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Luis Badilla: “Este es el cónclave más difícil desde el 1900″

Según el fundador del desaparecido blog de referencia sobre información vaticana Il Sismógrafo, y el chileno que más conoce la Curia romana, el cardenal húngaro Peter Erdő parte con ventaja.

Vista de los capelos de los cardenales en la Capilla Sixtina antes del inicio del cónclave en el Vaticano, el 12 de marzo de 2013. Foto: AFP -

Es el chileno que mejor conoce la Curia romana y probablemente uno de los observadores más agudos del Vaticano. Luis Badilla lleva más de 50 años viviendo en Roma y por varias décadas trabajó en Radio Vaticana. Fue además el creador de Il Sismógrafo, blog de referencia sobre la información del Vaticano y la Iglesia Católica durante más de 15 años, que en diciembre de 2023 decidió cerrar. Desde entonces Badilla se ha mantenido parcialmente retirado, pero sigue siendo una voz de referencia permanente sobre la situación de la Santa Sede y de la Iglesia Católica.

Hoy no solo está siguiendo de cerca los acontecimientos que se desarrollan más allá de los muros vaticanos, a pocas cuadras de su departamento, sino que mantiene estrechos contactos con diversos prelados y figuras relevantes de la Curia. A partir de esa experiencia, no duda en calificar el cónclave que se inicia como “el más difícil desde 1900”. “Ha habido 12 cónclaves desde entonces y de todos ellos este es el más complicado”. La razón es simple: “Las circunstancias del entorno son muy difíciles; para encontrar un momento tan confuso hay que ir hasta la Segunda Guerra Mundial”.

Y también parece que al interior de la propia Iglesia el panorama es complicado; al menos a la luz de las declaraciones críticas contra el papado de Francisco escuchadas en los últimos días de parte de algunos cardenales.

Bueno, eso corresponde a una cosa descontada, que son los tres sectores en que está dividido el cónclave, tanto en esta fase de precónclave como en el mismo cónclave. Está esa parte más mayoritaria de los así llamados bergoglianos, que son aquellos que en estas semanas, desde el día de su muerte y también durante la enfermedad, dejaron andar una suerte de prensa soviética, parecía la muerte de Stalin. Está el otro grupo, minoritario, pero más o menos sólido, una minoría todavía influyente que llamaremos los no bergoglianos, de los cuales tú has hecho referencia a algunas personalidades de peso, aunque no papables, porque este es el problema del sector no bergogliano, tiene tres o cuatro personalidades destacadas, como el cardenal Müller, el cardenal Sarah y así, pero no tienen el calibre de Papa. En todo caso han sido muy útiles, porque creo que están haciendo un trabajo de kingmaker muy intenso, sumando, negociando. Después están los que al final, en el mismo cónclave, cuando se revelan los resultados se conocen como los votos dispersos, son cinco o siete, que desde el inicio hasta el final votan lo que se les ocurre, por su cuenta. No están alineados. Yo estoy aquí en Roma desde el cónclave posterior a la muerte de Montini y desde entonces estuve en todos los otros.

Y ese año, en 1978, tuvo dos.

Sí, después de la muerte del Papa Montini tuvimos en pocos días dos, es verdad… Pero volviendo a las divisiones, la situación descrita antes responde un poco a lo que se ve y si hay un principio que se tiene que desmentir y no corresponde a la verdad, y sobre el cual en estas semanas se ha abusado, es que a un Colegio Cardenalicio bergogliano corresponda necesariamente un cónclave bergogliano. Esa no es la historia de la Iglesia.

¿Usted dice que no solo en este caso, sino que históricamente no ha sido así?

En la historia de la Iglesia normalmente encontramos papas que un minuto antes ni siquiera hubiéramos imaginado. Esa lectura, la de un cónclave bergogliano, se hace desde fuera y es una lectura política, pero esta cosa no es un congreso. A nosotros nos parece y nos gusta tratarlo como si lo fuera, porque es mucho más fácil para nosotros entenderlo. Es una esquematización, pero la historia demuestra que no. Hubo casos particulares, como que Ratzinger fuera elegido Papa después de la muerte de Papa Wojtyla. Pero se podía pensar que después de Ratiznger podría haber sido el turno de otro ratzingeniano y todos lo creyeron, la Conferencia Episcopal Italiana incluso saludó a un Papa no elegido, pero no fue así. Y en la mirada larga eso no pasa, porque el cónclave es un momento muy particular que se vive a pedazos y especialmente este, que como se ha dicho, en forma exagerada, está integrado por cardenales que no se conocían.

¿Eso no es cierto?

Es completamente exagerado. Efectivamente los cardenales nunca se reunieron, pero eso es otra cosa, porque a Bergoglio no le gustaba la idea de hacer un consistorio aquí en Roma, solo con sus cardenales. Por eso hizo uno solo.

¿Por qué?

Porque era un hombre muy impulsivo, muy autoritario y no quería hacer las cuentas con el colegio de cardenales. Paradójicamente, él de hecho no les atribuyó a los cardenales el rol que los cardenales tenían, que es el de ser consultores del Papa. Mi critica principal a Bergoglio es que nunca fue un Papa reformista. Personalmente, como sacerdote, fue siempre un hombre muy conservador. La imagen reformista es la que hizo la prensa. La prensa construyó un Papa cómodo, en parte porque la noche en que fue elegido no se sabía que decir de él. Tanto es así que se buscó un libro, un ensayo, algún texto escrito por él y no se encontraba nada, nunca se encontró nada.

¿No es reformista tampoco en los temas valóricos, como el tema de los homosexuales o de los divorciados vueltos a casar?

Son solo anuncios, en otro ambiente los habríamos llamado propaganda, pero por respeto a mi Papa digámoslo de otra manera, anuncios, promesas, deseos, proyectos, sueños… Él mismo al fin del sínodo dijo, y lo escribió: “Los tiempos no son maduros”. Esta frase de Bergoglio pronunciada en octubre pasado es, en mi opinión, la clave del pontificado, porque este hombre entendió que se tenían que hacer cosas, que eran necesarias, pero a lo largo del camino se dio cuenta que había fracasado. Por muchos motivos. Creo que Francisco nunca entendió cuál era el rol al que lo habían llamado y siguió comportándose como cualquier obispo de diócesis.

¿Y no cree que esto fue una decisión suya, en el sentido de querer bajar al Papa del pedestal, hacerlo más similar a un cura de parroquia?

No, en mi opinión fue espontáneo y honesto: soy así. Hay muchos ejemplos. Se le preguntó una vez “¿por qué no lee en francés, Santo Padre?”, como hacían todos los papas, y la gente creía que hablaban todas las lenguas, pero solo aprendían a leer sin siquiera saber lo que estaban diciendo. Pero el dijo: “No, un viejo de más de 70 años como yo, que se pone ahí a hacer la mímica, como un pez en un acuario y lee palabras que ni siquiera sabe lo que significan, no, no me hagan hacer el ridículo”. Anécdota real, escuchada con mis propios oídos y luego escrita y relatada. Al inicio él se sentía irritado por el rol que se le había dado, rechazando todo. Su hábito papal no era de rigor, le faltaba el escudo pontificio. En este contexto están los anuncios, son todas cosas que estaban en la cabeza de Bergoglio, sobre las cuales él tenía posiciones dogmáticas, incluso siendo todavía arzobispo manda una carta a unas monjas en Australia donde explica por qué la Iglesia rechaza el matrimonio homosexual, y es durísima. Pero él sentía, y esa era la gran contradicción de este hombre, que su conservadurismo, que no era modificable, entraba en contaste con un perfume que él sentía de cambios. Era un hombre que tenía una gran intuición social, y de hecho el ramo fundamental en el que él era bastante conocedor no era la teología, la biblística, cosas para él absolutamente inalcanzables, sino la doctrina social de la Iglesia.

Y ¿cree que era un populista, como algunos de sus críticos han sugerido?

Se podría decir, pero no es culpa de Bergoglio, es una coincidencia de su presencia en un período histórico particular, llamémosla coincidencia histórica, simultaneidad cultural, que se produce. Ciertamente es un Papa que murió amadísmo, muy aplaudido, pero terminada la crónica viene la historia, y la historia no funciona con opiniones, sino con hechos. Y ahí veremos. Yo fui un llamado bergogliano y, hasta el viaje a Chile, hice de todo para apoyarlo, porque tenía la esperanza de que hiciera algo, pero luego entendimos cómo era y su estructura de personalidad. Este es un papado donde la estructura de personalidad es muy importante.

¿Cuánto de esto está lo tienen presente los cardenales?

Hay que tener en consideración varios elementos. Creo que la sustancia lo piensan todos, también los más bergoglianos. La gran mayoría de los cardenales fueron creados por Bergoglio, y en mi opinión todos la piensan igual.

¿Entonces no quieren un Francisco II?

No, no quieren otro Francisco y esto ya se decía desde hace un par de años. A la pregunta de quién será el próximo Papa se decía no será jesuita, no será latinoamericano, y ahora se agregó no será otro Francisco.

¿Tampoco un Juan XXIV, como sugirió el propio Papa Francisco?

Ninguno de esos. El nuevo Papa tomará un nombre distinto a los últimos seis nombres. Porque decir Juan, Pío, Juan Pablo, Francisco, Benedicto es una manera de decir yo soy como esos. Juan es el Papa de la paz; Benedicto, el de la seriedad intelectual; Francisco, de la promoción humana; Pío, el de la institucionalidad rigurosa, de la ley, que es probablemente una de las cosas que más preocupan al cónclave, volver a vivir en la ley. Sí, los cardenales bergoglianos saben todo esto, es entre ellos donde gira, por ejemplo, la frase, “cuando el Papa dice que es un hombre como todos, no ha entendido nada, porque un hombre como todos el Papa no lo es”. O está otro que decía Bergoglio: “Yo tomo el café como tú”. Pero no, “yo quiero un Papa que no tome el café como yo”. También en los cardenales llamados modernos o contemporáneos permanece la figura de la sacralidad de quien es el Vicario de Cristo y todos los otros títulos. Él se agregó otros títulos en su carta constitución, como el de Primer Soberano. Y yo a eso respondo: no, yo no soy súbdito del Papa, yo soy discípulo de Cristo, al menos trato. Los cardenales están conscientes y la idea es que no se puede mirar al pasado.

Y ¿qué cree que están buscando?

Están buscando el identikit del hombre, no del pastor ni del teólogo, del hombre. ¿Pero es equilibrado ese? ¿Tiene esqueletos en el armario? Porque las tareas se establecen y se escriben, como mejorar la relación ecuménica con los ortodoxos, darle credibilidad al tema de la pedofilia, por ejemplo.

¿Cómo cree que va esa búsqueda?

La dificultad no es tanto en buscar el más santo, el más teólogo, el más filósofo, sino la personalidad más adecuada, que sabiendo que está escrito que es soberano, entienda que no es soberano. Que sabiendo que esta no es una democracia, no es tampoco una monarquía, ni tampoco una dictadura, que encuentre una modalidad en que la Iglesia pueda continuar a ser como Cristo la quería, pero que no sea ni dictadura, ni monarquía, ni democracia. Estamos buscando alguien que sea capaz de hacer estas cosas y que no termine luego todo en lamentaciones. Por eso creo que existe la posibilidad, como decía llegando a Roma el cardenal de Sao Paulo, de “una sorpresa”.

Y en ¿qué dirección podría ir esa sorpresa?

Estas cosas a veces se confunden con los deseos, pero podría ser una personalidad que en el momento se viera como muy opaca, como para decir “y todo para esto”. Podría ser eso. Podría ser también una personalidad muy sólida.

¿Un canonista?

Sí, como el cardenal húngaro Péter Erdő.

¿El hecho de ser considerado un conservador no es un problema?

Erdő es un conservador. Es un clon de Juan Pablo II; pero dónde está lo positivo, que no lo niega, que no trata de dar una imagen distinta, porque también Bergoglio era un Juan Pablo II. Hubo una transformación y lo dicen los mismos argentinos, el Bergoglio de Roma nosotros no lo conocíamos. Podría ser Erdő o una figura similar como Pizzaballa.

¿En este escenario, cardenales como Tagle o Parolin, más allá de lo señalado por algunos medios, usted cree que no tendría muchas opciones?

Ninguna, No se puede elegir Papa a un cardenal porque canta.

¿Y Pizzaballa?

Sí, podría ser también Pizzaballa, si están buscando una personalidad sólida y equilibrada, sí. Al primer puesto Erdő y después Pizzaballa, pese a que Erdő lo han tratado de manchar con el tema de Orbán. En efecto Erdő sostiene las posiciones de la doctrina católica actual que ciertamente no está a favor del matrimonio homosexual. En ese sentido hay una coincidencia entre la doctrina de la Iglesia y políticos que consideran lo mismo. No se le puede imputar a Erdő que haya influido sobre la moral sexual de Orban. Yo conozco muy bien a Erdő, es una persona consciente de que en materia de moral sexual, que para nosotros católicos es un handicap, un talón de Aquiles, lo importante es ser consciente que ya no corresponde a los tiempos y que de alguna manera hay que afrontarlo.

¿Erdô está consciente?

Sí, es consciente de eso, y también lo está Pizaballa y lo habría estado Parolin.

¿Encontrar 89 votos en este cónclave tan numeroso en todo caso no será fácil?

Claro, eso explica la dinámica de la negociación. En esto, al Espíritu Santo hay que dejarlo tranquilo, porque como decía Ratzinger, a juzgar por algunos Papas parece que ese día el Espíritu Santo estaba en Las Maldivas. Todos sabemos que el cónclave es un juego de mayorías y a partir de la primera votación todo consiste en lograr construir esa mayoría.

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