Si viaja seguido a Europa, tiene suerte y un presupuesto soñado, afine el ojo y busque alguna de las lámparas de Sarfatti. Hoy por hoy, de las piezas más preciadas si de una buena colección con firma y sello uno ha de jactarse. En primer lugar, hay que buscar el sello de Arteluce, la marca que él creó y bajo la cual patentó la mayoría de sus lámparas. Segundo, cromados cincuenteros y sofisticados sistemas de articulación que hacen que -ya sean de pie o de techo- su creaciones sean identificables. De hecho, la que vemos arriba, una de las pocas que se producen hasta hoy (la hace Flos), es un ícono precisamente porque, como ven, cada uno de sus finos brazos es móvil. Otras de sus piezas maestras pertenecen a una serie en que los colores primarios envuelven las diferentes tulipas metálicas que se sujetan a un pie central y que se articulan, nuevamente cada uno de sus brazos, de modo independiente. Pero la cualidad que hace de cada una de estas piezas únicas, extrañas, es que para muchas diseñó también las ampolletas; de hecho, si compra la 2097-50 Chrome, tiene que comprar las más de 30 ampolletas que solo Flos, fabrica. Sarfatti nació en Venecia en 1912, estudió Ingeniería Aeronaval en la Universidad de Génova y desde 1939 trabajó en iluminación. Se cuenta que solo dio una entrevista en su vida, y fue poco antes de morir, a mediados de los 80.

El mito cita también su fobia mayúscula a la palabra 'arte', no odiaba las obras pero sí a los artistas, repudiaba esa herida profunda que produjo el siglo XX entre la labor artesanal y lo que se considera arte. "La creación de objetos tiene solo una función, la de innovar más que de embellecer".
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