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Benedetta Tagliabue: arquitectura emotiva

Inventar topografías, crear naturalezas artificiales fantásticas y hacer que la gente se sienta a gusto, como en casa, en los espacios públicos que construye. Benedetta Tagliabue crea "entornos que abrazan", que expresan fuerte la vida y la identidad del lugar en un lenguaje pleno de sensaciones.

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Benedetta mezcla con gracia las palabras de su italiano nativo trasplantadas al español. Sus respuestas tejen historias entretenidas, contadas en diversos tonos, entre sonrisas francas y movimientos de manos, con inflexiones de voz, según quienes sean los protagonistas y temas de sus relatos. Historias de sus proyectos junto a Enric Miralles, en una primera etapa, y con ella a la cabeza del estudio EMBT desde su partida. Relatos que hablan de una arquitectura  expresiva como ella, potente y sensorial, que busca expresar vida y encontrar un sentido de goce y placer en los espacios. Una estética orgánica y de naturaleza que se integra bien en los espacios públicos y que ha llevado a EMBT a adjudicarse grandes proyectos internacionales como el Parlamento de Escocia, el City Hall de Ultrecht, el Mercado de Santa Caterina en Barcelona o el espectacular Pabellón de España en la pasada Expo Shanghái.

Conversamos con ella sobre sus nuevos proyectos en su casa de calle Mercaders, ahí, a dos pasos del Mercado de Santa Caterina que renovó junto a Enric, en pleno centro de Barcelona.

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¿Y en qué proyectos están trabajando ahora? Bueno, estamos con proyectos muy bonitos, divertidos, uno en París, la estación del metro, que nos hace muchísima ilusión. Es un tema complicado, donde  la parte social es importantísima, ves que Francia y París están pensando mucho en cómo mejorar todo el entorno, no se trata de hacer solo una estación bonita. También estamos haciendo esto en Nápoles, es un proyecto de hace unos 10 años y ahora finalmente se construye.

¿Tienen elementos en común las dos estaciones? No demasiado. Nápoles tiene mucha madera y cerámica; Clichy, en cambio, es un material muy nuevo de fibra de vidrio trenzado que estamos experimentando, y estamos con los dos proyectos en paralelo. Lo que sí tienen es como un colorismo , uno más napolitano, blanco/azul y el otro más étnico, derivado de las muchas nacionalidades que viven en Clichy  Montfermeil.

¿Cómo es la relación de estos proyectos con el contexto?, tengo entendido que para tu estudio es algo muy relevante. Eso seguro. En Nápoles, toda la línea del metro intentó dar una influencia a las salidas y ya se empieza a ver. Hemos trabajado no solo en la estación sino también en todo el entorno, que era un poco difícil en la accesibilidad, un lugar un poco apartado, con un plan general de los años 70 de Kenzo Tange, con un nivel artificial por encima de la calle, con lo cual todo el centro direccional quedaba levantado respecto al centro de Nápoles; un poco excluyente porque te encuentras siempre delante de muros, porque está más alto, más arriba, no tienes rampas o entradas suaves. Nuestra estación en sí misma intenta trabajar casi como una topografía, romper este tema tan rígido y hacer que la plaza del nivel inferior -que es la entrada metropolitana- sea casi como una plaza pública,  con lo cual intentamos hacer entrar la realidad de Nápoles en este lugar tan artificial.

¿Y en el  caso de París? Es mucho más profunda, pero también tenemos toda la parte exterior que era muy importante. Tiene luz natural que viene de arriba y una cobertura que sigue la de la escalera de la estación y crea un espacio que la gente podría utilizar como mercado (allí siempre ha habido mucho movimiento, era un espacio abierto).

Dentro, las paredes no son lisas para nada, tienen textura, volumen, eso es muy característico de ustedes, ¿no?, pienso en el Pabellón de España en Shanghái… Yo creo que de un lado viene del mundo que hemos descubierto con el pabellón de España, este mundo del tejido, también de unas paredes que no son totalmente planas, son como algo más volumétrico. Te da la impresión de entrar en una montaña extrañísima donde la roca está hecha de colores, esa es un poco la idea. En ese sentido las dos estaciones inventan topografías, unas naturalezas artificiales.

Da la sensación de una arquitectura mucho más orgánica, que tiene que ver con una naturaleza más viva, más presente... Sí, esto es lo que nos gusta... ¡y si nos gusta a nosotros, pensamos que les gustará a los demás también, jajaja! Creo que es muy bonito estar en una arquitectura que te recuerda la naturaleza. Creo que es lúdica, que intenta crear espacios que le dan un placer a la gente, una sensación como de alegría primero y después también de encontrarse a gusto, en un lugar placentero. En la estación de Clichy hemos estado muy atentos a ver que la plaza inferior donde llegas, aunque esté muy abajo, tenga esta sensación de decir: “Ay, que bien que me encuentro”. Yo soy una persona medio  claustrofóbica -se ríe-, y  bajar puede ser una experiencia angustiante. Intentamos hacer un lugar que tenga esta apariencia de luz natural, de colores, de estar en un entorno que te abraza,  ¡que todo el mundo se note bien! -enfatiza-,  que esté a gusto, que no tenga la sensación de estar bajo tierra, en  peligro. Es un poco como... me gustaba mucho leer historias cuando era pequeña, de magia, novelas de fantasía, y muchas veces, estaba esto, que entras en una pared de roca muy estrecha y de repente estás ¡paf!... ¡en un jardín! (pone voz de maravillada), un palacio luminoso, con piedras y flores. Es una cosa como de contradicción, porque dentro de una montaña  no te esperas eso, pero es lo que intentamos hacer un poco con estos lugares, que en el fondo no dejan de ser agujeros en la tierra. Es importante para la gente que viaja, pasa mucho tiempo en ellas y esta es una estación que conectará con el resto de París, entonces tienes que notarla como el salón de tu casa: cuando llegas allí, notar una sensación de “estoy bien aquí”.

Pero es la excepción, los metros no suelen ser así... Yo creo que no todas quizás, pero se han visto bastantes esfuerzos en este sentido, hay una conciencia que las estaciones, como los aeropuertos, tienen que ser algo entretenido, algo entrañable para la gente. Yo creo que Nápoles fue uno de los primeros experimentos. En Barcelona ahora han hecho una nueva línea, con estaciones de autor. Nápoles empezó poniendo obras de arte  y notaron que la calidad de las piezas bajaba el nivel de vandalismo hacia la obra pública, y Nápoles es una ciudad violenta, pero ha demostrado que si le das calidad a una ciudad, aunque sea violenta, esta responde con respeto. París está siguiendo esa línea en este momento, gastándose un dinero extra en algunas estaciones que den esta calidad, reverencia, respeto, simpatía, es el intento.

En general Barcelona ha hecho eso en los últimos años, zonas que socialmente eran complicadas han sido levantadas instalando centros culturales y áreas públicas, ¿no? Yo creo que muchísimo, han hecho este programa, barrio por barrio, de mejorar sobre todo a través del espacio urbano, infraestructura de lugares públicos, equipamientos. Y en el caso de Santa Caterina el equipamiento es lo que era, pero ha sido tan continuo el mercado en la ciudad de Barcelona, que había llegado el momento de reformarlo cuando se vuelve a considerar importante la comida fresca, el slow food, el cocinar, y entonces en vez de tener un museo tienen un mercado, que hace como de equipamiento público que permite la renovación de todo el barrio. Con Enric compramos esta casa, era un lugar, todo el barrio, bastante ‘heavy’, aquí delante no había pavimentación, era todo tierra. Es difícil imaginárselo, era muy diferente. El mercado era el más antiguo de la ciudad, pero muy decaído, invisible, no lo veías, estaba dentro del tejido urbano, y la zona era una de las más peligrosas. Los ladrones se ponían aquí, porque era tan estrecho todo, impenetrable, que era un lugar perfecto. Barcelona ve de repente que tiene que construir el mercado y ha sido, creo, un éxito, porque esta abertura que hemos hecho con el master plan, la posibilidad de entrar al interior del barrio, ha funcionado, es más sano, vecinos más tranquilos, menos delincuencia, un plan más incluyente: abrir una entrada donde los edificios nuevos y antiguos se tocan, tienes una integración muy fuerte y cuesta distinguir unos de otros, y realmente la entrada no es una avenida para los coches, sino un paseo para el casco antiguo.

¿Viene más gente y otro tipo de gente? Sí, es increíble, antes teníamos la costumbre de ver a los pobres turistas que entraban por aquí, había como tres ladrones apostados, el primero con el teléfono, se avisaban...

“!Va uno, va uno!”. ¡Exacto, jajajaja, “¡va uno!”. El segundo le pasaba lo robado al  tercero, que escapaba con la cosa. Eso ya no lo veo. Ahora hay gente entrando, hay parques abiertos, niños jugando, los perros por otro lado.

Respecto a Enric y el estudio, ¡cuál fue su mayor aporte y talento como arquitecto? Era un soñador y quizás este era su mayor talento. Yo lo he visto siempre como un referente, mi maestro en arquitectura. Ahora mirándolo muchos años después, como con esta exposición que acabamos de hacer (en la Fundación Enric Miralles), hemos sacado muchos originales dibujos, etc. Y hemos pensado “qué increíble”, ahora no podrías ganar un concurso con este material, porque es muy experimental, muy de sueño. El tenía esa capacidad de hacerte ver que esa experimentalidad podía ser muy real, concreta. Era una persona también muy ‘maneta’ se dice aquí, de construir cosas, instalarlas físicamente. Les hacia creer a los clientes que era posible y realmente lo era. Tenía estas dos facetas: un deseo de  inventar cosas que todavía no se habían visto, y ser capaz de llevarlas a la realidad. Muy bonito.

Es difícil conseguir esa combinación... ¡Es  difícil! Y tenía también una gracia especial, yo le decía: “No sé qué tienes, tú eres un hipnotista” (dice con voz misteriosa), jajajaja, porque convencía a la gente, te decía cosas y tú te quedabas como prendado, no solo yo... que a mí me convenció tanto que ¡yo me casé con él y todo!,  pero yo veía a todo el mundo que se quedaba así fascinado con Enric porque tenía esta capacidad de transmitir su propia pasión. Guapísimo.

Entonces ahora tratamos de llevar la fundación que tiene su nombre, no solo recordarlo, sino que ir adelante con ese espíritu, con gente más joven, estudiantes, nosotros mismos.

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