Brindo por la familia
Llegó a Lo Barnechea cuando era puro campo, sin construcciones ni mucho menos bombas de bencina ni malls. De a poco, casi a pulso, fue armando esta casa que hoy disfruta junto a los suyos, que se reúnen alrededor de la buena mesa.


Hace 22 años el suegro les regaló el sitio. “No teníamos ni un peso y construimos lo básico, sin plantas en el jardín”, cuenta la propietaria de esta casa que dedica su tiempo a una tienda de ropa que vende creaciones propias teñidas a mano. “Soy artista visual, no diseñadora, por lo que lo mío es intervenir con color”, aclara.
Solo cortinas y lo básico para vivir, así comenzaron y “fuimos agrandándola en la medida en que crecía la familia y entraban unos pesos”, comenta.
Con la cabeza llena de ideas locas aceptadas por un marido que pertenece al lado más conservador de la vida, pudo hacer cambios libremente, como fue sacar el comedor y hacer una cocina-bar en lugar de este. “Mi casa siempre está repleta de gente, por lo que quería que fuera cómoda, nos gusta la cocina pero no cocinar solos. Mi yerno es el chef del Europeo. Inspirado en este ambiente de cocina familiar, quería que fuera con bar este espacio ya que un buen vino, como decía mi abuela, es indispensable para que quede bien un plato”, afirma.
Este lugar contiene la alegría de su vida. “Es fácil de vivir, no tiene obras de arte ni cosas de lujo que se lloren si se rompen y cuenta con muchos rincones acogedores”, dice, los mismos que comparte y disfruta con tres de sus cinco hijos que aún viven con ella.

Los espacios se fueron decorando orgánicamente según la frecuencia de los tiempos. “Soy cero minimalista, más bien cachurera compulsiva, cada cosa que tengo tiene una historia, no planifiqué nada, todo se fue dando. Cambio mucho de lugar las cosas por lo que mi suegra se ríe, ya que siempre llega a una casa distinta”, suma. Su ojo de artista visual marca esa inclinación irresistible por llenar los espacios de colores. “Amo que mi casa tenga muchas tonalidades”, dice.
El living, el comedor, la cocina-bar y terraza son los lugares más usados, y durante el invierno se despliegan los vidrios de la terraza y queda como espacio integrado “para los que quieran fumar junto a un coñac como lo hace mi marido con sus amigos, que nunca faltan”, cuenta.
Su tienda de ropa también está en Lo Barnechea, en una casona antigua donde comparte el negocio con sus hijas. Todo cerca y en familia, calidad de vida por el lado en que se mire.


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