Desolador panorama para la libertad de prensa

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Cunden los ejemplos en la región de países que hostigan el trabajo de los medios de comunicación, cercenando el ejercicio de la libertad expresión y con ello la democracia misma.



“Un panorama desolador de violaciones a las libertades de expresión y prensa en las Américas”. Esta conclusión de la reciente asamblea general de la Sociedad Interamericana de la Prensa (SIP) resume bien las crecientes amenazas que se ciernen para el ejercicio de la libertad de prensa en la región, un derecho cada vez más afectado por prácticas de gobiernos crecientemente alejados de las formas democráticas.

En las conclusiones del encuentro se indica que la libertad de expresión en las Américas enfrenta tres rasgos dominantes: la radicalización represiva, criminalización judicial y un entorno asfixiante. Los asesinatos de periodistas se han multiplicado -el caso más dramático se registra en México, con el mayor número de profesionales acribillados, fundamentalmente por el narcotráfico-, al tiempo que se observa una correlación de las dificultades para el ejercicio del periodismo en aquellos países donde la democracia se ha degradado, como es el caso de Nicaragua y desde luego Venezuela. Por su parte, las recientes protestas que han tenido lugar en Cuba -que han sorprendido por su masividad- han recibido como respuesta una violenta represión por parte del régimen, que para el caso de la prensa se ha traducido en encarcelamientos, acusaciones de “desacato” e incomunicaciones sin asistencia legal.

La Asamblea también reporta que las campañas de estigmatización en contra de los comunicadores se han vuelto una política corriente de los presidentes de México, Perú, Brasil y El Salvador, mientras que en distintos lugares se tramitan legislaciones que pueden afectar gravemente la libertad de expresión, como es el caso de Bolivia, donde el gobierno intenta suprimir el secreto que ampara las fuentes periodísticas.

Este desolador panorama es ilustrativo de cómo se han ido debilitando las formas democráticas para dar paso a estilos autoritarios, que desde luego recelan del trabajo de la prensa pues ven allí una amenaza para sus afanes de control social y cooptación de instituciones. Cabe no perder de vista que no hay auténtica democracia si no existe la posibilidad de expresarse libremente, y si a la ciudadanía se la priva de los mecanismos para ejercer un auténtico escrutinio sobre el ejercicio del poder.

En el informe se indica que solo dos países de la región -Uruguay y Chile- califican como plenamente respetuosos de la libertad de prensa y expresión, pero cabe hacer notar que para el caso chileno la SIP alerta de potenciales amenazas para el ejercicio de este derecho; en particular, las figuras introducidas en los reglamentos de la Convención Constitucional referidas a sancionar el “negacionismo” -que fácilmente puede derivar en censura- así como a la “desinformación”, esto es, noticias que se presentan como reales conociendo o debiendo saber que son falsas, algo que puede llevar a la pretensión de fijar “verdades oficiales”. Los ejemplos que se ilustran a lo largo de la región son palmarios en cuanto a que la libertad de expresión es un bien muy frágil, por lo que los gobiernos y los legisladores deben ser conscientes sobre los riesgos de introducir figuras que puedan desdibujarla.

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