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Verano en Santiago, Terrazas de semana

Bajando por la Costanera Andrés Bello y justo en la esquina de Nueva de Lyon está la nueva perdición de hombres que aman por sobre todas las cosas los autos. Aparece el Hockenheim, restaurante diseñado por Mathias Klotz, con dos terrazas y varias mesas interiores que los dejarán con ganas de correr por la mismísima pista de Fórmula 1 a la que alude su nombre. Creación de dos creativos y aventureros abogados, este nuevo restaurante no pretende más que ser un espacio de placer donde todo sea de primera, desde sus jugos naturales (no se pierda el de betarraga con manzana o su pronta a estrenar barra con los mejores destilados) hasta sus hamburguesas caseras o su crudo de carne Angus (200 y 400 g), de perfecta manufactura y con una suavidad que acaricia la boca; también hay varias ensaladas y unas ideales para el comienzo de semana cuando se quieren bajar las calorías. Todavía no tienen patente de alcoholes pero (como sus propietarios y las leyes que manejan dicen) están muy cerca de tener, igual que la nueva terraza que da a Andrés Bello, que hasta ofrecerá puros para los caballeros.

La impecable y delicada joyita de La Costanera (Nueva Costanera 3832) es la otra sensación que brilla esta temporada, un oyster bar que ya tiene muchos seguidores, sobre todo aquellos que adoran el sentarse frente a buenos platos y copas de calidad. De la mano del chef Francisco Mandiola, La Costanera tiene una de estas terrazas de las que no se quiere salir. Su carta está plagada de delicias y a muy buenos precios. Aquí desde un plato de ostras a una fantástica y jugosa hamburguesa (que llega con huevo frito, tocino y pan brioche, ¿qué más se puede pedir?), también un tataki de atún delirante y unas planchitas de pulpo o de lomo acompañan a la sombrita. Para tomar, una carta con harto espumante y botella fría.

Y si hablamos de encuentros gratos y regalones de siempre, el Liguria asoma una vez más, sobre todo por el relajo de mesa disponible y platos exquisitos a pedido de comensal. Unos porotos granados con jibia (esa magnánima creación de Alfredo Gutiérrez que francamente es para premio) o de los locos escabechados con anillos de cebolla. Dan para grito, dan para schop, michelada, combinado o copita de vino, y vaya qué rico alargar esos almuerzos… a punta de maní; aquí no hay hora que se mire, ni mala cara que asome (desde el 2 al 15 de febrero Luis Thayer Ojeda, cerrado, el resto campantemente abierto).

Sanguchismo

Podría ser perfectamente una religión. Los que amamos la comida encerrada en pan profesamos una devoción por ella que no cambiamos por nada, de ahí que siempre sea una buena idea ir a lugares donde ofrezcan sabrosas propuestas de sánguches que por suerte hoy abundan con ricos y agradables lugares que perfectamente podrían llamarse templos. Aquí tres elegidos:

Danés. Es la sensación de Vitacura y sus tres pisos se repletan de hombres y mujeres que llegan hasta sus mesas por gigantes y deliciosos sánguches de creativas mezclas. Aquí están los clásicos de siempre (mechadas, lomitos, churrascos, hamburguesas, completos) en las conocidas versiones nacionales junto a otra propuesta estilo Danés, donde tiran toda la carne (más bien ingredientes) a la parrilla. Doy fe de que la mechada es impecable y cortada muy delgadita para que sea suave y blandísima, igual que su hamburguesa, hecha de carne Angus muy jugosa y rica. El resto de los ingredientes es una larga y apetitosa lista. La carta de bebestibles es juguetona y da para largo con muy buenas y sedientas ofertas. (Vitacura 4607)

Uncle Fletch. Partamos de la base de que su pan es maravilloso y su carne una delicia que hace de su hamburguesa, su especialidad, un deleite de comer. El Uncle Fletch es un tesorito para ir a hamburguesear y de lo lindo. Hay también una versión vegetariana, unos anillos de cebolla ricos para comenzar y una barra de cervezas de lujo con qué acompañar estos bocados. Aquí se pueden regodear con la clásica, la con queso o irse con la de queso azul que es una maravilla. (Dardignac 0192)

Miss Lucy. Chiquitito y muy cumplidor. El toque pin up llevado a los sánguches, nada más seductor. Hay mucho juego y mucha enjundia con propuestas que salen de lo común y abarcan muchas procedencias. Desde cerdo a carnes de cocciones lentas, como el de osobuco cocinado por 8 horas, hasta lomos y hamburguesas. Aquí la perdición es de alto calibre y el sabor más aun. Mucho para gozar. Y mucho que probar.  (Constitución 8)

Atardeceres después de la pega

Aquí es cuando todo puede pasar. Cuando la reunión da para largo y el brindis no tiene número o, mejor todavía, a nadie le importa. Por suerte la cosa costumbre del happy hour se dejó de perseguir y ahora importa más el nice hour, estar contento en un lugar que agrade por lo que ofrece, porque es lindo, rico, porque su terraza es increíble. Exactamente lo que pasa en el Divertimento, una de las terrazas más lindas de Santiago y donde el verde hace pensar hasta que se está en pleno sur del país y ¡¡¡no!!! Damas y caballeros, nos encontramos a los  pies del cerro San Cristóbal, en pleno Providencia (Av. El Cerro s/n). Aquí todo es agradable (partiendo por la atención del entrañable Daniel), hasta el Spritz que como buenos italianos ofrecen junto a una buena carta de bebestibles. Para comer hay delicias hechas por Flaminia Sacco y van desde platos chilenos (imperdible el pollo de grano asado con pastelera y la corvina al ajillo con porotos granados) o los italianísimos  spaghetti al cartoccio, una de las estrellas humeantes del lugar. Agradable, natural, perfecto para quedarse hasta que se le antoje. Las noches cálidas de todas maneras lo invitarán a hacerlo.

Si lo suyo va por el lado del jamón serrano, la tortilla de patatas y el hit de la estación, el gin tonic, entonces el Balbona es un excelente lugar. Sobre Vitacura y al lado del Paseo de El Mañío (N°. 3891) ostenta la fama de tener una de las mejores coctelerías de la capital. Hasta aquí llegan grupos de todo tipo en busca del buen brindis. El destino es desde frescas jarras de sangría hasta los ya mencionados gin tonic, servidos religiosamente en copas bola, con mucho hielo y tónicas de calidad (pida la 1724, un lujo de tónica que hace de su trago una maravilla incomparable) y varios gin para elegir, además hechos a la española (unos másters en estos brebajes). Para comer, todas las delicias ibéricas preparadas con sabiduría y buena mano. Olé como mínimo saldrá de usted.

Y si de prenderse desde el atardecer a la noche se trata, entre a El Barrio, de Christopher Carpentier, una terraza exquisita con buen restaurante en Alonso de Córdova (N°. 4263) . Lindo, moderno, acogedor y con un de todo para gozarlo. Buena carta de tragos y también de comidas. Aquí hay un no sé qué responsable de hacer sentir como en casa, la noche se enciende como por arte de magia, llega y llega gente y la risa abunda. Muy bien preparados Spritz (sí, es el trago del momento y por aquí parecen desfilar), harto espumante y vinito. Todo cuanto hay para acompañar buenos risottos o sus famosos huevos trufados o el adictivo fricasé, que llega también con huevo pochado arriba. Para no moverse de ahí hasta pedir un segundo plato. Se lo digo de verdad. Ah! Y los cheesecakes de postre son lo más.

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