Editorial


La semana pasada se inauguró Casa Mater Ed con una de las mejores muestras que hemos visto en años. Arquitectos, decoradores y paisajistas se pusieron las pilas y ¡se notó! Nos acercamos a niveles internacionales.
Personalmente, me llamó la atención no sólo las propuestas, sino la factura, con materiales, terminaciones y productos de primera calidad, dejando de lado por fin la copia mal hecha y eligiendo lo original. Cuenta de ello da la excelente colección de lámparas que vimos.
En la inauguración, junto con los comentarios sobre el nivel de la exhibición, el tema fue la demolición de la casa donde se realiza la muestra, que al terminar dejará de existir. Una lástima, con ella no sólo desaparecerá una de las esquinas más emblemáticas de Vitacura (el fantástico jardín de cactus que rodeaba esa casa siempre le dio un aire misterioso y lejano), sino también un ejemplo de arquitectura de calidad para toda la ciudad.
Es esta la idea que nos quedó dando vueltas y la que de alguna manera nos guió: lo bueno, independiente de la época en que haya sido construido o diseñado, permanece y siempre sorprende. Qué mejor ejemplo de esto que la huella del movimiento moderno en Chile, que ha demostrado que la excelencia no necesariamente significa lujo, pero sí funcionalidad y eficiencia, y que gracias a la magnitud de sus propuestas, grandes y masivas, permanecen definiendo el perfil de barrios y avenidas. Un libro de la Universidad Diego Portales recoge los mejores ejemplos de este movimiento, transformándose, sin lugar a dudas, en un ejemplar de consulta para todos los interesados.
Pero también es bueno saber en qué estamos hoy y cuáles son las propuestas que nos definen. Para eso conversamos con Emilio Arancibia, responsable de la implementación de un concepto nuevo en arquitectura para Santiago, y con Andrés Martínez, presidente del QVID y a cargo de la premiación de este año a lo mejor del diseño nacional.
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