Siempre es agradable llegar a una casa en donde la arquitectura nace a partir de las necesidades de quienes la viven. Nos encontramos, entonces, con un escenario favorecido por la profesión del propietario: arquitecto. Es de estamanera que el proyecto se desarrolló a partir de una idea central: “Todo debía estar en función de la conectividad de cada uno de los recintos, privilegiando el ingreso de la luz natural, las vistas y los espacios comunes, el movimiento, incluso para una persona demovilidad reducida; por lomismo no existen desniveles entre los recintos, la escalera principal es muy generosa en su recorrido, ya que uno lamentablemente no siempre será joven y hay que pensar en eso aunque no nos guste. Una vez definido esto, el diseño fue bastante rápido”, señala el arquitecto.

Con la arquitectura definida, lo que seguía era ambientar los 500 m2 que componen la casa, “la decoración fue saliendo sola, de lo que nos gusta como familia. Para eso nos concentramos en que nuestra casa fuera funcional, sin zonas cerradas, que todo se pudiera usar sin restricciones.Hay recuerdos, antigüedades,muebles que nos gustan, obras de arte, recuerdos de nuestros viajes que son una pasión en la familia, de todo un poco. Ni mucho ni poco”, sostiene el propietario. Un concepto amigable, generoso, donde se privilegia la comunicación de quienes lo habitan y donde los animales forman parte de la rutina, no es menor contar que éstos suman 25 entre perros, gatos, tortugas y gallinas, por nombrar algunos.

Coherencia absoluta entre lo que se pensó y se hizo, donde los espacios comunes son el alma de este lugar que mira a la cordillera, al valle de La Dehesa y a la inmensidad de la capital. Dentro de la ciudad, pero no tanto, alejados de la bulla, cerca del silencio. Una familia dentro de su propio refugio, donde todos son bienvenidos.