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Cada 20 o 25 años

Este es, al parecer, el lapso entre grandes terremotos. Un hecho y una condición para habitar este territorio, que nos pide además estar preparados contra tsunamis, sequías, nevazones, temporales, inundaciones, erupción de volcanes, vientos, aluviones y hasta vandalismo. Sin contar crisis económicas, ambientales, pestes, vacas locas… Este es nuestro escenario, por ello Chile debiera estar siempre en alerta y preparado.

Hay tres posibilidades para el futuro: una es seguir como vamos (la peor); otra, pelear contra la naturaleza, y la tercera es aceptarla. La segunda, incluso si es inteligentemente realizada —como los diques de Holanda que son capaces de contener las inmensas subidas del mar del norte— podría ser muy costosa y no necesariamnete infalible. Lo más sensato y adecuado a nuestra realidad es aceptar y anticiparse a los inconvenientes, optando por no ir contra la naturaleza.

El concepto sería no tener ningún poblado en borde mar: estos debieran estar a unos 10 o 15 metros de distancia, ojalá hacia los cerros; abajo dejar las playas, muelles, plazas, espacios para agricultura; los parques debieran estar entre la playa y el interior. Ya se ha visto que los árboles mitigan muy bien la fuerza de las olas.

Nunca construir en las quebradas, por los aluviones y derrumbes ya tantas veces vistos, incluso en Antofagasta. Tampoco ocupar los bordes de ríos, los nuestros son engañadores. Jamás construir en sitios de relleno o arenosos, pues son inestables y se asientan.

Todos los edificios clave (hospitales, escuelas, policía, municipalidad, bomberos e iglesias) debieran ser resistentes y estar emplazados en suelos estables, protegidos a toda prueba. Ellos serán los albergues, centros de repartición de víveres, agua y energía, en caso de emergencia.

En cuanto a materiales, las construcciones antiguas de adobe, aunque sean patrimoniales debieran ser demolidas, salvo que no sean destinadas a viviendas ni para usos masivos. Tienen ya más de 100 años, es decir ya han soportado unos cuatro cataclismos.

Las construcciones deben ser aisladas, de baja altura, aunque las ciudades se extiendan; las en altura deberían ser utilizadas para oficinas. ¿Para qué desafiar la gravedad, la fuerza sísmica y el medioambiente? El llamado es a no arriesgarse, más que hacer alardes urbanos y arquitectónicos. Lo más sustentable para Chile es no volver a re-construirlo cada 20-25 años: se puede y debe.

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