Desenmascarar el Negacionismo Económico


Por Miguel Vargas. Decano de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Andrés Bello

La posición de los políticos que han apoyado los retiros de las AFP ha sido impermeable a cualquier argumento expuesto por economistas o instituciones técnicas, como el Banco Central, respecto de los efectos negativos de éstos. A pesar de que los anuncios de los especialistas se han verificado, y el aumento de la inflación y el encarecimiento de los créditos es un hecho, este grupo de políticos persevera en sus dichos, como pudimos observar en el debate respecto del quinto retiro.

La estrategia usada para desacreditar la opinión técnica económica ha sido sembrar la duda en torno al carácter científico de la Economía, señalando que se trata de una pseudociencia cuyo único fin es defender los intereses de las élites.

Falso, la Economía sí es una ciencia ya que sus conclusiones se obtienen a través de la implementación de un riguroso método de verificación de hipótesis conocido, precisamente, como método científico.

En un ensayo publicado en 2016 los economistas franceses Pierre Cahuc y Andrés Zylberberg bautizaron a este proceder Negacionismo Económico. Esta práctica, que sí responde a intereses de grupos de presión, descansa en tres pilares: el ethos, el pathos y el logos.

El ethos hace referencia a la condición de quien habla, el solo hecho de mostrarse bienintencionado basta para que sus ideas sean válidas, aunque los argumentos científicos no les den la razón. Dos figuras surgen como paradigmas en este caso: el intelectual comprometido, cuya autoridad moral es suficiente para desacreditar el conocimiento científico —Cahuc y Zylberberg señalan como ejemplo a Pierre Bourdieu—, y el gran empresario, que solo por crear riqueza y dar trabajo siente que puede oponerse a cualquier medida que aumente la competencia y mejore el bienestar si es que sus beneficios se ven en riesgo.

El segundo pilar excita los sentimientos, el pathos, a través del uso de chivos expiatorios. En economía serían dos los principales: las finanzas, que expolian a los ciudadanos honrados, y el Estado que despluma al contribuyente. Lo que se busca es infundir la idea de que estos chivos expiatorios son perjudiciales para la sociedad. Sin embargo, la evidencia muestra que las finanzas son muy útiles para todos y el Estado es necesario, sólo que requieren de una regulación adecuada.

El logos se refiere a la construcción de un discurso lógico y estructurado capaz de responder a todas las objeciones que se hagan en su contra. El problema es que estos razonamientos se desploman en cuanto son enfrentados a la evidencia empírica. Los autores identifican tres: el marxismo, el keynesianismo optimista, aquel que sostiene que para resolver las crisis económicas basta con aumentar el gasto público, y la doctrina malthusiana con sus predicciones catastróficas.

En nuestro país hemos visto lamentables ejemplos de Negacionismo Económico. Desafortunadamente ha sido exitoso en cumplir su objetivo. No obstante, es menester desenmascáralo, sobre todo en el contexto de la redacción de una nueva Constitución. Políticas públicas fundadas en ideas equivocadas acarrean pobreza, desempleo e incluso muertes. Tal como Cahuc y Zylberberg sostienen, los cuentos de hadas nos tranquilizan, pero el conocimiento nos da las claves para comprender.

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