La vida más dulce
El arquitecto Sergio Cereceda y la diseñadora de vestuario Florence Collin cambiaron un barrio bohemio de París por la tranquila calle Lautaro, en Providencia. Calidad de vida y nostalgia de ver a sus hijos jugar en la misma plaza donde lo hacía su padre motivaron su nuevo andar.


Los primeros diez años de este matrimonio chileno-francés fueron en París, cerca de la familia de Florence. Ahí Sergio se desarrolló profesionalmente en una reconocida oficina de arquitectura y nació su primer hijo, Santiago, hoy de cinco años. Gran experiencia, pero esta maravillosa ciudad europea tiene su lado B, la parte 'ingrata' de vivir en Europa y razón para el giro que tuvo esta historia familiar. "Nos vinimos a Chile básicamente por una cuestión de espacio y proyecto de familia. Vivíamos en un departamento de 50 m², porque los precios allá son una locura y estaba la motivación de Astor, nuestro segundo hijo, en camino", cuentan.
Al llegar a Santiago, Sergio no dudó en llevar a Florence a recorrer los barrios donde él vivió su infancia y adolescencia, pensando en enraizarse ahora con su núcleo familiar. "Dando vueltas encontramos esta casa que estaba abandonada. Nos encantó su estilo barco, las terminaciones, los espacios, en un lugar tranquilo, apenas a dos cuadras de Salvador. A la ubicación se suma además la nostalgia de barrio, porque yo vivía al lado de la plaza Guillermo Franke, que está a la vuelta, y mis padres y abuelos también vivían por acá", cuenta Sergio.
El arquitecto, actualmente asociado con Adelina Gatica en ODA, "una amiga que me abrió generosamente las puertas de su oficina cuando llegué", estuvo a cargo de remodelar la vivienda, restituyendo toda su nobleza y reestructurando los espacios mediante una distribución más lógica y abierta, adecuada al modo de vida de la familia.
Lo que era la cocina, apartada del comedor, se transformó en lo que hoy es el taller textil de Florence (su trabajo se pueden ver en www.florencecollin.blogspot.com) y su acceso quedó conectado a través del garaje, lo que da libertad e independencia total respecto a los otros espacios de la casa. "Tiene una luz exquisita y un espacio donde puedo estar concentrada en lo mío y al mismo tiempo estar presente como mamá", cuenta Florence, con su tono afrancesado.
La mezcla de mundos, historias y afinidades artísticas de esta pareja propone espacios honestos y con carácter, que se han ido formando durante el último año, en parte con lo que contenía el container que trajeron de París, con muebles de diseño adquiridos en ferias de antigüedades, como la colección de vinilos; mientras que en el Parque La Villete compraron las sillas Tulip, al igual que la silla huevo de Arne Jacobsen y la clásica lámpara de pie Lyon. Estos íconos de los 50 se lucen sobre uno de los pisos de parqué más lindos que se puedan ver con muebles de estilo, como la mesa de comedor de caoba, herencia de los abuelos de Sergio, o el trío de mesas laterales con cubierta de espejo que Florence recibió de su madre. "Como el departamento nuestro en París era tan pequeño, había muchos muebles míos que los tenía en la casa de mis padres, y con este traslado aproveché de traer todo y disfrutar mis cosas", aclara Florence.
Entre piezas de diseño moderno y elementos vintage se asoma la nota chilena. Una lámpara de Chimbarongo y regalos de sus amigos arquitectos cuando se casaron, como la pesa típica de la Vega que causó furor en su estadía en Francia. "Francés que llega a Santiago, se lleva una", confiesa Sergio.
"Me tiene bien encantada la vida de este lugar; aunque suene extraño es más dulce la vida acá que en París", detalla esta parisina.
Inspiración
Uno de los plus de esta casa es que algunos clásicos diseños de los años 50 interactúan sin ningún problema con otras piezas de factura artesanal, como una lámpara proveniente de la localidad de Chimbarongo.
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