Editorial


Cada cierto tiempo nos gusta hacer especiales, es una buena manera de hablar sobre un tema y juntar distintas visiones. Esta semana les tocó el turno a los baños. Aún se está despachando lo que fueron las novedades de Milán, pero hablamos con las marcas más importantes con presencia en Chile y nos adelantaron parte de ese material. En líneas generales uno podría decir que el baño es pieza fundamental en las casas y, por lo mismo, hoy se está destinando un porcentaje importante de metros y presupuesto para que quede bien. Revestimientos de grandes formatos o que parezcan madera, el uso del dorado bronce en griferías y accesorios, ventanales en vez de pequeñas ventanas, son todas claves si pensamos en un look 2016. Si el espacio lo permite, tener tina y ducha separadas también puede ser una buena inversión. Recuerden que un baño bien remodelado siempre suma plusvalía, por lo que no solo es un placer para el usuario, sino un buen ejercicio financiero.
Saltando a otro tema muy distinto, imposible no hablar de lo ocurrido el fin de semana pasado en Santiago; agua cortada por muchas horas en diversas comunas, sectores de Providencia donde jamás debería llegar agua inundados. Barro en subterráneos, y así una larga lista. Y en provincia lo mismo; el río Tinguiririca amenazando todo lo que lo rodea y más agua y barro en sectores rurales. Y nuevamente las notas en televisión con lo que se debería haber hecho y no se hizo, mostrando lo que se pensaba iba a resistir y no lo consiguió, que los cálculos se hicieron en base al promedio de lluvias de abril y las últimas estaban fuera de estadística... Yo no soy experto climático, pero si sé, porque he leído, que uno de los efectos claros del calentamiento global son los escenarios concentrados de excesos: lluvia, nieve o sequía donde ‘la norma’ desaparece, pero eso parece que a nadie le importa o lo incluye al momento de proyectar infraestructura. El resultado: cientos de damnificados que se podrían haber evitado, sueños que se los llevó el barro y un país nuevamente destinando recursos a reconstruir en vez de desarrollarse y crecer. Como lo definió Phil Crosby hace ya muchos años: “El coste de calidad es el coste de hacer las cosas mal y de no hacerlo bien a la primera”. Y acá seguimos jugando al prueba y error.
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