Por Max ColodroDestino final
Un resultado previsible, en el que convergieron casi todas las proyecciones y que resumió el proceso político vivido durante el actual gobierno. Una administración que lleva más de tres años con niveles de desaprobación en torno al 60% y que ayer fue derrotada por una cifra muy cercana. Realidad de un país cansado del deterioro económico, de la inseguridad y de la horadación del orden público, que ahora apuesta por un cambio de rumbo. Una inflexión nada fácil cuando lo que sucumbe no es sólo un gobierno sino también las instituciones, las políticas públicas y el sustrato cultural de una época.
¿Cuán grande puede ser la coalición que el próximo presidente tendrá la capacidad de articular? ¿La futura oposición estará dispuesta a no desestabilizar el país ni a soñar otra vez con la caída del nuevo gobierno? Son algunas de las preguntas claves que deja este abrumador resultado en el que la izquierda y la centroizquierda muerden el polvo de una derrota histórica, explicable sólo en función de sus propios desquiciamientos. Una sentencia demoledora que pasa a formar parte de las lecciones que deja este tiempo, proceso en que un gobierno y una generación terminaron de chocar contra el muro de la realidad de la peor manera imaginable.
¿Y qué viene ahora? ¿Tendrá el nuevo presidente la capacidad de entender lo que está en juego a partir de hoy? ¿Habrá un sector de la oposición dispuesto a colaborar con los complejos desafíos que enfrenta el país? ¿La mayoría de los chilenos entendió finalmente cuáles son los costos de la violencia política, del deterioro del orden público y del Estado de derecho?
No hay razones para estar excesivamente optimista. Chile cierra un ciclo iniciado con el estallido social, un final marcado por la derrota clara y categórica de los que vieron en la destrucción y la anomia una posibilidad de imponer un cambio en las reglas del juego, socavando la democracia y la convivencia. Mal que les pese, al final prevalecieron el orden y la Constitución, el modelo y la institucionalidad. Hoy el país apuesta por un cambio de rumbo, buscando restablecer algo que no está claro que siga existiendo en alguna parte. Tampoco es evidente que las mayorías para hacerlo posible estén y que la gobernabilidad necesaria pueda reconstruirse. Además, hay que tenerlo siempre presente: no son ni serán pocos los adversarios que apuesten al fracaso y a la desestabilización, que opten por el fracaso del gobierno, aunque eso implique el deterioro del país.
Sobre ese delicado filo empieza a jugarse el futuro del país. Un gobierno con el desafío de construir una mayoría suficiente para darle sustentabilidad a una agenda de cambios no menor, y una oposición que deberá decidir si colabora o vuelve a socavar los esfuerzos de la autoridad. Espectros de un futuro posible y fantasmas de un pasado que no ceja; una dialéctica monocorde que volverá a ponerse en movimiento a partir del 11 de marzo.
Por Max Colodro, filósofo y analista político.
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