Por muy perfecta y ordenada que se vea esta cocina tiene elmérito de que es completamente vivida por sus dueños: un matrimonio y su pequeña hija de apenas nueve meses.

No importa si pasan gran parte del día en sus oficinas, sin excepción terminan el día conversando en el comedor de diario dentro de la cocina. Incluso los fines de semana, cuando tienen invitados a comer, no saben cómo, pero casi siempre es aquí donde terminan y no en el living ni en el comedor. “Debe ser porque es cálida y tiene mucha luz natural. Sin duda, está llena de vida”, dicen sus propietarios.

Sin embargo no siempre fue así. Cuando llegaron a la casa, la cocina era un lugar oscuro y pequeño. La remodelación era una necesidad, así que llamaron a la arquitecta Sofía de la Barra para despejar y ampliar los espacios, incluida la cocina.

En ella siguió la misma línea del resto de la propiedad: se mantuvieron el color blanco en muros y la madera del piso (fue tratada para prevenir el deterioro por humedad y alimentos), y se ampliaron al máximo las entradas de luz natural. Además se anexó el cuarto de servicio a la cocina, ganando mayor amplitud (13 m² útiles).

Lo que marcó aun más la diferencia fue el mobiliario. La profesional diseñó una propuesta funcional y lúdica pensada para el estilo de vida de sus propietarios. “Aquí el diseño no tiene nada convencional”, dice la arquitecta. Son una serie de módulos independientes, de diferentes tamaños, dispuestos de forma asimétrica sobre los muros y con distintas gamas de turquesa en contraste con el color blanco base.

Sin duda, los cambios que se hicieron parece que siempre hubieran estado ahí, con harta personalidad,mucho color, soluciones prácticas, y, sobre todo, ingenio.