Largas y violentas rabietas podrían implicar depresión y déficit atencional
Las pataletas no son una estrategia de manipulación, sino una conducta esperable en los niños de dos a cinco años, pues a través de ellas canalizan su frustración.

"¿Un dulce? Ya, pero después de almuerzo". Respuestas como ésa se traducen en que María Victoria, a punto de cumplir los 5 años, termine gritando a sus madre, dando portazos y pegando patadas a la puerta de su pieza, su lugar de reflexión cuando es castigada.
"Mi hija no tiene tolerancia a la frustración", explica Anita, la mamá. "Ella quiere todo para al tiro y las cosas no funcionan así en la casa". La madre ya sabe cómo manejar el carácter de su hija: espera a que se calme para conversar sobre el incidente.
"Ella sabe que el camino de la pataleta la lleva a su pieza y que no voy a entrar en su juego para evitar gritos o llantos". Pese a lo desagradable de la escena y lo difícil que resulta a los padres lidiar con ella, el comportamiento de María Victoria es absolutamente normal y lo hace la mayoría de los preescolares.
El problema, según un estudio desarrollado por la Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, Estados Unidos, está en la duración del berrinche y en la actitud violenta que puede mostrar el niño.
Los especialistas analizaron a 270 menores y detectaron similitudes entre los que no habían sido diagnosticados previamente con trastornos: los berrinches no superaban los 10 minutos. Al contrario, las rabietas de los diagnosticados con depresión o déficit atencional, superaban los 25 minutos e implicaban violencia con los padres y autoagresión, como mordidas o golpes en la cabeza.
"Estas manifestaciones nunca deben mirarse en forma aislada", explica Verónica Perez, sicóloga y docente de la Universidad del Desarrollo. "Si una pataleta es larga o muy intensa pero una sola vez, no es tan importante. Ahora, si ocurren varias veces al día o si se repiten varias veces a la semana hay que tener ojo y los papás deben orientar al niño para que logre manejar su ira de otra forma, buscar ayuda si es necesario".
CUANDO LA RABIETA NO SE ACABA
Los grados de intensidad y frecuencia preocupantes en una pataleta son relativos pero, por lo general, no deben implicar agresividad física ni repetirse más de cinco veces al día.
Por otra parte, no hay que olvidar el factor edad. Si bien una pataleta es razonable en un niño menor de 5 años, si se prolonga hasta la edad escolar es síntoma de que algo anda mal.
"Si los berrinches continúan a los siete, hay una pauta instaurada de trastorno oposicionista desafiante. Esta conducta puede manifestarse contra cualquiera. En esos casos, lo ideal es pedir ayuda profesional", explica Cristina Vera, sicóloga del Instituto Chileno de Terapia Familiar.
La prolongación implica que el niño aún no ha aprendido a manejar su ira. "Distinto es cuando el niño dejó de hacer pataletas y vuelven a los ocho, por ejemplo. Ahí se debe a cosas más puntuales como algo que lo irrita o lo estresa. Son cosas que se observan y pueden solucionarse más fácilmente", concluye la profesional.
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