Ciencia y política pública: el eslabón perdido

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Algo que siempre me ha sorprendido de la crisis climática es que el diagnóstico sobre los efectos del calentamiento global fue hecho hace casi 40 años, y en 40 años aún no hay, en mi opinión, suficiente vínculo entre las investigaciones científicas y la política pública. Hay un eslabón perdido. Pero, así como hay este eslabón perdido en este tema, lo hay también en muchos otros temas.

Puede ser por los incentivos que producen las elecciones políticas, ya que si los temas no son relevantes para la ciudadanía entonces no se vuelven temas prioritarios en política pública. Además, la relevancia de los temas depende del plazo que tengan quienes sean electos para resolverlos. El problema del cambio climático es un tema de largo plazo, no de corto plazo. Claro que muchos temas de política pública son más de largo plazo que de corto plazo, por ejemplo, desigualdad, seguridad social, política tributaria, entre otros.

Desde la psicología se dice que existe una tendencia natural del ser humano llamada razonamiento motivado. Las personas se basan en un conjunto sesgado de procesos cognitivos para llegar a una conclusión o creencia determinada, aunque tengan la capacidad de ser reflexivas y racionales. Dichos sesgos están determinados por deseos, esperanzas, miedos y motivaciones que inclinan la balanza en aceptar algo como verdadero si apoya lo que “quieren” creer.

De hecho, la evidencia indica que se pesan los hechos de manera diferente cuando esos hechos son personalmente amenazantes: se necesita más información para hacerte creer en algo que no quieres creer. Así muchos piden segundas opiniones sobre temas de salud. Además, las investigaciones también muestran que interpretamos los hechos de manera diferente si desafían nuestras creencias personales, identidad de grupo o valores morales. La identidad de grupo es especialmente importante en política. Por ejemplo, aunque algunos políticos conservadores en Estados Unidos creen en el cambio climático muchos de ellos, al evaluar costos y beneficios de tener una voz distinta del grupo (que los conservadores no creen en éste) terminan creyendo al distinto. Finalmente, la evidencia muestra que las personas con un alto nivel de educación tienen la misma probabilidad de emitir juicios sesgados, y es posible que lo hagan con más frecuencia (Kahan, 2016).

La solución pasa por la alfabetización mediática y mejoras en la comunicación científica, pero es insuficiente. Hornsey (2017) plantea que los expertos deben hacer un mejor trabajo para identificar las verdaderas motivaciones de las personas y ajustar así los intentos de persuasión. Éste señala: “la pregunta clave no es ¿por qué no están de acuerdo con la ciencia?, sino más bien, ¿por qué quieren estar en desacuerdo con la ciencia?”.

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