Margarita Morales, como buena amante de la estética, ha conseguido vivir en una casa rodeada de arte y piezas que, según ella, “tienen un valor sentimental muy grande”. Tal como ocurre con Orgánica, su tienda, la que abrió hace diez años con el objetivo de reunir fondos para los niños del Hospital Calvo Mackenna, y que hoy ya es un nombre consolidado dentro del circuito de la decoración.

Son sus viajes a Francia dos veces al año, el haber pasado toda su vida rodeada de arte y objetos antiguos y su condición de “decoradora innata”, como dice Margarita, las razones que hoy la hacen conocida por su buen gusto, el que traspasa además los proyectos decorativos en los que trabaja.

Vive hace más de un año en esta casa de Vitacura, la que persiguió durante largo tiempo y ella misma se encargó de refaccionar. Afrancesado y campestre son los componentes obligados, la regla de oro, sobre todo si pensamos que Margarita es una admiradora de la ciudad medieval de Avignon.Siempre la visita. “Me gusta la fantasía, soy soñadora”, afirma, siendo esta marcada faceta el hilo conductor de toda la ambientación de su casa.

Y es que este espíritu romántico se expresa de verdad en toda la forma de vivir de esta mujer de 53 años y doctora de profesión, desde su recorrido a diario por el jardín para recoger, como relata ella, “los frutos y vegetales que los antiguos árboles me abastecen”, o la propia colección de ángeles, pájaros, figuras religiosas y fanales que ha ido seleccionado y que, de modo poético, ha instalado en este hogar donde vive junto a su marido e hijos.

Vida familiar que, según cuenta Margarita, se da principalmente en el espacio de la cocina, donde “sagradamente todos los días almorzamos juntos”, comenta. Este lugar es calentito, dan ganas de estar ahí y demuestra la vocación cocinera de su dueña, quien se encarga, y lo puedo decir en primera persona, de preparar puras exquisiteces para quienes aterrizan a verla.