablo Picasso; el diseño italiano daba empujones a la vanguardia del grupo Memphis, provocando una inflexión conceptual, y Eero Arnio iniciaba uno de sus períodos más creativos. En Chile se terminaban los 1.000 días del gobierno socialista de Salvador Allende por medio de un golpe de Estado. Una serie de repercusiones políticas, por supuesto, pero más aun económicas y sociales sucederían a raíz de este hecho.

Para el diseño chileno, que había vivido cierto empuje gracias a las reformas sociales y el fomento de la producción durante años anteriores, se desencadenó un período de muy poca actividad creativa en los ámbitos del diseño gráfico e industrial. La instauración y profunda ingeniería económica que significó vivir el apogeo del sistema neoliberal cambió la escala económica, y la apertura a los grandes mercados internacionales debilitó la pequeña y mediana industria.

Acompañando a esta desindustrialización, la nueva economía trajo otras novedades: el sistema de Fondos de Pensiones, AFP, sepultó a las tradicionales cooperativas y cajas de compensación, las isapres al sistema de salud pública, nuevos bancos y entidades financieras. Lo interesante para el diseño es que esto se convirtió en una oportunidad de innovación; fue así que hubo que dedicarse a crear layouts para las nuevas oficinas. Surgieron profesionales dedicados a estos proyectos. Fernando Mayer, Época y Monroy & Montero, por ejemplo, se hicieron cargo de cubrir esta necesidad, introduciendo importantes novedades en los equipamientos de oficinas, donde lo modular y nuevos materiales hicieron su entrada. La apertura sobre todo al mercado y modelo estadounidense ayudó a dar la bienvenida a los centros comerciales y cadenas de comida rápida; toda una novedad para el consumo, y otra oportunidad para el diseño.

Gracias a la aparición de estos nuevos bancos, isapres, AFP, casas financieras y centros médicos, se desarrollan en Chile los primeros proyectos de imagen corporativa. En 1978, Banco Osorno estrena una nueva identidad de marca a través de una abstracción geométrica del volcán ubicado en la provincia sureña, diseñada por Juan Carlos Berthelon. Una iniciativa pionera que también será abordada por la Compañía Tecno Industrial (CTI) con el encargo del desarrollo de su imagen corporativa a un grupo de diseñadores chilenos. También serían incorporadas las marcas Fensa, Mademsa y Ferriloza.

Marcas del sector como Fensa, Mademsa, Sindelen, Somela e IRT tomaron distintos caminos en el desarrollo de sus productos; por una parte, adquiriendo licencias, piezas y componentes para armar; por otra, llevando a cabo proyectos de diseño industrial desarrollados principalmente en el país. Caso emblemático es el de la oficina de Rodrigo Walker para Fensa, con una serie de productos como refrigeradores, cocinas, lavadoras y estufas que formaron parte de numerosos hogares chilenos los años 80.

Destaca también la silla Valdés, que se ha convertido en un ícono y que, curiosamente, fue registrada como “patente de invención” y no como “diseño industrial”, en 1979.

(Fuente: Chile Marca Registrada, de Pedro Álvarez Caselli).

Comité Muestra Retrospectiva:

• Marianne Stein (UDD)

• Pedro Álvarez (PUC)

• Mariana Donoso (UDD)

• Vicente Larrea (Larrea Diseñadores)

• Julio Moya (UDD)

• Luis Moreno (PUC)

• Denisse Lizama (UDD)