
Columna de Óscar Contardo: No todo vale

Tras el asesinato del sargento de carabineros Carlos Retamal en San Antonio, Camila Vallejo, la vocera de gobierno, hizo un punto de prensa en donde llamó a los testigos a denunciar a la persona que había cometido el crimen. Necesitaban de su colaboración para dar con el victimario. Vallejo pidió a quienes hubieran estado presentes, denunciar su identidad y su paradero. El llamado de la vocera tenía sentido; era posible que los testigos, que participaban en carreras clandestinas, se sintieran atemorizados de hablar o acudir a la policía a brindar información dado el contexto y la gravedad del hecho. La vocera añadió la siguiente frase en su declaración a la prensa: “no nos cabe duda que jamás estuvo en sus intenciones, muchos que presenciaron y fueron testigos de los hechos, que terminara una persona fallecida por este procedimiento policial”. Una oración principal y una subordinada. El objetivo era encontrar al asesino.
El jueves 13 de octubre en la mañana, comenzó a circular por las redes sociales la declaración de la ministra Vallejo editada, encuadrada y tergiversada por comentarios que sugerían que sus palabras tenían un significado muy diferente: exculpar o defender al criminal, justamente por la frase “no nos cabe duda que jamás estuvo en sus intenciones”. Algo totalmente absurdo, porque la frase era una apelación a los testigos, sin embargo, muchos, demasiados, quisieron interpretar como una defensa al asesino. Enseguida cientos de cuentas replicaron el mensaje, acusando a la ministra Vallejo de estar de parte de los delincuentes y en contra de la policía. Personas comunes y corrientes, dirigentes políticos e incluso académicos hicieron eco de un video manipulado y acusaron a la ministra de proteger al criminal. En Twitter los insultos crecieron exponencialmente y en Tik Tok decenas de cuentas de videos la amenazaban y vapuleaban, crispando el ambiente en su contra. Bastaba solo ver la declaración de la ministra Vallejo entera para darse cuenta que era un video editado maliciosamente para generar lo que generó: rabia y odio en contra de una figura política que estaba cumpliendo de forma impecable el mandato de su cargo. Pese a que la situación era muy fácil de aclarar, nadie de entre quienes la atacaron -dirigentes destacados, comentaristas con tribuna- pidió disculpas o se retractó. Tampoco ayudaba la reacción de la prensa: un medio en particular calificó el asunto como una “polémica”, utilizando una palabra que alude a una discusión o controversia. Pero aquí no hubo tal cosa, la ministra solo intentó lo que todos esperábamos: encontrar al asesino. La noticia era un caso de manipulación y difusión de falsedades. Alguien -¿quién?, ¿quiénes?, ¿por orden de quién?- había tomado las frases y las había ajustado para transformar un asesinato en un arma política. Quien haya sido lo logró. Seguramente muy pocas personas vieron el video completo, o repararon en el absurdo de lo que se sugería con la tergiversación. Como suele ocurrir, eso quedará como un sedimento que ayudará a carcomer nuestra convivencia y la estabilidad política del país.
Las autoridades del gobierno anterior conocen y saben muy bien que la policía uniformada, tal y como funciona hasta ahora, tiene serios problemas para enfrentar el delito y para conducirse en manifestaciones de protesta pacífica. Saben que son dos asuntos que deben abordarse y que no se trata de una disputa ideológica, sino de los hechos avalados por casos de público conocimiento desde hace décadas: desde su capacidad operativa en situaciones de riesgo, hasta la calidad de inteligencia que produce y utiliza; desde la formación de las fuerzas especiales -escasísima y apresurada- hasta el control de su hacienda interna y la fiscalización del poder civil. Los políticos y políticas serios deberían dejar en claro que el intento por tener una mejor policía no es querer destruir una institución, y que poner la situación de crisis sobre la mesa no es estar a favor de la delincuencia, sino justamente abordarla de un modo eficaz y eficiente. Hasta el momento todos esos dirigentes que suelen invocar la polarización y la falta de diálogo como quien habla de un escándalo ajeno, lo que hacen es impedir que los cambios que Carabineros necesita, sean llevados a cabo.
Lo que ha ocurrido desde el triunfo de la opción Rechazo no se parece en nada a la promesa de diálogo y amor que difundían tanto los partidos conservadores como los autodenominados amarillos de centroizquierda. Muy por el contrario, han colaborado con prestancia en la labor de menoscabar gratuitamente a autoridades, incluso sacando provecho de videos como el que tergiversaba las palabras de la vocera. Han contribuido, además, a que las críticas legítimas al gobierno se mezclen con mentiras y falsedades y le han abierto las puertas de las instituciones a sujetos que actúan en montonera, amenazando personas y esparciendo odio. Tomaron palco, pero se dieron tiempo de sentar en la mesa del proceso constitucional a un señor cuya actividad diaria es amedrentar políticos, sin hacerse cargo de las consecuencias que esto puede llegar a tener.
A tres años de un estallido social que movió el eje de nuestra convivencia, la demanda ética que suponía restaurarla no se ha cumplido. La pequeñez y la mezquindad campean. La frivolidad impera. La irresponsabilidad arrasa.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
Este septiembre disfruta de los descuentos de la Ruta del Vino, a un precio especial los 3 primeros meses.
Plan digital + LT Beneficios$3.990/mes SUSCRÍBETE