Columna de Álvaro Pezoa: ¡Desconexión fatal!



La información noticiosa, así como la vida cotidiana, van mostrando la preocupante disociación existente entre la actividad política y la ciudadanía. Los actores políticos se encuentran sumidos en interminables forcejeos en torno a las condiciones que deberían acordarse para avanzar en el denominado “proceso constitucional”, esto es, de dar origen a una nueva Carta Magna o reformar la existente. Mientras ello acontece, la población mira cada día con mayor lejanía ese debate y, todavía más, se pregunta si es siquiera necesario realizar tal cambio. La situación es particularmente lamentable, porque las volteretas argumentales de unos y otros por momentos resultan ser impresentables. Es a todas luces palmario que las mudables propuestas se están efectuando con calculadora (electoral) en mano. Entretanto, las rencillas entre, e intra, partidos se encuentran a la orden del día: peleas entre facciones de alianzas, sonadas renuncias, creación de nuevas tiendas políticas, votaciones divididas entre correligionarios, desmarque de “llaneros solitarios”, dimes y diretes intrascendentes e interminables donde quedan expuestas por doquier pequeñas o grandes miserias. Cosas del deseo de poder, fama e influencia. Y del ánimo de “pasar cuentas” pendientes a este o aquel. Grandeza, visión de Estado y proyección de largo plazo, escasas.

Paralelamente, los “problemas de la gente” siguen esperando su turno. Ninguno de los reclamos fundamentales -por años- de la población ha sido resuelto o está en vías de serlo. Ya se sabe: seguridad, educación, salud, empleo, inmigración. Todas estas realidades que importan de verdad a las personas no avanzan, es más, retroceden. Los niveles de inseguridad, violencia y criminalidad superan todo lo antes visto. La deserción escolar, los “paros estudiantiles” y las falencias de calidad se incrementan como herencia de la pandemia Covid, la actitud del Colegio de Profesores y la mala conducción gubernamental. Para colmo, algunos alcaldes se oponen a aplicar las normas mínimas para permitir la continuidad de las actividades. Las listas de espera para operaciones y tratamientos de salud lejos de ser acortadas aumentan. El desempleo y la precariedad de los puestos de trabajo crece, a la par que la inflación golpea los bolsillos, especialmente entre los sectores más vulnerables. En fin, la inmigración está descontrolada, al tiempo que tiene su correlato en los altísimos índices de delincuencia. Y ¡La Araucanía!

De seguir por el derrotero actual, Chile se sumirá definitivamente en la gris mediocridad que ya ha comenzado a experimentar. Esto, en el mejor de los casos. Hay escenarios posibles aún peores esperando su oportunidad: el del populismo rampante y el del ideologismo radical. Tal vez, la destructiva alternativa de una combinación de ambos. ¡Desconexión fatal!

Por Álvaro Pezoa, ingeniero comercial y doctor en Filosofía

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