Memorias de territorios
Muestras vivas. Un recorrido por la geografía de Chile y distintas expresiones de habitar el paisaje a la antigua, con sabiduría tradicional, más el conocimiento de las nuevas tecnologías y la inyección de nuevas generaciones, esta vez de arquitectos, que demuestran que temas como sustentabilidad, eficiencia energética o aislación térmica tienen soluciones constructivas más simples, basadas en la memoria de la arquitectura vernácula.
Vernáculo: doméstico, nativo, de nuestra casa o país.
La arquitectura vernácula es autóctona (nacida en el mismo lugar en que se habita), popular (perteneciente al pueblo) y tradicional (que sigue las costumbres del pasado). Es la manera en que el hombre se ha relacionado con su entorno y en cómo lo habita. Estas construcciones están moldeadas por las características del suelo, clima y paisaje. De ellas dependen y se adaptan. El suelo les proporciona la materia prima y, el hombre, la fuerza transformadora. De ahí que se suele decir que es una arquitectura hecha sin arquitectos, donde el rol protagónico lo toman los constructores locales y el desarrollo de los oficios, entendiendo que la arquitectura vernácula pertenece, o mejor dicho nace, en períodos preindustriales.
Esta es en parte la razón por la que hoy se han transformado los materiales y casi han desaparecido las técnicas constructivas ancestrales. La industrialización llevó a la migración a las ciudades, al despoblamiento de las áreas rurales, a la transformación de materiales, a la consiguiente pérdida de los oficios, a la adopción de modelos ajenos de habitar, como lo que sucede hoy en Chiloé con la construcción del polémico mall, y a la aniquilación de las relaciones del hombre con el territorio.
aislación térmica.
La tierra en conjunto con la paja actúan, en complemento a la totora, como aislante térmico, aunque varía mucho su efectividad según la técnica constructiva y espesor de los muros que se utilice. Además la totora actúa como un regulador natural de la humedad, evitando la condensación interior.
Es el aislamiento de algunas localidades del país lo que hoy permite la conservación de la arquitectura vernácula. Un buen ejemplo son Puerto Edén y sus pasarelas. Olvidada, abandonada, transformada o reinventada, es una clara respuesta de identidad local, imagen país, de patrimonio frente a la globalización, así como también al modo en que hoy hacemos ciudad y, por qué no decirlo, una consciente y firme decisión de construir autosustentablemente. Es de este complejo sistema social, espacial y constructivo que habita en la memoria de nuestro territorio del que hablaremos, y de cómo hoy se toma y reinventa para adaptarse a las exigencias contemporáneas.
Algo de historia
Este interés no es nuevo. Ya a fines del siglo XIX en Inglaterra, el movimiento Arts & Crafts hace una crítica a la industrialización a través de lo vernáculo, a volver a lo artesanal, respetar la naturaleza de los materiales, rescatar los oficios y revivir la arquitectura doméstica clásica. Su mirada era la sencillez, solidez e integridad. Algo que por cierto ha vuelto a tomar fuerza.
La arquitectura vernácula nace de una necesidad y un lugar, del paisaje, del territorio y la edificación. Es un ente vivo que se moldea, transforma, destruye e imita, un testimonio del paso del tiempo. Ella, en esencia, es autosustentable.
Otros ejemplos ya modernos: Le Corbusier, que valoraba la arquitectura tradicional de Turquía, Grecia e Italia por su respeto a la presencia de las costas y la unidad que presentan, y que se pregunta "¿es que ya nunca más haremos armonía?"; o Frank Loyd Wright y otros arquitectos con su interés por el Japón vernáculo. Hoy no podríamos dejar de poner como ejemplo el ganador del Premio Pritzker de Arquitectura 2012, sin duda el más importante a nivel mundial: Wang Shu. Este arquitecto chino, a través de su oficina Amateur Architecture Studio, se ha dedicado a validar el concepto de la tradición artesanal en la forma de hacer las cosas. Como dice: "Espontánea por la sencilla razón de que es un asunto de la vida cotidiana". Es esa forma de ver la arquitectura que lo acerca a lo vernáculo, junto con ver técnicas para adaptar, transformar y reciclar las construcciones en un proceso espontáneo y experimental.
Ese sentido espontáneo, experimental y hasta vivencial, es el que destacamos en cuatro ejemplos de arquitectos que han tomado algún aspecto de la tradición vernácula para investigarla, adecuarla, moldearla y experimentarla, tal como en sí misma se define: un ente vivo. Algo que en esencia es sustentable. En tanto, en el caso de la zona central, tomamos un ejemplo en el que el tema experimental es esencial, y aunque no parte de un método de construcción local, sí toma los materiales locales de la paja de trigo -un desecho agrícola de la zona central de Chile- y la tierra. El arquitecto Chris Whitman, junto a un equipo de investigadores del Laboratorio de Energía de la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad Andrés Bello, está estudiando la viabilidad de construcción en fardos de paja para mejorar la eficiencia energética y confort higrotérmico interno en viviendas sociales rurales en la zona central de Chile. Cuenta que la forma de los fardos de paja es utilizada como un relleno aislante dentro de un marco estructural de madera terminado por dentro, y por fuera, con un estuco de barro en una de las tres cámaras de prueba de 4 m² con que experimenta. Las otras son de madera de pino -tipo mediagua-, una sin aislantes y la otra con aislante de poliestireno expandido.
El tema es que, aunque "la arquitectura vernácula en la zona central de Chile responde a las necesidades bioclimáticas de la zona, tiene muros con mucha masa térmica para equilibrar las altas oscilaciones térmicas que existen, grandes aleros para protegerla de la fuerte radiación solar de verano, las lluvias de invierno y espacios externos sombrados (como un parrón para uso en el verano). Sin embargo, en esta arquitectura vernácula falta la aislación térmica necesaria para los meses fríos de invierno. Por eso nos interesa estudiar la construcción con los fardos de paja, que en conjunto con un buen estuco de barro, de por lo menos 3 cm de espesor, puede ofrecer la aislación y la masa térmica apropiadas en cualquier época del año", dice Whitman, experto en sustentabilidad y energías renovables.
Tal como la arquitectura vernácula, el diseño bioclimático ha existido siempre. Muchos consideran que es incluso un término redundante, debido a que toda arquitectura debe ser, por naturaleza, esencialmente bioclimática, algo que básicamente consiste en optimizar la relación hombre-clima mediante la forma arquitectónica.
Ya en el sur, Chiloé se vuelve un ícono de la arquitectura vernácula. Castro, por ejemplo, tiene una identidad marcada en su arquitectura, que hoy se ve amenazada con la construcción del mall, siendo una aberración en cuanto a su escala urbana y un atentado contra parte del Patrimonio de la Humanidad, la iglesia de Castro. La tradición en este emplazamiento, al igual que en todo el archipiélago, habla de una raíz basada en la arquitectura indígena de los huilliches y pehuenches, de una fragilidad de los materiales utilizados, de los volúmenes, de un emplazamiento en dirección este-oeste, y hasta de las formas de relación que tiene este grupo con el medio, desde soluciones funcionales a sistemas complejos regidos por sus creencias. Junto con ello, claramente expone sistemas constructivos basados en la madera y con formas de disposición de los entramados en sus muros y cubiertas para la protección del agua, que por cierto expone la tradición local de construcción naval de las islas.
Es esta tradición la que toman los arquitectos Eugenio Ortúzar y Tania Gebauer -www.eugenioortuzar.cl-, que cuentan con oficinas tanto en Ancud como en Santiago, aunque casi toda su obra se ha desarrollado en Chiloé. Aclaran que aunque se basan en ella, más bien la ven como un puente entre pretérito, presente y futuro, como también un término conocido. “Tradición y modernidad”, dicen. Además se sienten identificados con Wang Shu en su postura de proponer y entender una nueva arquitectura que tiene identidad, cultura y costumbres. Trabajan con y desde lo local hacia lo global.
“Vivimos en proceso de exploración; en nuestro laboratorio hacemos arquitectura desde un origen, con los lenguajes furtivos, las señales del clima representados en la gente, la nobleza del material y con una arquitectura espontánea, sin clichés y formalismos de exportación, como un elemento perecedero, que vive, que muta y que muere”, dice Ortúzar.
Y para terminar, en la Patagonia, una mexicana que fue la que se apropió de Puerto Natales y sus alrededores. Fernanda Viuilleumier lleva casi cinco años en Chile. Su arquitectura no la ve como la construcción de un objeto, sino de manera fluida, empleando un medioambiente flexible, donde ya no necesariamente se basa en el espacio y materia, sino en instantes y momentos de interacción y de la experiencia de la misma. La manifestación de los diferentes elementos con la naturaleza, la abstracción de las texturas de los materiales del contexto patagónico, incluso los materiales de construcción, son elegidos y pensados de acuerdo con la situación geográfica donde se construye.
el sistema constructivo con fardos de paja no solo usa un material local y mejora la eficiencia energética de la construcción, sino que también tiene un aspecto parecido a la arquitectura patrimonial de adobe con muros anchos y terminación de estuco de barro.
Cuenta que la arquitectura no debe luchar contra la fuerza natural, sino utilizarla según su propio ciclo. Es por eso que, por ejemplo, en la vivienda Out SideIn el techo fue diseñado para dejar pasar los fuertes vientos -superiores a 100 km/h- que predominan el noroeste, y la fachada norte fue levantada en hormigón y piedra porque es la parte de la casa que está más expuesta a la lluvia y a este viento, o como sucedió en la abstracción de una casa-habitación rural dentro del contexto patagónico, en que se apropió de los materiales, mano de obra locales y de los métodos de construcción propios.
“Mas que nada -insiste- se trata de una adaptación a las necesidades de habitar los espacios para un público temporal. Lo que se busca es la renovación de los materiales locales y sus aplicaciones mismas a través de ideas modernas. Si es necesario, dejando y conservando el esqueleto, su historia y huella para seguir obteniendo la identidad, o bien reinterpretando la arquitectura del lugar”, puntualiza Fernanda Viuilleumier.
Web: fernandavuilleumier.com
Casos
En el Norte Chico, a partir de la investigación que desarrolló la arquitecta Rocío Blaitt sobre la Hacienda El Tangue, emplazada al sur de Tongoy y con un total de 60 construcciones levantadas hace 75 años a partir de los suelos arcillosos y la totora que crece en los humedales cercanos, y que son materiales eficientes y de bajo costo, se pudo constatar que la arquitectura vernácula tiene un origen material en el territorio y que hoy no debe desestimarse.
Cuenta que la totora tiene una estructura interna de microceldillas que mantienen el aire atrapado, y si se utiliza construyendo un grueso manto resulta ser excelente aislante térmico, con un índice de conductividad térmica muy bajo.
Además actúa como un regulador natural de la humedad, evitando la condensación interior, algo muy necesario en las construcciones costeras. La tierra con la paja complementan la totora, al actuar como aislante térmico. Su efectividad depende de la técnica constructiva y espesor de los muros que se utilice. Además valida las técnicas de techado con totora, como el techo tirado y el techo cuyano, y las variaciones del sistema de quincha, una interesante alternativa para construir en tierra de manera antisísmica. Critica a los bancos porque no financian proyectos en los que se ocupa barro. “Es un sinsentido -dice Rocío Blaitt-. Son fáciles de construir y son antisísmicas”.
Es esta tradición la que toman los arquitectos Eugenio Ortúzar y Tania Gebauer -www.eugenioortuzar.cl-, que cuentan con oficinas tanto en Ancud como en Santiago, aunque casi toda su obra se ha desarrollado en Chiloé. Aclaran que aunque se basan en ella, más bien la ven como un puente entre pretérito, presente y futuro, como también un término conocido. “Tradición y modernidad”, dicen. Además se sienten identificados con Wang Shu en su postura de proponer y entender una nueva arquitectura que tiene identidad, cultura y costumbres. Trabajan con y desde lo local hacia lo global.
factores climáticos. El viento, la cantidad de lluvia por año, la salinidad, la calidad del suelo, las horas día/noche, la orientación y hasta cómo llegan los rayos del sol a la construcción son elementos clave a la hora de optar por un diseño o sistema constructivo.
"Vivimos en proceso de exploración; en nuestro laboratorio hacemos arquitectura desde un origen, con los lenguajes furtivos, las señales del clima representados en la gente, la nobleza del material y con una arquitectura espontánea, sin clichés y formalismos de exportación, como un elemento perecedero, que vive, que muta y que muere", dice Ortúzar.
Y para terminar, en la Patagonia, una mexicana que fue la que se apropió de Puerto Natales y sus alrededores. Fernanda Viuilleumier lleva casi cinco años en Chile. Su arquitectura no la ve como la construcción de un objeto, sino de manera fluida, empleando un medioambiente flexible, donde ya no necesariamente se basa en el espacio y materia, sino en instantes y momentos de interacción y de la experiencia de la misma. La manifestación de los diferentes elementos con la naturaleza, la abstracción de las texturas de los materiales del contexto patagónico, incluso los materiales de construcción, son elegidos y pensados de acuerdo con la situación geográfica donde se construye.
Cuenta que la arquitectura no debe luchar contra la fuerza natural, sino utilizarla según su propio ciclo. Es por eso que, por ejemplo, en la vivienda Out SideIn el techo fue diseñado para dejar pasar los fuertes vientos -superiores a 100 km/h- que predominan el noroeste, y la fachada norte fue levantada en hormigón y piedra porque es la parte de la casa que está más expuesta a la lluvia y a este viento, o como sucedió en la abstracción de una casa-habitación rural dentro del contexto patagónico, en que se apropió de los materiales, mano de obra locales y de los métodos de construcción propios.
"Mas que nada -insiste- se trata de una adaptación a las necesidades de habitar los espacios para un público temporal. Lo que se busca es la renovación de los materiales locales y sus aplicaciones mismas a través de ideas modernas. Si es necesario, dejando y conservando el esqueleto, su historia y huella para seguir obteniendo la identidad, o bien reinterpretando la arquitectura del lugar", puntualiza Fernanda Viuilleumier.
Web: fernandavuilleumier.com
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