Opinión

El horror

Jorge Ugalde fue detenido por la PDI. /Foto: TVN.

Existen homicidios que traspasan los informes policiales y se convierten en acontecimientos sociales. No se trata solo de la pérdida de una vida o de varias vidas, sino cómo el crimen interrumpe la normalidad y revela fisuras en el tejido social. En contextos latinoamericanos, y específicamente en Chile, los homicidios que involucran violencia de género, infancias vulneradas o abusos institucionales adquieren un carácter de paradigma. Se condensan en ellos tensiones históricas y exponen los límites de la justicia, la desigualdad y la impunidad, y ciertos crímenes se articulan como un espejo oscuro donde lo social se observa a sí mismo.

El impacto colectivo de un suceso criminal no depende únicamente del hecho en sí, sino de su narrativa. He aquí el nudo al que accedemos los ciudadanos y las ciudadanas cuando todo lo que debiese permanecer en las carpetas investigativas tiene un tránsito hacia los medios. Emerge de esta forma el cómo se narran los hechos que solo las policías y el victimario conocen: el acto criminal y su interpretación policial que tienen lugar en el sitio del suceso.

Las redes sociales intervienen en la construcción de una memoria pública del crimen, definiendo qué voces son escuchadas y cuáles se silencian. La búsqueda de la verdad ya no es territorio solo del Ministerio Público y de la policía civil, sino que es un espacio en disputa donde ciudadanos y ciudadanas somos interpelados, hiperinformados y cómplices en la construcción de una serie de opiniones que vamos emitiendo de acuerdo a una u otra narrativa a la que hemos sido expuestos. Se espectaculariza el horror, con la supuesta finalidad de que estamos en búsqueda de la verdad.

Un homicidio impacta profundamente en el colectivo ciudadano cuando la catástrofe irrumpe en las narrativas domésticas, privadas y naturales de cada vida común. Quisiera creer que el sentido de todas estas narrativas, tanto públicas como privadas, es elaborar un duelo, exigir justicia y reinscribir el dolor en una trama más amplia de significación. Los estudios culturales y las teorías de archivo permiten leer los homicidios como marcas de una época que condensan emociones y miedos que han movilizado a la ciudadanía y a sus instituciones. Si bien es una dimensión simbólica que poco sirve para aplacar el dolor de una familia, amigos y seres cercanos de una víctima; al exponer distintos puntos de vista surge la posibilidad de construir memoria y erigir un cuerpo que se constituya como parte del duelo y otorgar presencia a las víctimas cuyas voces fueron apagadas.

Por Paula Ilabaca, doctora (c) en Estudios Americanos, escritora, docente y gestora cultural.

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