Historias que chocan con el mundo

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Constanza Gutiérrez acaba de publicar Terriers, un libro de cuentos cuyos personajes, desde la infancia o la adolescencia, son definidos por el paisaje donde les tocó vivir.




Madre e hija llegan en bus a La Tirana. Son días de fiesta y devoción en el poblado nortino, pero también de pleno brote de influenza. El gobierno reparte mascarillas y recomienda que la imagen de la virgen esté protegida con un vidrio para evitar riesgos sanitarios por tanta gente que la besa. La hija, sin embargo, no sabe bien cuál es el propósito del viaje. "Mi mamá hablaba poco y no me atreví a preguntar", dice. "Tampoco veía que tuviésemos mucho que agradecer ni pedir. Lo que teníamos se lo debíamos a ella, que trabajaba todo el día. Lo que no, se lo debíamos también, por ser tan fría y distante. De haber tenido cosas que solucionar hubiésemos podido hacerlo desde nuestra propia ciudad, pero supongo que a veces hay que cambiar de aires, y la idea de no volver a casa se me apareció ahí, en ese bus, pero lo olvidé como se olvida todo lo imposible: con resignación".

Esa es la voz que narra Chiquita linda, la historia que abre Terriers, el nuevo libro de Constanza Gutiérrez (27). La autora de la novela Incompetentes (2014) y ganadora del premio Roberto Bolaño 2011, esta vez publica un volumen de siete cuentos marcados por personajes entre la infancia y la adolescencia que chocan de frente con las partes menos amables del mundo que les toca vivir, y ese mundo, en estas historias, está proyectado en escenarios ubicados en distintos puntos de Chile. Así como el paisaje del norte religioso, también están las localidades del centro urbano y del extremo sur, con reuniones familiares que terminan en descubrimientos traumáticos o bien vacaciones en el campo estropeado por una plaga silvestre.

"Cuando llegamos ese verano, los conejos ya casi habían desenterrado nuestra casa por completo. Siempre supimos que eran plaga en el campo, pero ese año se habían desatado: había cientos, miles, un millón". Así comienza Caza de conejos, protagonizado por dos hermanos que ven a sus padres reparar la casa deteriorada por los animales. "La principal entretención de ese verano fue cazar conejos. Mi hermano Ignacio y yo esperábamos cada noche a que fuesen las diez, justo después de las noticias, y salíamos al patio, él con la escopeta y yo con la linterna, a cegarlos y dispararles".

Constanza Gutiérrez estudió literatura, es columnista en revista Qué Pasa y colabora como redactora y traductora para editoriales. No escribe siempre ni quiere que su oficio como narradora se transforme en un trabajo de oficina. Sobre el título de su nuevo libro, cuenta que más que una referencia específica, prefiere verlo como un concepto que atraviesa las historias.

"Un día estaba leyendo un folleto sobre perros y aparecía el terrier chileno. Lo anunciaba como la primera raza de nuestro país. Y más abajo decía: 'El terrier chileno es un animal aguerrido y de patas cortas'. Me quedé pensando en esa idea. Era un buen modo de describir a los personajes de mi libro. Además, yo quería que hubiese algo explícitamente chileno".

Junto con personajes que recién comienzan a vivir, en varios cuentos está la presencia de clase. ¿Crees que es un elemento constante en los autores chilenos menores de 30 años?

Son escenarios. No sé si todos lo propongan de manera explícita. Quizás está más presente en las mujeres. Todo el mundo escribe desde el lugar donde está, aunque en los 90 pareciera que se dejó de contar y muchas historias ocurrían en escenarios de clase alta. Supongo que ahora hay más diversidad.

Acá está Arizona, el cuento con el que ganaste el premio Roberto Bolaño. ¿Es la misma versión?

Tiene ajustes de estilo y también retoques en el final. Antes había un cierre mucho más apoteósico. Ahora trabajé algunos matices.

Al decir Arizona te refieres a un sitio eriazo, un peladero donde juegan los niños de un pueblo del sur. ¿Existe?

Sí, existe. Le decían así porque era un lugar muy árido. Un amigo me contó una historia de cuando él era chico: me contó de la gente que llegó a vivir y que desde entonces no se pudo pasar de noche ni con bicicletas. Pensé: 'Qué brígido. A los niños les quitaron el lugar donde jugaban a la pelota. Aquí puede haber una historia'. Con esa idea empecé a trabajar.

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