Se fue enero y entramos al mes más masivo de vacaciones, con traslados a la playa, campo, lago, donde se pueda y cómo se pueda. Pero también hay quienes (muchos) se quedan en Santiago; ya dije en otra editorial que para mí, estos son los mejores meses para vivir en la capital, así es que no daré la lata de nuevo, pero... para ser consecuentes con lo que pensamos, este número se lo dedicamos a la ciudad, para los que se quedan aquí y que a veces no saben qué hacer.

Para los viudos y viudas de verano hay panoramas culturales, restaurantes y bares nuevos o con cartas renovadas, para justificar las juntas con los amigos, y también nuevas tiendas con cosas bonitas para la casa, y otras conocidas, pero que vale la pena revisitar. Si se dan el tiempo y la maña, pueden aprovechar de conseguir cosas únicas a muy buenos precios, porque las liquidaciones están en las últimas y los descuentos son grandes.

Por todo lo anterior, decidimos mostrar dos departamentos hiperurbanos, de esos que con solo cruzar la puerta uno sabe que los dueños son de gustos definidos y donde nada ha sido puesto al azar; la paleta de colores, los pocos elementos decorativos, el rescate de las terminaciones propias del edificio, todo habla de consecuencia entre el vivir y el hacer.