SEÑOR DIRECTOR

El dilema del prisionero es un problema fundamental en la teoría de juegos desarrollado en los años 50 y en tiempos de pandemia de Covid-19 parece aplicarse a la perfección.

En su forma simplificada, dos individuos tienen la posibilidad de cooperar y lograr un equilibrio que maximiza el bienestar social; sin embargo, antes de alcanzarlo, cada individuo se desvía del acuerdo, motivados por sus intereses individuales y egoístas, terminando en una situación peor a la inicial, con un equilibrio ineficiente que perjudica el bienestar común.

La provincia del Gran Santiago continua en cuarentena y pareciera que el dilema del prisionero cobra sentido. Es preocupante cómo la cifra de nuevos contagios no da tregua y el número de muertos va al alza. En paralelo, los medios de comunicación informan de personas Covid positivo en las calles, algunas solo por motivos recreacionales, haciendo caso omiso al protocolo de aislación. Esta actitud solo refleja egoísmo e individualismo, factor clave que hace que en el problema del prisionero no se alcance el equilibrio óptimo.

Con todo, en Chile tenemos la oportunidad de cooperar en esta crisis sanitaria, cumpliendo las cuarentenas y respetando los protocolos de aislamiento; y de esta manera, lograr el óptimo social: el control y fin de esta pandemia.

No obstante, son nuestras propias acciones egoístas las que han evitado alcanzar el equilibrio cooperativo y nos han llevado al peor escenario posible, con más de 160.000 contagios acumulados y sobrepasando las 2.800 muertes.

Así, como en el dilema del prisionero, la clave para alcanzar el equilibrio superior de Pareto que maximiza el bienestar social e individual es la cooperación.

Augusto Orellana

Economista y académico Ingenieria Comercial U. de los Andes