Artesanos digitales
Cuando Antonio Bascuñán tenía 16 años y el diseño y la publicidad -las áreas a las que terminaría dedicado- le parecían carreras más inciertas que la danza, se convirtió en una especie de emprendedor que entonces llamaban riflero. “Empecé a comprar cuadros en remates. Iba a Valparaíso y golpeaba las puertas de las casas buscando pinturas. Era una especie de dealer busquilla, que vendía a comerciantes y aficionados al arte”, explica él. Entonces lo que más la atraía era la pintura de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Sin saber lo que eran, un día compró unas litografías a una señora porteña. Le gustaron tanto que se quedó con ellas. Investigando en distintos libros encontró que era un tipo de litografía inventada por De Marteau llamada a sangre, y que lo que parecía hecho a lápiz en realidad no lo era. “Pensé, chuta esto es una maravilla.
Me gustaba la gráfica, pero al conocer estos procesos más antiguos comencé mi colección de grabados”.
Ya siendo diseñador, comenzó a trabajar por casualidad con los artistas de la escena de avanzada en temas de diseño. “Carlos Altamirano, por ejemplo, planeaba una obra digital de 140 metros lineales. En ese momento era técnicamente casi imposible. Juntos fuimos viendo la mejor forma de realizarla y se convirtió en una de las más importantes de su carrera”. Altamirano le habló de Bascuñán a Lotty Rosenfeld, a Carlos Leppe.
Ahora son alrededor de 50 los artistas que trabajan permanentemente con su oficina, Studio Digital.
¿Tu trabajo es una especie de asesoría, un apoyo? Me gusta decir que soy un grabador. Lo mío tiene que ver con la manera en que se puede llevar a cabo de mejor manera la obra de un artista. El medio es casi irrelevante. Sí es superimportante sentir que estoy completamente a disposición del artista, que el quiere trabajar conmigo porque soy un buen artesano. Da exactamente lo mismo la tecnología, detrás está el concepto de artesanía, de hacer una obra única, lentamente, metódicamente. Lo guiamos no en términos de la obra y lo que contiene, sino en la materialidad.
Aunque Bascuñán se desliga de la etiqueta de artista y abraza la artesanía, en muchas paredes de su oficina hay obras que llevan su firma. Dice que son relativamente recientes, bastante decorativas, que aparecieron después de que amigos artistas lo instaron a mostrarlas. Hay una serie hecha con páginas del diario de un cazador de ballenas inglés que encontraron en Londres. Fechadas en 1829, narran sus viajes desde los puertos ingleses, pasando por el estrecho de Magallanes, hasta llegar a San Francisco, en plena fiebre del oro. “Las ilustraciones superprimitivas eran parte del manuscrito. Lo que incorporamos son dibujos hechos en AutoCad o Illustrator, que representan los monstruos y las amenazas en las historias de viajes”.
Otras piezas toman detalles del Manual de Paladio, obra clásica de la arquitectura, intervenidas con dibujos en 3D.
Hay una razón para que tiendan a lo decorativo: “Trabajamos mucho para hoteles y oficinas. Hacemos piezas casi a la medida. Para las suites del Renaissance hicimos unos cuadros con páginas del Atlas de Claudio Gay, con mucho dorado y pan de oro, mirando hacia lo antiguo. Somos una oficina de retoque digital. Somos capos en eso. Somos de los primeros que aprendieron Photoshop en Chile. Me encanta esa sensación de que uno puede ser un falsificador. Si tú me dices ‘quiero una copia exacta’, nosotros la hacemos tal cual. Hacemos facsimilares para el Museo de la Memoria; mucho de lo que está expuesto salió de acá, porque era muy riesgoso poner originales a la luz directa. Son pasaportes, cartas de desaparecidos, memos de las Fuerzas Armadas. Para el MAC hicimos series facsimilares exactas a las originales para sus exhibiciones itinerantes. La experiencia en los remates me ayudó a afinar el ojo”.
A pesar de que la oficina lleva 15 años gozando de prestigio por su dominio de la tecnología digital, todo el trabajo que hacen -apoyando a artistas y arquitectos en la ejecución de sus proyectos, creando imágenes para hoteles y empresas, facsímiles para distintas organizaciones-, para Antonio Bascuñán el origen está en una pequeña y antigua litografía rococó que encontró por suerte en Valparaíso, que parecía hecha a mano aunque era mentira. d
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