Opinión

El problema de la oferta

Desde hace un tiempo, la confianza de la ciudadanía en los partidos políticos ha disminuido considerablemente. Salvo excepciones -por ejemplo, la constitución de Convergencia Social para habilitar a su excelencia el Presidente Gabriel Boric a ser candidato presidencial-, la afiliación a los partidos ha disminuido. Aquellos que han surgido como una iniciativa de los parlamentarios díscolos parecieran ser funcionales a sus proyectos particulares, sin que convoquen ampliamente a un proyecto ideológico y colectivo que ofrezca un horizonte claro. Los candidatos, además, muchas veces se presentan a las elecciones ofreciendo un cúmulo de acciones cortoplacistas o bien descansando desmedidamente en su trayectoria para explicar por qué debe ser preferido a su contendor, sin reivindicar un ideario o mencionar su militancia.

Esta forma de actuar explica en parte por qué los candidatos a la Presidencia y sus voceros se refieren a sus virtudes personales para efectos de explicar por qué deben ser electos: fuerza, mano dura, virilidad, empatía, superación a la adversidad, experiencia, solidaridad, templanza, conocimiento, etc. La oferta no está en escoger un proyecto de izquierda, derecha o centro, sino en el candidato más firme o más empático. Luego, el sistema invita a votar por un líder carismático en quien se depositan las esperanzas de un cambio que depende de su capacidad individual de transformar la realidad de sus votantes.

El problema es que el cargo de Presidenta/e no es un trabajo cualquiera. Cumplir con el mandato presidencial no puede estar condicionado principalmente a los atributos de quien ha sido electo. Nuestra humanidad es eminentemente frágil y es simplemente irracional atar nuestros destinos a los méritos de una persona. Más aún, cambiar el statu quo es difícil, y cuando ha pasado el período de algarabía después de que un nuevo gobierno asume sin que mágicamente cambie la realidad, será al Presidente o Presidenta a quien se apuntarán las críticas del fracaso de una expectativa inalcanzable. Y, con eso, aumentan los incentivos a que incluso el oficialismo tome distancia de la figura presidencial, limitando la gobernabilidad.

La oferta de quienes aspiran al sitial presidencial debe estar acompañada de un proyecto para el país, una coalición que pueda implementar aquello que se ha prometido y de claridad ideológica y conceptual. Si bien los réditos a corto plazo pueden estar en la reyerta que entrega más “likes”, más visualizaciones en redes sociales, más información que se comparte por WhatsApp, esto es puramente efectista. La diferenciación de los candidatos debe pasar de las ofensas y la generación de desconfianza recíproca hacia una oferta de valor clara: ¿Cuál es el proyecto para Chile que usted encarna? ¿Cómo planea su coalición de gobierno implementar estos cambios? ¿Qué acuerdos cree que pueden alcanzarse? Un paso claro desde el yo al nosotros, desde la frivolidad a la sensatez.

Por Claudia Sarmiento, profesora de Derecho Constitucional, Universidad Alberto Hurtado

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